fuerza

miércoles, 31 diciembre 2008. Después de una pelea con varios macarras, donde me defendía echándoles tinta china, me escondo en un cuarto del tamaño de un ascensor. Tiene dos puertas que aporrean sin parar. Haciendo un gran esfuerzo abro los brazos para mantenerlas cerradas. Pienso en quién se cansará antes, ellos o mis brazos.

digestión

martes, 30 diciembre 2008. En casa de mis padres han preparado una fiesta. Hay muchos platos en la mesa, sobre todo platos llanos con trozos enormes de helado. No le veo mucho sentido a cenar helado, pero no digo nada. También me extraña que estén allí algunos de mis amigos que viven fuera. Alberto Tesán está sentado junto a Muñoz Quintana. Lleváis jerseys idénticos, les digo. Tesán se levanta muy ofendido y sale del salón. Cuando voy a disculparme está pasando la aspiradora a la alfombra del hall. Mientras mi madre me te en cestos toda la comida que ha sobrado. Hero, el marido de mi hermana, me sirve una copa enorme de vino. Tesán y mi madre luchan conmigo para que no me la beba. Escapo por el pasillo y veo a mi hermana y su marido en el que era mi cuarto, untándose bronceador el uno al otro. No comprendo nada. Andrés, con su hijo Darío en brazos, me dice que están haciendo tiempo para ir a bañarse al mar al amanecer, por eso sólo han comido helados, para hacer antes la digestión. Daniel dice que después traerá a su hija Clara para que la vea. No la vas a reconocer, dice, en tres meses ya es otra persona.

liniers

lunes, 29 diciembre 2008. Entro en un grupo de noticias y veo que el dibujante Liniers me ha dejado un mensaje. Me dice que ha leído mis poemas y que plagio a Beckett. Extrañamente, me pongo muy contenta.

la monja enana

domingo, 28 diciembre 2008. Vengo de comprar patatas por Muelle de Heredia. Al doblar por Sanidad noto que me dan un tirón de la bolsa. Al volverme para pegarle, veo que es una monja muy bajita. Me explica que ahora vive en la tercera planta de sanidad porque ha descubierto que hay camas libres. Le pregunto si prefiere dinero a la bolsa de patatas. Le doy diez euros y una chocolatina. La monja se va muy contenta. Antes de que desaparezca, le digo: ¡Tenga! Cuando se vuelve, le doy un palillo de dientes.

matemáticas por montera

sábado, 27 diciembre 2008. Estoy sentada al fondo de un salón de actos. Parecería un cine si no fuera por la pizarra. Veo a varios de mis amigos, pero por más que intento saludarlos me miran con cara de no conocerme. Blas, mi profesor de matemáticas del instituto, entra y pasa lista. A cada alumno le da una carpeta azul con ruedas. A mí ni me nombra ni me da nada. Al levantar la vista, para decir que todo lo que está en la carpeta entrará en el examen, me ve, se alegra y me llama por mi apellido. Le pregunto si quiere que baje con la montera. Me pide que, por favor, me la ponga. Bajo la grada de butacas con la montera en la mano y explico ante toda la clase los tipos de paseíllo que existen como si fuera una eminencia en toros. Blas me pide que ya que no me he puesto la montera, me ponga al menos una peina con flores. Me la pongo y miro a la clase. La clase sigue a lo suyo. Veo que en una de las filas está Jota, tomando apuntes de todo lo que sucede, y me entra una vergüenza tremenda. Me quito las flores y le pido a Blas que me dé una carpeta para poder examinarme. Tú ya lo aprobaste todo, no tienes que examinarte nunca más, me dice sonriente.

camilo embarazado

viernes, 26 diciembre 2008. Daniel y yo tomamos el sol en una plaza. No decimos nada. Me encuentro tan bien que me pongo tristísima, me levanto sin decir nada y me voy. Bajo por una carretera con curvas, los coches me pasan rozándome. Pienso que si alguno me atropella, mejor. Entro en un bar muy cutre con luces de navidad. Al fondo veo a Camilo de Ory con dos chicas. Como no puedo llegar hasta él le hago señas para que me vea. Observo que él me ha visto pero se hace el loco. Una de las chicas le dice algo al oído y Camilo se baja del taburete y va hacia el servicio. Lleva un vestido marrón de flores, que deja ver sus pantorrillas tatuadas, tacones y un bolso de señora. Le cuesta caminar. Al entrar al servicio, me fijo en que está embarazado de unos siete meses.

zapatos morados

jueves, 25 diciembre 2008. Llego con Juan Pardo a su casa, que por fuera parece una caseta de playa. Juan me da unos zapatos morados como los que se usan para hacer escalada. Llaman con los nudillos a la puerta. Es su mujer, Ana, pero en vez de ser rubia con el pelo rizado es morena con el pelo lacio. Está muy alterada. Abre armarios y cajones buscando algo. Cuando ve que llevo los zapatos en la mano me los quita de un tirón. Vete, grita. Miro a Juan esperando una respuesta. Los zapatos son de Ana, dice.

antología chiquitistaní

miércoles, 24 diciembre 2008. Alberto me acompaña a la facultad de económicas. Le digo que creo que no voy a matricularme. Entramos en una clase empezada. Mientras hacen un examen, tanto los alumnos como los profesores comen en mesas vestidas de gala. Uno de los profesores dice que debo hablar con el psicólogo para que me oriente. Me ofrecen de comer. Yo sólo quiero irme de allí.
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Daniel lleva el pantalón muy abultado. Me dice que no es lo que yo pienso y se saca un muñeco de peluche. Lo he robado para mi hija, dice.
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Estamos de acampada con poetas de todo el mundo. Para ir a los servicios tenemos que atravesar un pequeño bosque. Elena Medel sale de su saco de dormir y dice que ha leído mis poemas. Los lee en alto delante de todos imitando a Chiquito de la Calzada. Me gusta tanto cómo los lee que les propongo escribir entre todos un libro de poemas en chiquitistaní. Aplauden la idea. Corro al bar del campamento para llamar a Joan por teléfono y contarle mi gran idea. La bajada al bar está cubierta de arena dorada muy fina, resbalo. Un policía resbala delante de mí. El camarero se asusta. Todos nos quedamos callados, esperando que el policía diga algo. Un café, dice. Todos respiramos tranquilos. Le pregunto a uno de los clientes dónde está el teléfono público. Antes los cafés llevaban más espuma, responde.

chándal

martes, 23 diciembre 2008. Alberto se prepara para ir a trabajar. No se ha tomado el café y ha dejado la tele encendida. Hay revistas sobre el sofá. Sale de casa con prisa. Salgo a la terraza y le grito que ha olvidado el paraguas. Me hace un gesto de desdén con la mano y lo veo entrar por la parte de atrás de un cine. Vuelvo a gritarle: ¡El paraguas! Pienso que quizá mi grito haya interferido en la película, y me hace gracia. Me doy cuenta de que estoy en la calle. Llevo una bolsa pequeña de plástico y dentro de la bolsa un sobre para Luciano. Miro la calle desde una barandilla en alto, pero no veo ningún estanco. Una chica en chándal se me acerca. Pienso que no hay cosa que me guste menos que un chándal, y al pensarlo, me doy cuenta de que llevo un chándal igual al suyo. Camino hacia casa. La chica se pega a mis pasos. Un hombre, al fondo de la calle, explica a la policía que la chica del chándal le ha robado su basura. Pienso que van a confundirme con ella. Paso de largo dejando atrás al hombre y a la policía. De quien no consigo deshacerme es de la chica.

sábanas

domingo, 21 diciembre 2008. Camilo está en casa ayudándome a doblar sábanas. Debe de ser muy temprano porque todo el tiempo pienso en que tengo hambre y quiero desayunar. Después de doblar la ropa, me dice que se va porque doblar sábanas es muy aburrido. Me abraza y desaparece.

cascada de plátanos y vaivén

sábado, 20 diciembre 2008. Mi suegra está sentada delante de un armario. Me dice que tengo que comprar plátanos. Le digo que hay en el armario. Lo niega. En ese momento el armario se abre y caen en cascada cientos de plátanos.
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Estoy mirando por la ventana de un edificio con los muros de piedra. Veo una mar gris embravecido, maravilloso. Me acuerdo de Joan, de lo que disfrutaría con ese espectáculo. El edificio se mueve igual que un barco.

escayola y fracciones

viernes, 19 diciembre 2008. Mi padre ha quitado el plafón del hall y ha cerrado el agujero con escayola. No te quejarás, le dice a mi madre, ahora el hall parece la cúpula de Barceló. Mi madre responde que ya había comprado una lámpara y hasta le había buscado un nombre, como si se tratara de una mascota. Mientras, mi hermana se come un plátano sentada entre dos amigas mucho más niñas que ella. Yo observo la escena sin intervenir.
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Un tipo dice que tengo que salir a leer poemas. Le pregunto si puedo leer poemas antiguos porque los recientes no me gustan nada. Mientras se lo digo me caen lagrimones. Veo en sus ojos que por fin alguien me cree cuando digo que no me gustan mis poemas.
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Una profesora escribe con tiza en mi mesa una serie de fracciones, todas con el denominador común 5. Las miro un segundo y le doy el resultado a viva voz. Sobresaliente, dice. Acto seguido intenta prenderme fuego.

dos semillas

miércoles, 17 diciembre 2008. Blanco me dice que el frío y el miedo son una misma cosa. Antes de marcharse me da una bola transparente con una semilla en el centro. Si la plantas y da frutos no volverás a tener miedo, dice. Después de alejarse unos pasos, se vuelve y me da otra. Toma, para que tengas más posibilidades, dice.

bofetadas

lunes, 15 diciembre 2008. Bajo a la playa aunque es de noche. Dudo si bañarme. Hay gente en la orilla y dicen que el agua está muy buena. Decido no hacerlo. Vuelvo por la arena y dos chicos me preguntan algo. No estoy segura de si me hablan en inglés o en español, pero les digo que no les entiendo. Una chica aparece de repente y me da una bofetada. Dice que no hable con su novio. Intento explicarle la situación, pero me pega otra vez.

texas

sábado, 13 diciembre 2008. Blanco ha organizado una fiesta porque se va a vivir a Texas. Dice que nos ha reunido a todos para regalarnos sus libros. A mí me da uno con fotos, dibujos y poemas. Es el libro más bonito que tengo, es de un economista-poeta muy famoso, dice. Me da vergüenza decirle que prefiero que me regale uno que hay en la estantería que se titula "Cómo suicidarse sin dolor".

bañera

viernes, 12 diciembre 2008. Juan y yo nos presentamos a un premio de poesía. Más que un premio es un concurso en vivo. Juan dice que escribamos un solo verso en el fondo de una bañera. Él me dicta, yo escribo. Cuando nos asomamos a la bañera, en el fondo se ve sólo una hilera muy fina de palabras. El verso habla del trabajo de las hormigas y de la pasión de éstas por lo dulce. ¿Sabías que las hormigas ordeñan a los pulgones?, le digo. La hilera de palabras se convierte en una reguero de hormigas, las palabras caminan por la bañera ordenadamente. El verso nunca se acaba.

elías motorizado

jueves, 11 diciembre 2008. Elías me está esperando cerca de casa de mis padres subido en una moto enorme. Dice que ha venido a buscarme y me tiende un casco que saca de debajo del asiento. Llevo el uniforme del colegio y temo que las tablas de la falda se me arruguen. Una vez estamos los dos en la moto, ésta se convierte en un toro mecánico.

amoniaco

lunes, 8 diciembre 2008. Carmen y Enrique quieren que les enseñe el carnet de conducir porque no se creen que lo tenga. Como en la foto llevo el pelo muy corto, me dicen que no soy yo.
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Mi suegra ha puesto la mesa. Una vez todos sentados, dice en alto que le he perdido las cucharas. Al ir a beber agua, noto que está turbia. Dice que ha puesto amoniaco en el agua, en la comida y hasta en el vino. Me levanto y voy al cuarto de baño a enjuagarme la boca. Al mirarme en el espejo, noto que tengo la cara completamente roja, quemada. Siento calor y un dolor enorme en el pecho, tengo unas ganas tremendas de llorar, pero no puedo.

darth vader

sábado, 6 diciembre 2008. Me duelen los hombros y el cuello. Sin decir nada, Joseluis se pone detrás de mí y, mientras caminamos, me va dando un masaje.
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Asisto a la boda Joseluis, él va disfrazado de novia y entra a la iglesia del brazo de Darth Vader.

los hombres de la casa

jueves, 4 diciembre 2008. Entro en una casa que no reconozco. Los muebles de mi habitación están rotos y amontonados, mi ropa tirada por el suelo. Todos me miran con miedo porque saben que me encabronaré con mi hermana por lo que ha hecho con mi habitación. No se equivocan. En vez de insultarla la ignoro. Las ventanas de la nueva casa dan a un pantano. Todas las ventanas tienen abrevaderos para el ganado y debajo un pantano con aguas muy turbias. Los hombres de la familia se asoman y dan de comer al ganado que descansa en terrazas móviles. Mi prima Cristina no advierte que están en movimiento y cae. Todos ellos vuelven la cabeza. Sólo yo la veo caer al agua. Nadie es capaz de tirarse a buscarla. Cuando voy a lanzarme, Salva, su marido me retiene porque dice que ha muerto. Pienso que tengo que decírselo a mi madre, pero como no sé cómo, sólo la abrazo. Mi madre tiene el tamaño de un cojín entre mis brazos y la agarro muy fuerte contra mi pecho mientras veo a Salva, Andrés y Hero vaciar el pantano con sus propias manos. Desde allí arriba pienso que ya nada tiene sentido. Mi hermana pide que la consuele tirándome del pantalón, pero no le hago ningún caso a pesar de que no consolarla me hace sufrir.

banco de juguetes y cine de pega

martes, 2 diciembre 2008. Una ola se lleva el gato-perfumador que conservo desde niña. Me tiro al mar para recuperarlo. Amenazo a un chico que está tomando el sol para que me lo devuelva. Dame también tus gafas, le digo. Busco un banco de juguetes para que no se me vuelva a perder. Me dan una llave minúscula y me piden una dirección de correo electrónico. Como no sé cuál elegir, me siento en un sillón a pensar.
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Estoy en un cine viendo una película absurda. Ando más pendiente de las medias, se me caen cada vez que cruzo o descruzo las piernas. Alberto se ha sentado en primera fila con Paco Cumpián. Los dos llevan abrigo largo y sombrero. Blanco se sienta a mi lado y dice que le dé mi botella de cerveza para llevarla a la cocina. Espera, todavía me queda un poco, le digo. La apuro y se la doy. Después me quedo dormida. Cuando despierto, me doy cuenta de que me he dormido sobre su hombro. Siento una vergüenza enorme porque, además, no queda nadie en el cine. Blanco se levanta y enciende las luces, del patio de butacas pasa a la cocina de su casa. Me dice que puedo buscar otras medias en el mueble de los cajones. El mueble está lleno de medias y collares. Mientras busco, Blanco retira las butacas doblándolas como si fueran cartones, las coloca detrás del frigorífico, después golpea suavemente con los nudillos en la pared de la que sale una cama abatible. Se desnuda, se mete en la cama y dice: Es hora de dormir.

exhibicionismo y gatos clandestinos

lunes, 1 diciembre 2008. Paseo desnuda por una casa que no es la mía. La casa tiene una cristalera que da a una piscina comunitaria. Está llena de turistas. Para comprobar si pueden verme, paso por delante de la cristalera dando saltos.
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Sigo a Perkins por la calle pero lo pierdo a cada instante. Llevo dos libros que he comprado en una librería de segunda mano y tengo que entrar en la librería del museo donde Perkins acaba de entrar. La dependienta me dice que debo pagarlos. Le explico que los he comprado en otra librería. Una de las dependientas pasa un escáner por los libros y dice que puedo pasar. Me entrega una silla. Entre la silla y los libros no puedo correr y alcanzar a Perkins. Lo veo pasar por una de las salas, dejo la silla debajo de un cuadro y corro hacia él. Dice que ha comprado una postal. Azucena, dice como si yo supiera de qué se trata. Es la foto de una vidriera muy bonita a la que le han dibujado encima, con purpurina varias mariposas. No sé qué decirle. Un amigo de Perkins llega en ese momento y dice que la postal es una cursilada.
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Mi suegra se sienta a mi lado al borde de la cama. Dice que no se moverá de allí hasta que lave los calcetines de su hijo. No sé de qué calcetines me habla. Yo ando quitándole unos clavos a una caja de madera forrada de toalla azul, y sólo pienso en que no se dé cuenta de que tengo varios gatitos en un cesto bajo una silla.

bandeja

domingo, 30 noviembre 2008. Daniel llega con su hija Clara y una chica morena muy delgada. La chica se sienta en un rincón, ni siquiera saluda. Clara está muy grande y habla por los codos. Es igual que tú, le digo a Daniel. El camarero nos pone delante una bandeja estrecha de madera donde los vasos sólo caben en fila. Hay cinco vasos de cerveza y dos botellas minúsculas de Coca-cola. Tanto los vasos como las botellas están vacíos. Daniel está muy cansado, se queja de que Marián le hace la vida imposible y no quiere cuidar a la niña. No entiendo de qué me habla, pues Marián no es su mujer ni la madre de Clara. Daniel se va de repente. La chica morena me pone a Clara en los brazos y me dice que cuando llegue la madre de Daniel se la entregue. No entiendo nada, sólo pienso en cómo podría llevarme a casa la bandeja y las botellas de Coca-cola sin que el camarero se dé cuenta.

anorak verde

sábado, 29 noviembre 2008. He llegado con Alberto a una especie de centro comercial al aire libre, y digo una especie porque tiendas no hay. La gente que pasea, bebe, come, sube y baja escaleras, llevan actitud de comprar, pero no hay tiendas ni restaurantes, sólo escaleras de piedra y jardines sin cuidar. De vez en cuando, un autobús trae y lleva gente. Veo que de uno de ellos baja Juan. Lleva un anorak verde y las manos en los bolsillos. No se mueve, no saca las manos siquiera para saludarme. Sonríe. Sé que ha venido sólo para verme un momento y pienso que se ha puesto ese anorak, que posiblemente no es suyo, porque el verde es mi color favorito y "anorak" una de mis palabras favoritas. Me siento completamente feliz. Me vuelvo para avisar a Alberto de que Juan ha llegado, pero no lo veo. Cuando vuelvo a volverme Juan tampoco está. El último autobús está a punto de salir y me subo en marcha. En él sólo van cuatro chicas muy jóvenes que hablan de todo lo que han comprado, aunque no llevan bolsas ni compra alguna. Una de las chicas me dice: Creo que te has equivocado de bus.

casi sirena


jueves, 27 noviembre 2008. Héctor y Eliezer me llevan a una fiesta. Tienen mucho interés en presentarme a una amiga. Antes de la fiesta la amiga se sube a un escenario y lee poemas míos mientras me mira a los ojos sin pestañear. Siento una vergüenza enorme. Veo entrar en el salón de actos a Ayllón, lo saludo pero no consigo que me vea. Cuando sale, veo que lleva la camisa rajada por la espalda. Con la excusa de interesarme por su camisa me levanto y me voy. En un dormitorio Carmen Fernández Laporte, una niña del colegio que coincidió conmigo en primero de BUP, hace ejercicios de gimnasia en el suelo. Dice que ha leído todo lo que he escrito y que si nunca se acercó a mí es porque me admiraba mucho. No entiendo qué les ha dado a todas y salgo del dormitorio a un salón anexo enorme donde han vestido las mesas como si se fuese a celebrar una boda. Uno de los camareros me entrega una acreditación para la fiesta. Insiste en que no la pierda y, a ser posible, le pegue una foto al carnet. El salón se llena de gente que estaba en la lectura de la amiga de Héctor. Un chico parecido a Muñoz Quintana se me acerca para felicitarme y me dice, con cara de ilusión, que acaba de divorciarse. La chica se quita la peluca azul y deja caer sobre los hombros una preciosa melena pelirroja. Es guapísima y sin peluca se parece a Carmen López. Me toma de la mano y me saca de allí. Le digo al doble de Muñoz Quintana que cuide de mi acreditación, pues la he dejado sobre la mesa. Me guiña. La chica me conduce al servicio de caballeros. Se lo hago saber. La chica dice que ella es todo un caballero. Dentro del servicio, detrás de los lavabos hay un aljibe enorme con piscinas redondas climatizadas. La chica se mete en el agua con su vestido de fiesta. Le digo que es muy guapa, pero que no me gustan las mujeres. La chica pasea toda su melena roja y su vestido de fiesta bajo el agua sin dejar de mirarme. Hace piruetas para mí. Apoyo la cabeza en los brazos y la miro nadar. Noto que estoy llorando. Mis lágrimas son muy calientes, casi me queman la cara.

lentillas

miércoles, 26 noviembre 2008. Una chica japonesa me pide ayuda para encontrar una lentilla que ha perdido su amiga en el paseo marítimo. La japonesa que ha perdido la lentilla llora, pero sólo por un ojo. Sin que yo le pida explicaciones me dice: Tengo que encontrarla para que mi ojo derecho deje de llorar.

niños y ropa dulce

martes, 25 noviembre 2008. Mi hermana está jugando en el jardín, oigo su risa desde dentro de la casa. Mi prima Elisa entra sofocada, dice que Susana se ha caído. Cuando salgo a ver qué ha pasado, veo que tiene una pierna completamente destrozada. No le digo nada, se la cubro con la falda. Ella sigue riendo como si no sintiera ningún dolor. Pienso que no recuerdo el número de urgencias, y en ese mismo instante llega una abundancia. Dudo quién debe ir con ella, yo, que soy su hermana, o mi prima Elisa, que aunque en el sueño es una niña pequeña, es médico.
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Mi suegra está desayunando en el comedor de la casa de mi abuela. Me extraña que desayune siendo de noche, pero no digo nada. a cada bocado va desapareciendo en su asiento hasta quedar bajo la mesa. He terminado, dice, y alza los brazos. Retiro la mesa del comedor, de madera pesada, con la facilidad que muevo el cursor por la pantalla de mi ordenador. Me sitúo detrás de ella y la levanto del suelo sin ningún esfuerzo. Una vez en pie, es una niña y corre hacia el dormitorio riendo a carcajadas.
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Estrella, la chica que limpia las escaleras, llega a casa de mi suegra con tres niños. Dice que son sus hijos y no tenía dónde dejarlos. Los niños abren todos los muebles y desordenan la casa. Les saco un juego de mesa, "El lince", para entretenerlos y que dejen de incordiar. Aparecen con un montón de chucherías que no sé dónde han encontrado. Lo ensucian todo con sus manos pegajosas. Pienso que después tendrá que limpiarlo todo su madre, con lo cansada que está siempre. Estrella, ¿te has cortado el pelo?. Sí, dice. Pero cuando se da la vuelta veo que en realidad lleva una coleta. Me sienta muy mal que me mienta y me alegra que los niños lo hayan ensuciado todo. El niño mayor dice que sabe cómo acabar con mi dolor de espalda. Con las manos pringadas de caramelo, me frota la espalda con fuerza.
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Estoy en la cola del cine Victoria. Delante de mí veo a mi amiga Begoña. Ella me mira pero parece no reconocerme y a mí me da vergüenza decirle quién soy. Aprovecho la ocasión para mirarla y admirarla. Qué guapa es, pienso. Nunca la había visto tan arreglada, incluso lleva tacones. Los tacones son de ante burdeos a juego con las medias y el abrigo. Me fijo en que bajo los tacones lleva pegadas unas pelusas. Sin que se dé cuenta, las piso con la punta de mis zapatos para que cuando empiece a andar no las arrastre. Al bajar la vista, veo que yo llevo también zapatos de tacón de ante gris a juego con los pantalones. No sé de dónde he sacado esa ropa. Bajo mis mies hay muchísimas pelusas, pero al menos ella ya no las arrastra. Detrás de mí veo al poeta Odón Serón. Lleva una chaqueta de ante color mostaza. Me extraña que todos hayamos elegido ropa tan suave acorde con la moqueta que cubre el suelo y las paredes del cine. Odón tampoco me reconoce. Una vez dentro de la sala, veo una mano que me llama. Es Francis, me ha guardado un asiento a su lado. Dice que se ha sentado al fondo para que podamos marcharnos sin llamar la atención si la película no nos gusta. Francis lleva una chaqueta de cuero negro. ¿Por qué no te has puesto ropa dulce?, le pregunto.

cortázar

lunes, 24 noviembre 2008. Estoy en la cama. Al sacar la cabeza entre las sábanas veo que estoy en un salón de actos rodeada de gente. Es el maratón de lectura de poemas de Cortázar. Pregunto qué hora es. Alguien me dice que todavía falta mucho para que me toque leer. Decido echarme otro sueñecito. Unos chicos revuelven en mi ropa y se llevan mi sujetador. Tengo tanto sueño que no les digo nada.

cornisas

domingo, 23 noviembre 2008. Veo que un hombre me persigue aunque está quieto. Salgo a la terraza para pedir ayuda. La vecina de abajo me oye gritar, dice que no puede ayudarme, sale por la ventana y huye por las cornisas.

buzones

viernes, 21 noviembre 2008. Blanco y Navarrete me acompañan a casa de mis padres. Hablamos por señas porque cada uno está en una acera, bajo un balcón que nos resguarda de la lluvia. Entiendo por sus gestos que nos vemos después en el bar y que como llegará antes que yo, pedirá dos cervezas. Al entrar en el portal voy a los buzones que, como siempre, están rotos y cargados de correspondencia. El buzón de mis padre no está, aunque la llave que tengo abre los de otros vecinos. Sobre los buzones hay cartones con mensajes y un rotulador rojo sin capuchón. Pienso en la suerte que tengo porque precisamente necesitaba uno. Pruebo a pintar con él, pero está seco. Bajo la escalera han colocado más buzones, pequeños y desordenados que sólo contienen trozos de papel usado. Bajo los buzones hay una cocina que parece de juguete y cartas abiertas en el suelo.
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Al levantarme de la cama oigo voces a lo lejos. No reconozco la casa ni la voz. Me visto muy rápido e intento escapar por alguna ventana, pero las ventanas son muy estrechas y tienen persianas metálicas imposibles de abrir. Oigo que se acercan y me escondo detrás de una puerta. No me ven. Pienso que, como en todas las películas, tal vez pueda saltar por la ventana del cuarto de baño, pero como no conozco la casa, no sé cómo llegar.

flores blancas y todas mis tías

jueves, 20 noviembre 2008. Estoy en casa de Héctor con varios de sus amigos. Héctor llega con varias maletas, da abrazos y besos. Yo espero apoyada al frigorífico. Cuando me ve me lleva de la mano a enseñarme su nuevo jardín. Es un jardín de flores blancas, dice. Las flores huelen a caramelo, distingo varios aromas diferentes pero no reconozco ninguna flor. Bajo un jazmín de invierno, pero con flores también blancas, hay una puerta. Es mi nueva habitación de pensar, dice. ¿Te importa que me dé un baño mientras te cuento mi viaje?, dice. Al meterse en la bañera, Héctor se transforma en Carlos. Antes de que empiece a hablar decido llamar a Alberto para avisarlo de que llegaré tarde. Bajo la bañera hay un teléfono rojo de teclas cuadradas enormes.
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Mientras camino por la calle, sólo veo mis pies y adoquines muy brillantes. Llevo unas botas de tacón y medias negras muy tupidas. No parezco yo, pienso, pero me gusta verme así de arreglada. Encuentro a mi tía Encarna en la alameda. Dice que se ha despistado y no sabe dónde queda la joyería donde dejó un anillo para que se lo arreglaran. La tomo de la mano como si fuera una niña pequeña. Sigue llamándome la atención lo brillantes que están los adoquines y, sobre todo, que mi tía no repare en mi nuevo look.
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Se ha ido la luz en la cocina de mi abuela. Eso es que va a llover, dice mi tía Paqui. Salgo a recoger la ropa tendida. Recoge también las macetas para que no se mojen, dice. Las macetas están llenas de nidos de pájaro y no sé qué hacer con ellas. Doblo la ropa que acabo de recoger. Parece ropa de adolescente de los años 50, enaguas tipo can-can rosas y puchos de florecillas amarillas con encajes. Mi tía Mari dice que son suyos y se va dando saltitos por el pasillo. No comprendo bien cómo ellas son tan jóvenes y yo tan mayor. De vuelta a la cocina, efectivamente está lloviendo. Cierro la puerta que da al patio y la luz se enciende. Creo que es el momento de limpiar te techo, les digo.

encapuchados

martes, 18 noviembre 2008. Llaman a la puerta y antes de que pueda mirar quién es, veo a tres encapuchados pasar por la terraza. Cojo el teléfono y me escondo bajo el trinchero. Llamo a la policía, pero salta un contestador. Escapo por una ventana. Los encapuchados me siguen. De la ventana he salido a un paseo marítimo de una ciudad que no reconozco. Pienso que nunca me buscarían en una sauna, así que entro y pido un masaje. Al momento oigo a los encapuchados pedir un masaje también. Me defiendo de ellos lanzándoles cera derretida de las velas perfumadas que invaden el local. Salgo por otra ventana, me siento en una silla de ruedas y me dejo ir por una cuesta muy empinada.

laberinto

domingo, 16 noviembre 2008. Blanco me agarra muy fuerte de la mano y entramos en una laberinto de paredes oscuras. Al salir, me pregunta si ha merecido la pena el viaje.

la voz

viernes, 14 noviembre 2008. Estoy de espaldas a una voz. No sé bien lo que dice pero me reconforta, a pesar de ser una voz distorsionada. No te esfuerces, sé quién eres, eres Jota, le digo sin volverme. Vuélvete ahora, dice. Detrás de mí sólo hay unas cuerdas en el suelo. La voz, ahora sin distorsionar, me dice que mire hacia el cielo. Es de noche. ¿Ves esos fuegos artificiales?, los he traído para ti, dice.

carne

jueves, 13 noviembre 2008. Entro a una carnicería con un trozo de carne del tamaño de un bebé en los brazos, apoyado en mi hombro como si acabara de comer y estuviera durmiendo. Le pido al carnicero un trozo igual. El carnicero lo mete en una picadora y me guiña un ojo.

la verdad

lunes, 10 noviembre, 2008. Daniel dice que está dispuesto a pagarle a una chica rubia por saber la verdad. La chica rubia coge el dinero y le cuenta un montón de mentiras. Corro detrás de la chica rubia y le grito: ¡Yo también quiero saber por qué lo dejé!
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Tiendo un montón de corbatas en un tendedero que me queda demasiado alto.

adiós

domingo, 9 noviembre 2008. Alberto da vueltas por la casa buscando cosas y metiéndolas en una maleta. No le pregunto nada, pero sé que se va para siempre.

perros armados

sábado, 8 noviembre 2008. Habitación acristalada con tres camas muy altas. Mis padres y mi hermana duermen. En la terraza contigua hay tres perros. El más grande tiene una metralleta entre las patas y se le nota que sabe usarla. Pienso que quiere dispararme porque no lo he dejado dormir dentro de casa.

noria

viernes, 7 noviembre 2008. Alberto y Marcos van en una noria de feria al borde del mar. Cuando están en el punto más alto saltan al agua perfectamente sincronizados.
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Saco fotos de un solar donde, se supone, antes había una casa que me gustaba. Ahora hay un árbol sin hojas con un nido. Cuando acerco el zoom, veo que en el nido hay tres huevos verdes.

kimono

jueves, 6 noviembre 2008. Unos cuantos adultos juegan en un fuerte de un parque infantil. Veo llegar a Camilo con auriculares puestos. Pienso que cómo nunca he pensado que le gustara la música. Lo saludo, no me ve. Para llamar su atención me subo a una verja forrada de plantas. Desde la verja, veo al otro lado un colegio vacío. Pienso que si caigo al otro lado no podrá salir nunca más. Camilo juega en el fuerte igual que un niño. Da gusto verlo tan feliz. Ni prima Elisa llega con dos bebés recién nacidos, dice que sólo puede ocuparse de uno y deja el otro en el suelo, a mis pies. Javier me llama desde una habitación blanca, con muebles, blancos que cuelga de un árbol. Intenta darme un beso, pero le aparto dulcemente la cara. Dibuja un pupitre antiguo, dice que lo ha diseñado para mí, para que lea y escriba en él. Me sorprende lo bien que dibuja. Dice que dentro del pupitre han dejado algo para mí. Meto la mano en el dibujo y saco un sobre con remite en chino. Me lo envía Ismael Grasa. En él me dice que pronto recibiré un kimono. Salgo de la habitación muy contenta y le cuento a Camilo, que ya puede oírme y está jugando en el fuerte con mi prima Elisa, que ya me han enviado el kimono. Lo llevo puesto. Camilo y Elisa me persiguen como niños por el parque para ver si llevo algo debajo. Me agarro a un árbol todo lo fuerte que puedo. Camilo saca una antorcha y le prende fuego al árbol.

deseo

martes, 4 noviembre 2008. Arrodillada, hundo las manos en un parterre de arena volcánica negra. Unos niños juegan a mi alrededor. Pido un deseo, que el tiempo pase.

memoria

lunes, 3 noviembre 2008. Estoy durmiendo, mi suegra entra en la habitación y abre la ventana de par en par. Me pongo unos calcetines, las botas y salgo de casa tal como estoy, desnuda. Me siento muy triste, porque no entiendo por qué es tan injusta conmigo. En una mano llevo una botella vacía y en la otra una de vino blanco. No recuerdo haberlas cogido al salir. Busco una papelera donde dejarlas. Camino por el paseo marítimo, nadie me mira y tampoco siento vergüenza por ir desnuda hasta que veo, a lo lejos, a Camilo. Toda la vergüenza me llega de golpe, corro a esconderme en un local que parece una iglesia. Allí mi desnudez tampoco llama la atención. Un chico muy amable me saluda como si me conociese de toda la vida, me pregunta si sigo escribiendo y me cuenta lo bien que va su anticuario. Me regaña dulcemente porque hace mucho que no voy a visitarlo. Me pregunta con naturalidad si no tengo frío y acto seguido me da una camisa blanca igual a la suya. Después me enseña unas cajas antiguas de madera, preciosas. Al cabo de un rato llega otro chico más alto, también me saluda familiarmente. Se conocen entre ellos, hablan de cuando quedaban para jugar al fútbol en la playa y me piden que vuelva a organizar los torneos. Un tercer chico, con gafas, más gordo, también se acerca a saludarme. No puedo seguir fingiendo y les digo que no recuerdo a ninguno de los tres, que desde que padezco fibromialgia olvido caras, nombres y hasta me pierdo por algunas calles. El de las gafas se siente muy ofendido y se va. El chico del anticuario se aleja muy triste y se sienta en un rincón, en el suelo. El otro se interesa un poco por mis dolores y mi falta de memoria, pero mientras me habla también habla por el móvil, está quedando con una chica. No comprendo cómo han pasado de ser tan cariñosos a despreciarme. Salgo a la calle con la esperanza de que al menos uno de ellos me siga, me abrace y me consuele un poco. Al volverme, sólo veo a un anciano que sube la calle detrás de mí. Intento tomar un taxi para volver a casa, pero en la parada todos los taxis llevan dentro parejas de recién casados.

vivo con tu madre en un castillo

domingo, 2 noviembre 2008. Vivo con mi suegra, mi cuñada y mis sobrinos en un castillo. No hay puertas ni ventanas, sólo yo tengo frío. Mis sobrinos han adoptado a una marmota del tamaño de un perro. La marmota llora igual que un niño. Le abren la boca para ver qué le duele. Son los intestinos, dice mi sobrina. La escurren como si fuera un trapo mojado y salen más de tres litros de agua. Quiero irme de allí. En el patio de armas, un vigilante jurado me dice que no puedo salir, y que ni se me ocurra acercarme a las señales con forma de espiral porque roban energía. Sobre nuestras cabezas pasa una bandada de pájaros negros. Me entran ganas de llorar. Justo antes de volver a entrar al castillo, el vigilante me dice: Recuerda, tampoco puedes mandar e-mails porque la @ también es una espiral.

blanco perfecto

sábado, 1 noviembre 2008. Todo ocurre a la vez y junto al mar. Es de noche, pero estoy tumbada tomando el sol. Un hombre que vuelve de una manifestación intenta violarme sin soltar siquiera la pancarta que lleva en las manos. Antonio Blanco dice que tiene una pistola, dispara al hombre pero no veo si consigue darle. Blanco se transforma en un hombre negro altísimo. Le digo que un negro con una pistola es un blanco perfecto, que se deshaga de ella y escape. Comienza a correr por el paseo marítimo, como no me he despedido de él ni le he dado las gracias, me pongo unos patines para alcanzarle, lo abrazo y lo beso. Su saliva es espesa y agria. Mientras lo beso me pregunto si su saliva siempre habrá sido así o es por su transformación de blanco a negro. De nuevo en la playa, una plaga de insectos ataca a los bañistas. Me tumbo sobre mi sobrino Darío para que no le piquen. Todo mi cuerpo queda invadido por insectos de alas azules que, bajo la piel, parecen tatuajes. Me los saco uno a uno mientras observo que todos los bañistas han muerto. Llevo a Darío con sus padres. Un camarero nos persigue. Cuando consigue acorralarme, dice que sabe lo que hizo Blanco. En ese momento una ola gigante se lleva al camarero y a otras personas que paseaban por la orilla. Agarro a Juano de la mano y le digo que aunque ya no lo quiera voy a salvarlo. Todos se ahogan menos él. Una chica que no conozco de nada se acerca con dos maletas, la suya es rosa, la mía gris. Estoy lista, dice.

camilo en bañador

viernes, 31 octubre 2008. Estoy sentada en un escalón y una niña se me acerca, se sienta en mis rodillas y se queda dormida. Su madre, me dice que vuelve en media hora y desaparece. Llega Daniel muy despeinado, no dice nada, ni siquiera me saluda. Al rato aparece Andrés con su cámara colgada. Hablan entre ellos como si yo fuera invisible. Dicen que han quedado con sus mujeres y sus respectivos hijos en el parque acuático. Quiero ir con ellos pero debo cuidar a la niña dormida. De repente se ha hecho de noche y la niña no está. Aprovecho para marcharme. Alguien camina justo detrás de mí. Es Camilo. Noto que se ha cortado el pelo pero no le digo nada porque no sé si puede verme y no quiero asustarlo. Me da las gracias por haber votado por su libro. Me alegro de que puedas verme, le digo, pero yo no estaba en el jurado. Me coge de la mano y me hace entrar en una sala de billar. Aquí no dan de comer, protesto, y además he quedado en el parque acuático. Se quita la ropa, debajo lleva una braga náutica azul muy ajustada. Ha salido el sol y estamos sentados en una escalinata por donde cae agua templada. Yolanda, a la que no veo hace años, llega con su hija y me fotografía con ella. Me alegra verte tan feliz, le digo. Camilo sigue a mi lado sin decir nada, vigilando que no me resbale ni me entre agua en los oídos. A veces me tapa las orejas con las manos si alguien salpica. En bañador pareces mucho más joven, le digo.

cd sabor naranja

miércoles, 29 octubre 2008. Feria del centro, el suelo está mojado, encuentro cuentas de cristal con forma de diamante. Cojo una azul para mí. Le pregunto a una chica, vestida con un sari, si quiere alguna. Dame todas las que sean de color rosa, dice.
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Subiendo a casa, veo junto a un contenedor un frasco vacío de Nenuco. Me da vergüenza cogerlo. Más arriba, en otro, hay una caja con varios muñecos iguales a los que tenía de pequeña. Aunque un vecino me mira con mala cara, cojo la caja de la basura y la guardo en el bolso.
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Purranki ha venido a verme con Maribele y su hija Irina. Los recibo en casa de mi bisabuela, en Estepona. Les pido disculpas por el árbol que ha crecido en mitad del salón. Como hace tanto que no vengo por aquí, no he podido podarlo, les explico. Para que duermen, les he preparado unas hamacas de lona, pero dudo si la niña estará cómoda. Al entrar en la cocina, veo a todas mis tías abuelas, pero sé que sólo yo puedo verlas. Les pido que no hagan ruido por la noche para que la niña pueda dormir. Purranki me ha traído un cd. Mientras me explica lo que me ha grabado, voy chupando el cd. Cuando termina de hablar, me doy cuenta de que no me queda más que un pedacito de cd sabor naranja en la boca.
nieve
jueves, 30 octubre 2008. Un bebé me pide que le haga un pijama. Cojo una pieza de tela blanca y se la cosa sobre la piel.
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Me tumbo desnuda sobre la nieve y espero.
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Le pregunto a mi tía por cuánto me vende la casa de mi abuela. Como respuesta me entrega un libro que, se supone, le presté hace tiempo con fotos y un plano de Venecia.
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Iker me espera a la puerta del que fue el despacho de mi padre. Cuando llego ni siquiera me saluda, sólo dice: ¿Subimos?

buena vida mala vida

martes, 28 octubre 2008. Antonio Blanco ha organizado un festival de dibujos animados. Para hacer el cartel me pide ayuda. Dibujamos en una cartulina blanca, que de repente se multiplica. Tenemos más de cien carteles y una fila de fans se nos acerca para que se los firmemos. Blanco dice que después habrá una fiesta, y me empuja a un cuarto en penumbra. Hay una mesa enorme vacía. Sólo tienes que cerrar los ojos y desear, me dice. Cierro los ojos y la mesa se llena de bebidas. Los vuelvo a cerrar y aparecen mis amigos sentados alrededor de la mesa. Los vuelvo a cerrar y entran por la puerta Carmen y Enrique. Miro todo lo que hay a mi alrededor y les digo: ¡Qué buena vida!
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Estoy en un supermercado haciéndole la compra a mi suegra. Todo está desordenado, las latas abiertas, las cajas de galletas rotas, no encuentro los productos de limpieza. Alberto me dice que no olvide las cervezas. No quedan, sólo veo en una estantería una lata de sidra, pero no alcanzo a cogerla. Decido llevar las latas aunque estén abiertas, para no volver a casa sin nada. Antes debo meter el dedo en cada una y saber de qué son, pues tampoco tienen etiquetas. Alberto ha desaparecido con el carrito, salgo a buscarlo a la calle, una señora me empuja y caigo de la acera a la calzada. Caigo a cámara lenta y me da tiempo a ver que debajo hay un charco enorme de orines. En el último instante un chico vestido de barrendero me agarra la mano y evita que me caiga. Dice que me acompañará a casa.
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En el salón de una casa hay dos camas. He ordenado la habitación y tengo preparada la maleta porque, se supone, nos vamos de viaje. Alberto llega y se echa a dormir. Pongo la tele sin sonido para no despertarle. Cuando se levanta, las dos camas están deshechas y la ropa que estaba en la maleta tirada por el suelo. Se enfada y sale de la casa dando un portazo. Recojo la ropa y cierro las ventanas, pero las ventanas se me quedan a trozos en las manos. Según camino por la habitación se van levantando las baldosas. Las lámparas han desaparecido y sólo hay bombillas desnudas colgando del techo. Me doy por vencida, me asomo a la ventana y veo llover sobre un descampado lleno de escombros.

lejano oeste y cámara lomo

lunes, 27 octubre 2008. Estoy en una cantina como las de oeste con Maribele, Purranki y Joan. A Maribele le sirven un chuletón enorme. Protesta al camarero, le dice que es vegetariana y quiere que le cambien el plato. Ella misma se levanta y va a la cocina. Vuelve feliz con un plato de lentejas con chorizo. Mientras esto ocurre, Joan se ha comido toda una fuente de lasagna y empieza a robarle comida a los de la mesa de al lado que, para defenderse, se tiran vasos de agua. Salimos y las calles son, efectivamente, las de un pueblo del oeste, pero sólo yo me sorprendo. Todos se suben a un molino de agua y hacen piruetas hasta que empiezan a caer. Joan se queda colgando de una mano, pero finalmente cae. Cuando voy a ver si se han hecho algún daño, veo que se han convertido en pinzas de madera de tender la ropa.
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José Luis va con una niña en un vagón de tren. Están sentados en el suelo. La niña dice muy orgullosa palabras que no se corresponden con su edad, pero las dice ton ni son. José Luis quiere que le enseñe mi cámara, pero me da vergüenza porque está llena de arena y, como él es fotógrafo profesional, pienso que voy a darle mala impresión. Intento buscar las palabras precisas para explicarle que tengo cámaras muy buenas que cuido delicadamente, que esa es sólo mi Lomo de batalla, pero la niña me roba las palabras antes de que yo las pronuncie. No debiste llevar la cámara al Sahara, me dice. En ese momento compruebo que no le he puesto película y que el ridículo que voy a hacer, cuando él se dé cuenta, es espantoso.

bombero pirómano

viernes, 24 octubre 2008. Mientras tiendo ropa que mi hermana se ha dejado chorreando en un cubo, Javier me dice que ya tiene los libros. Me enseña dos folios verdes impresos. Uno es de Héctor y el otro mío. Héctor no comprende cómo dos libros ocupan sólo dos folios. Indignado, le quita a Javier el suyo y desaparece. Las luces se apagan y Paco Cumpián se sube a una máquina gigante. Javier me explica que es la más antigua del mundo. La sombra de Cumpián subido a la máquina es preciosa y pido permiso a Javier para sacar unas fotos.
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Ayudo a mi suegra a pasar por un camino de barro. A la puerta de un restaurante hay un puesto de cosas viejas que la lluvia ha mojado. Entre ellas álbumes de fotos antiguas. Le pregunto al dueño cuánto cuestan. Dice que no sirven para nada, que sólo me cobrará 12 euros. Mientras hablo con él, mi suegra se ha subido a una mesa camarera y patina sobre ella como si tuviera cinco años. Junto a los álbumes hay figuritas de monos muy feas que cuando las miro cambian de postura y me ponen caras.
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Llegamos a un bar. Se sientan con nosotros Muñoz Quintana e Isa. Nos traen una cerveza a cada uno, menos a Alberto que le ponen delante cuatro copas pequeñas con hielo rosa y un Martini. De los cubitos saca cuatro muñecos Kinder y me da uno. Ya sabes que siempre he odiado a los búhos, le digo. Reparte otra vez los muñecos y me da el último, un fantasma que en mis manos se convierte en una figurita Disney. Ya sabes que siempre he odiado a Disney, le digo.
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Carmen y Enrique están muy serios en la puerta de un bar, esperando a que abran. Los saludo desde lejos pero no responden, parecen dos figuras de cera. Una vez dentro, los veo sentados en una mesa muy larga que preside Lucas, el koala puesto. Lucas lleva unas gafas rojas de pasta muy exageradas. Actúan como si yo fuera invisible. Una de las chicas de esa mesa, le da una patada a una salamanquesa pequeña que hay a la entrada de los servicios. Le digo que es más animal que la salamanquesa. La chica me insulta. Lucas me hace un gesto como diciendo que está de mi parte. Después les dice a todos que sólo a mí se me podía ocurrir escribir una novela sobre un bombero pirómano. Un chico me da un single, pero dentro de la funda sólo hay una caja de cerillas. Pienso que se están burlando de mí, pero me da igual, porque al menos ya no soy invisible.

kafka y los okupas

jueves, 23 octubre 2008. Mi madre y mi tía Encarna están en un bar. No sé si acaban de llegar o ya se van, porque llevan puestos sus abrigos. Daniel y Héctor están sentados con ellas. Daniel tiene en brazos a su hija Clara. Héctor me dice algo al oído que no consigo entender. Les digo que he quedado con Joan y llego tarde. Mi madre me dice que tenga cuidado con las drogas. Quédate tranquila, yo sólo soy de cerveza.
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Mi madre, mi hermana y yo vemos, desde el jardín de la casa de mi abuela, unos tornados que se acercan desde el monte. En ese monte pasan cosas muy raras, le digo a mi hermana, ¿te acuerdas cuando vimos aquel platillo volante? En ese momento, mi madre levanta los brazos y hace girar una tarta sobre nuestras cabezas. Esto sí que es un platillo volante, dice. Un rayo cae sobre la tarta. Que bien, dice mi madre, ahora es de chocolate.
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Juan y yo tomamos unas tapas en la acera, junto al portal de casa. Las tapas son cabezas huecas de pájaro. Tengo una sorpresa para ti, me dice, mira dentro de las cabezas. Veo una imagen en movimiento de Agustín paseando por una calle de Montreal. Cuando voy a mirar dentro de otra, me doy cuenta de que nos las hemos comido todas. Nos hemos comido incluso los picos y los ojos, le digo asqueada. Recogemos de la acera cáscaras de mejillones, varias servilletas y entramos al portal. Juan no entiende que en el buzón haya escrito el nombre de Kafka junto al mío. Le explico que desde que murió Kafka no recibe sus cartas, así que me pidió el favor de que se las enviaran a mi casa. Juan me ayuda a sacar la publicidad del buzón. Ni los dos juntos podemos con ella. Subimos a casa con una caja llena de cartas, publicidad, cáscaras de mejillón, vasos de cristal muy pesado y cubiertos. Al llegar a la puerta vemos que está arrancada. Entro con el vaso y los cubiertos en la mano a modo de arma. En el cuarto de Alberto hay dos chicos usando el ordenador. Juan dice que va a llamar a la policía. Me da mucha pena porque son muy jóvenes, les pregunto por qué han roto la puerta. Me explican torpemente que viven en la planta de arriba y no tienen internet. Les digo que podían haberme pedido permiso, que por esta vez no voy a denunciarlos, pero que cuando se vayan se lleven todas las banderas del Real Madrid que han colgado en la habitación.

sal y fresas

miércoles, 22 octubre 2008. Estoy tumbada con Eski sobre una montaña de sal. Mientras hablamos, a ratos es él y a ratos una niña pequeña. Le pregunto cómo lo consigue.
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Daniel está durmiendo. Mientras, lavo unas fresas bajo el grifo. Me acerco a la cama muy despacio y le meto una fresa en la boca.

sobresaliente en dibujo

martes, 21 octubre 2008. Marcos y yo escalamos la fachada de una casa hasta llegar a la azotea. Las barandas son de madera verde y nos hacen daño en las manos, pero él está muy emocionado a pesar del dolor porque, dice, es su primera vez. Le advierto que cuando estemos dentro no podremos hacer ningún tipo de ruido. Entramos por una ventana a un dormitorio. Dentro hay dos chicas que hablan animadamente mientras comen pipas. Marcos se ha vuelto de repente un bebé y llora sobre la cama. Les digo a los tres que se callen mientras tapo la mirilla de la puerta con un dedo. Se ríen. Abro la puerta para que la dueña pueda ver que hemos entrado. Ya me he cansado, les digo enfadada. Antes de que la dueña entre en el dormitorio meto las sábanas de la cama en una bolsa de deporte para no dejar huellas y corro escaleras abajo.
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Llego a una comisaría donde me dicen que han encontrado mi DNI en una papelera. Está tan deteriorado que tenemos que hacerte otro, me dice una chica muy amable. Saca de un cajón todos los boletines de mis notas y las copia con letra muy pequeña en el nuevo DNI. Me felicita al ver que saqué sobresaliente en dibujo en todos los cursos.
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Mamá tiene la cocina llena de cajas de leche y de los nuevos pastelitos de Nocilla. Le digo que hace tiempo que quiero probarlos pero no los he visto en ninguna tienda. Cómete los que quieras, me dice. Sin llegar a probarlos, me voy al supermercado. Allí está mi padre sopesando el precio de un pijama para mi hermana. Es que quiere un pijama de ositos como el tuyo, me dice. Junto a las estanterías hay una cama muy estrecha donde se han tumbado mi abuela y mi tía Encarna. Busco los pastelitos, pero sólo hay estanterías con ropa. Siempre quise unas zori, le digo a mi padre. Hay un cajón lleno pero ninguna de mi número. Entre otras cosas encuentro un pashmina verde y un polo gris por sólo 10 euros. Al fondo del cajón, bajo la ropa, hay envases de bacon. Pienso que debo llevarlos al encargado porque si siguen entre la ropa se estropearán, pero me distraigo con unas figuritas de los Simpson que hay también bajo la ropa.

pelusas gratis

lunes, 20 octubre 2008. Daniel se queja de que no sabe distinguir las medias de Ángeles, y cada vez que le pide unas, tiene que dar dos paseos porque siempre las confunde. Lo veo tan deprimido que consigue entristecerme, pero no sé cómo decirle que todo eso es una tontería. Alberto llega en ese momento y dice que nos lleva a casa. Daniel tiene miedo de ir en el coche porque no tiene matrícula. Pienso que no es normal que cosas así le preocupen. Cuando pasamos por el paseo marítimo, vemos un barco construido en piedra, navegando. Mira, es igual que el tuyo, le digo a Daniel. El mío se hundió, responde.
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Daniel y yo esperamos a Purranki en su trabajo. En su ordenador hay unas ranas saltarinas. Pienso que es un salvapantallas demasiado infantil para él, que ya es padre de familia. Las ranas salen de la pantalla y escapan por la moqueta ensuciándolo todo. Creo que el ordenador de Purranki ya está libre de virus, le digo a Daniel. Daniel ha descubierto bajo la mesa revistas de decoración de habitaciones de bebé. Una de ellas regala un biberón y otra pelusas. Mientras esperamos hacemos bolas de pelusas y soplamos para que vuelen.

espaguetis musicales

domingo, 19 octubre 2008. Casa deshabitada, la misma de otros sueños. Un grupo entra para celebrar una boda. Miro desde la acera cómo beben y bailan. De repente estoy dentro, pero ya no hay fiesta, alguien ha cerrado la puerta y las ventanas. La novia grita histérica hasta el punto de arrancarse el velo. El resto de invitados se echa a dormir en el suelo. Uno de ellos dice: Moriremos de hambre. Acto seguido también se duerme tranquilamente. Le pido a uno de ellos que me ayude a romper un cristal para salir. El cristal resulta ser de vinilo naranja y sale de una pieza, Salgo a la calle entre los barrotes. El chico me dice que él se queda. Corro hasta llegar al cauce de un río seco. Me doy cuenta de que llevo la mochila verde que mi madre me compró en 6º EGB. Saco de la mochila unas ramas secas para hacer fuego cuando llegue la noche y me siento a esperar.
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Hemos quedado para cenar con Isa y Javier. Mientras nos traen la cena, les digo que voy a enseñarles mi último invento. Saco del bolso un paquete de espaguetis y, sin abrirlo, los manoseo. De los espaguetis sale una música deliciosa. ¡Es Haendel!, dice Javier entusiasmado.

sobrinos y funeral

sábado, 18 octubre 2008. He quedado para la presentación de una revista de poesía. Mis sobrinos, que nunca han leído un libro, se muestran muy interesados en acompañarme. Elena me dice que todavía tiene que desmaquillarse, y Diego me pregunta si se ha vestido adecuadamente. Aunque son mayores se comportan como niños buenos. Cuando llegamos al local, hay una verbena y las revistas están tiradas por el suelo. Mis sobrinos se enfadan porque aquello es un desastre. Todos los poetas están borrachos o a punto de estarlo. La puerta de salida es de vinilo naranja transparente. Y encima ni hay una puerta decente, me recriminan mis sobrinos.
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En la plaza principal de Logroño se celebra el entierro de un amigo de Carmen y Enrique. Todos lo celebran como si fuese la fiesta patronal, hay puestos de comida y vino gratis para todos. Carmen está muy contenta porque todo está saliendo muy bien. El coche fúnebre es blanco. Noto que tengo fiebre y voy al hotel a tomar una pastilla. Con la cabeza embotada, espero en una cola de autocares con Alberto y Andrés. Los autocares se van sin nosotros y Alberto y Andrés desaparecen. Pienso que se han ido en el último. Intento entrar en un vagón de tren que está en marcha, pero un chico me dice que es muy peligroso. Me agarro a la barra de la puerta y en una curva estoy a punto de caer. El chico me ayuda a entrar y me cede su asiento. Dice que de todos modos ese tren no lleva a Logroño. El tren recorre una ciudad de calles estrechas a una velocidad de vértigo. Cuando veo una iglesia, le digo al chico que voy a saltar del tren. El chico acciona una palanca del techo y el tren frena. Salta ahora, me dice. Le agradezco la ayuda enseñándole a César, el erizo, y él se siente tan pagado como si le hubiera dado un millón de euros. Dice que le da pena saber que no volverá a verme. Yo le digo que también, pero es mentira. Corro por las calles como si llevara ruedas en los pies, hasta llegar a la plaza de antes, que todavía está llena de gente. En un bar, veo a mi Hermana y a su marido. No sé qué hacen allí y no me alegra nada verlos. Primero pienso en esquivarlos, pero finalmente me acerco y les pido que llamen a Alberto. Hero me dice que lo ha llamado varias veces pero debe de tenerlo apagado. Imagino que Alberto, al ver su número, no ha querido responder. Le pido que me lo deje para enviarle un sms y decirle que me he perdido.

letizia indignada

viernes, 17 octubre 2008. Mi hermana se queja de que la ropa no le entra porque ha engordado unos kilos. La princesa Letizia, que está sentada a su lado en el salón de casa de mis padres, le dice: Y encima, tienes que aguantar a los periodistas cuando sales de casa. Dicho esto, se levanta, se quita la ropa que lleva puesta y la tira al suelo.

monedas comestibles

jueves, 16 octubre 2008. Alberto y yo nos despertamos en el jardín de un hotel. Hemos pasado la noche tapados con el césped como si fuera una manta verde. A lo lejos, en la piscina, veo tirarse en bomba a un grupo de chicas. Me acerco para bañarme con ellas. Lo que de lejos parecía una piscina ahora es un riachuelo de fango.
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Álvaro García y yo hemos quedado con Marcos. Llevamos más de una hora esperándolo en la puerta de la zapatería que hay frente a la catedral. Unos chicos, sentados en el banco de al lado, se ríen de nosotros. Le pregunto a Álvaro si sabe de qué se ríen. Se ríen porque habíamos quedado bajo el segundo árbol de la alameda. En vez de enfadarme, agarro a Álvaro del brazo y le doy muchos besos, para que los chicos piensen que no me importa haber perdido el tiempo. Llegamos a una especie de claustro donde viven indigentes. Al fondo veo a Jurdi, hermano de Marcos, con una camiseta naranja. Le pregunto a Álvaro si se acuerda de él, pues fue Jurdi quien nos presentó hace años. Álvaro prefiere no acercarse a él. Jurdi y yo nos abrazamos, me alegro mucho de verlo. Me fijo en que lo que parecía una camiseta naranja es en realidad su piel curtida. Tiene una cicatriz circular en el pecho. Está muy delgado. Me cuenta que lleva tres meses sin comer. Una chica rubia con el pelo muy corto, se acerca y le da un billete de 3 dólares. Jurdi se pone muy contento. Pienso que el billete es falso y no le servirá para nada. Nos acercamos a un puesto de chucherías y Jurdi pide una bolsa de bolas naranjas. 50 dólares, dice la dependienta. Jurdi le entrega el billete falso y ella le da la bolsa, que al llegar a sus manos se ha convertido en una bolsa llena de monedas de cobre. Te invito a comer, le digo. Pero Jurdi ya ha empezado a comerse las monedas.

globo azul y bolso morado

miércoles, 15 octubre 2008. Juan Luis estrena casa con una fiesta. La fiesta consiste en un chico muy gordo en pañales corriendo detrás de un globo gigante azul. El jardín todavía no tiene césped, así que me paso la fiesta preocupada pensando que el gordo va a herirse los pies.
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Mi padre me trae a la cama un vaso de leche. No creas que esto va a ser así todos los días, me dice, es que hoy tu madre ha ido a correr una maratón.
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Busco a Carmen en una iglesia. Mientras, Enrique me espera fuera. Salgo sin ella. Enrique y yo pensamos que quizá esté en el teatro, así que intentamos colarnos cuando abren las puertas. Con este bolso morado, nos dejan entrar seguro, me dice Enrique. Pues si quieres que nos dejen entrar, mejor deja que lo lleve yo, le respondo.
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He ido con Francis y sus hijos a un parque acuático. Víctor grita como loco, tanto que congela el agua que cae por los toboganes. Su hermana Elisa, le dice a su padre: Víctor está gritando a cántaros.

blancas y amarillas

martes, 14 octubre 2008. Camas gemelas, una junto a la otra. En una duerme Alberto y en la otra Juano. Voy a la cocina con la excusa de tomar una infusión. Lo que quiero es llorar sin que me vean. Alberto me sigue, dice que Juano y yo deberíamos cambiarnos de habitación. Aunque total, yo me marcho un día de estos, dice con alegría. Le digo que no quiero que se vaya o, si se va, que me lleve con él. Prefiero irme solo y emprender una nueva vida, dice. Me extraña que use la palabra emprender, aunque sé que se irá de todos modos. Decido que no quiero seguir viviendo. Cuando sale de la cocina, me tomo la infusión con un puñado de cápsulas blancas y amarillas, y caigo sobre la mesa.

patatas fritas y nubes

lunes, 13 octubre 2008. Alberto y yo acabamos de despertarnos, salimos a la terraza a desayunar, hace un día precioso. Nada más sentarnos, aparece su madre con dos escobas, una en cada mano, y nos dice que no perdamos el tiempo.
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En una clase con los alumnos sentados en círculo, leemos la Biblia. Yo voy cambiándome de silla para que no me toque leer. Tengo una carpeta llena de deberes que tampoco quiero hacer. Pienso que llamaré a Óscar para que me ayude a terminarlos. Me escapo de clase. Abajo está Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, vestida a ratos de enfermera ratos de princesa. El instituto también es a ratos un hospital. Oímos gritos, Rosamari dice que otra vez han matado a alguien, que eso pasa todos los días. Lo dice con absoluta tranquilidad. Mientras dobla sábanas. Tu hermana te está esperando abajo, dice. Mi hermana y Hero, su marido, están en un banco comiendo patatas fritas y nubes. Siento cierto asco al pensar en esa mezcla en sus bocas. Les digo que tengo mucha prisa y salgo a la calle corriendo. De repente estoy en un coche con Javi Rodríguez. No usa las manos para conducir, va recostado en el asiento con los ojos cerrados. A los lados de la carretera hay precipicios. No te preocupes, me dice Óscar desde el asiento de atrás, es un coche automático y en cuanto lleguemos al pantano, te salvo.
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Centro comercial que a la vez es hospital. Nos encontramos a Javier, Isa y Juan Cabezas en la cafetería. También han ido a visitar a alguien. Javier dice que estoy muy guapa, y yo le digo que está mucho más joven ahora que vuelve a tener pelo. Alberto se ríe de que nos digamos cosas bonitas. Saco del bolso unas fotos en blanco y negro, que al enseñárselas se hacen más largas y toman movimiento. Isa se las quita de las manos y dice que no quiere que las veamos porque en ellas sale con el pelo lacio y está muy fea. Se me ha olvidado a qué enfermo venía a visitar, le digo. Todos se ríen.

pokemon a la plancha

domingo, 12 octubre 2008. Voy con mi suegra por una carretera de tierra. Vemos que han construido bloques de pisos en los montes, tantos que sólo se ven ladrillos. Me gusta ver que la gente trababa, dice ella. ¿Y no te importa que hayan talado todos los árboles?, le pregunto. Que trabajen y no dejen de trabajar, eso es lo único que me importa.
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Tengo que preparar la cena para mi hermana y mi prima Cristina. Les pregunto si prefieren lomo o Pokemon a la plancha. Lomo, responden. Yo con patatas, dice mi hermana. Yo con monedas, dice Cristina.

masmenos

sábado, 11 octubre 2008. Antonio M. Quintana ha llenado de corazones las paredes del patio de mi abuela. Dentro de cada corazón ha escrito el símbolo masmenos.
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En u pasillo muy oscuro hay un espejo. Al mirarme, le espejo se ilumina y veo que no tengo ninguna peca.

nancy y julita

viernes, 10 octubre 2008. Nos vamos de vacaciones. Le digo a Alberto que antes quiero colarme en una casa que lleva unos meses deshabitada. Se alegra mucho, incluso aplaude. Saltamos el seto y abrimos el buzón. Dentro hay muestras de tampones. Me los guardo. Alberto tira las cartas al suelo y se ríe. Entramos en la casa, metemos ropa en una maleta y nos vamos, por fin, de vacaciones.
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Entro en una estación de autobuses muy destartalada. Arrastro una maleta. Busco un bar donde compara un helado. El chico me dice que no le quedan cucuruchos, así que me lo sirve en un vaso con el logo de Coca-cola. Dice que si le llevo el vaso cuando me coma el helado, me devolverá un euro. Al salir de la estación, me veo reflejada en las puertas de cristal y observo que voy vestida igual que mi muñeca Nancy, con un pantalón corto y una sobrefalda abierta abrochada a la cintura. Decido que no voy a devolverle el vaso.
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Bajo la silla hay un cuaderno de recortables. Cuando lo cojo para mirarlo, Ángeles me dice que son suyas. Le explico que no voy a quedármelas, que sólo quiero ver si entre ellas está una recortable que se llamaba Julita.

abejas muertas y embajada rusa

miércoles, 8 octubre 2008. Me quito los zapatos y aplasto un enjambre de abejas con los pies descalzos.
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Una chica y yo llegamos a la embajada rusa, está rodeada de un seto de cerámica. Me abro paso entre las hojas blancas y azules. Detrás del seto hay un hombre con un gorro de piel. Nos sonríe y nos dice que el concierto de Estopa es gratis. Pasad y tomad algo, dice. Nos sentamos en unos taburetes muy altos junto a una ventana y el hombre del gorro nos sirve unas bebidas. Empieza a colarse más gente a través de los setos, se tumban en la hierba a beber y a besarse. Dos chicos muy jóvenes intentan ligar con nosotras, que hartas de esperar nos metemos en un coche blanco muy pequeño, que parece hecho de cartón, y nos vamos. La chica conduce muy mal y acabamos dentro de una fuente. Creo que debemos despedirnos ya, le digo antes de bajar.
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Estoy intentando dormir pero noto demasiado peso en la cama. Cuando por fin estoy a punto, mi suegra entra en el cuarto a pasar la mopa. La acompaña la chica que conducía el coche de cartón.

lanzarote y falta de cordura

martes, 7 octubre 2008. Alberto y yo tratamos de convencer a Juan de que venga con nosotros a Lanzarote. Juan dice que no puede porque su hija le debe dinero. Quizá el año que viene, dice. El año que viene la isla se habrá hundido en el mar, le respondo.
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Toda mi familia está en la terraza de un bar. Unos niños salvajes aparecen con palos. Mi familia les pide entre risas y aplausos que les peguen con los palos en la cabeza. Los niños les dan encantados. Yo busco algo de cordura en Andrés, pero lo veo bailar con una falda naranja.

campana de gauss

domingo, 5 octubre 2008. Juan dice que tiene que enseñarme algo muy importante. Abre una puerta, es una clase con una pizarra enorme. En el centro de la pizarra hay dibujada una campana de Gauss. Tienes que memorizara porque esta noche tendrás que dibujarla delante de mis invitados, dice. Una vez en el salón de su casa, dibujo la campana en el aire, con los pies, sin ningún esfuerzo.

celofán

sábado 4, octubre 2008. Una chica muy guapa con un vestido de celofán rojo me presenta desde el estrado. Yo, desde la sala, le hago señas de que no quiero subir a leer. Dice que de todos modos tengo que cambiarme de zapatos para la cena. Me quito los verdes y me pongo unos rojos que ella misma me entrega. Le hago una señal a Óscar para que me saque de allí. Salimos de la sala y caminamos muy juntos, yo bajo su parka, para que nadie note nada. Una vez en la calle le digo que no puede seguir tan triste. La chica de celofán aparece al final de la calle. Óscar me empuja hacia un portal y finge que me besa para taparme y que la chica no me vea.

el burrito blanco y tapies

jueves, 2 octubre 2008. Mi suegra está tirando juguetes a un patio muy desordenado. Le pregunto si sin juguetes de Alberto. Dice que sí. Cuando se va, intento rescatar algunos, pero los ha tirado al patio de los vecinos. Los vecinos me ven y piensan que les estoy robando. En ese momento, del muro brota agua y, como si fuera una señal, los vecinos me dicen que coja lo que quiera. Cuando he conseguido salvar dos figuras de El Burrito Blanco, mi suegra sale al patio, me dice que deje de perder el tiempo y vaya a comprar naranjas de una vez.
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Estamos en casa de Diego Medina con su familia. En el techo hay una mancha de humedad muy bonita, parece un cuadro de Tapies. Les digo que si le ponen un marco, no tendrán que hacer obra. Marina, la hija de Diego, me dice que no es una mancha, es un fresco que pintó cuando era niña. Después me coge del brazo y me saca a la calle, dice que su novio quiere tener hijos y que ella no sabe qué hacer. Le aconsejo que espere si no está segura, que todavía es muy joven. Me abraza y llora.

pañales y endora

miércoles, 1 octubre 2008. Tengo que hacer un trabajo de Sociales para el lunes. No sé por dónde empezar. Le digo a Alberto que lo haga por mí. Mientras hablamos hacemos piruetas como si fuéramos del Circo del sol.
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Estamos en Chile y Alberto está haciendo un documental sobre desaparecidos. Entramos en una tienda de telas que antes fue un garaje donde, se supone, torturaban a los detenidos. Nos acompaña un militar que me apunta continuamente al ojo izquierdo. Mientras Alberto hace pregunta a los dependientes, le digo al militar que no es necesario que me apunte. Siéntate conmigo, le digo. Y nos sentamos en el escalón de la entrada a mirar el dibujo de un erizo con las púas redondas. Nos reímos.
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Papá está duchándose. Me pide que le lleve dos pañales, uno grande y otro pequeño, dice. Como estoy completamente desnuda, antes de acercarme al cuarto de baño intento buscar algo para taparme. Nada. Papá saca la mano sin abrir casi la puerta. Le doy los pañales y veo que el dormitorio de mi hermana, que está justo al lado, está completamente inundado. Achico agua con una fregona, pero no encuentro donde escurrirla.
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Alberto dice que Juan está al teléfono. No puedo entender nada de lo que me dice, porque Alberto me habla a la vez desde el pasillo donde se prueba varios bolsos bandolera.
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Una niña le dice a su madre que no piensa volver a hablar. La madre le dice que le da igual porque tiene poderes y podrá leerle la mente. La niña abre mucho los ojos y se tapa la boca con las dos manos. Mientras, una mujer muy parecida a Endora, de la serie "Embrujada", aplaude desde la copa de un árbol.

lápida y terraza

martes, 30 septiembre 2008. Estoy sentada en el suelo entre dos sofás enfrentados. En uno está Héctor con Heliezer tapados con una colcha de croché, en el otro Daniel. Los miro desde abajo, los oigo hablar. Alberto me hace una seña desde la puerta, dice que nos vamos. Daniel se levanta para acompañarme, para consolarme, porque sabe que no quiero irme. Alberto nos guía hasta un jardín de dos metros por dos metros. Señala un nicho y nos dice que ahí está enterrado su padre. Justo enfrente hay una loseta de cuarto de baño, a modo de lápida, con un nombre escrito en unos caracteres que no reconozco. Daniel se agacha a leerlos y me dice: Eres tú, es tu nombre, estás enterrada aquí. Lo dice con alegría, para animarme, como si creyera que es lo que yo necesitaba oír.
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Héctor y yo estamos sentados en el suelo de una terraza con los pies colgando y la cabeza entre los barrotes. No hablamos. Intento que no note que estoy llorando.

fotos de carnet

lunes, 29 septiembre 2008. Ayudo a unas chicas a preparar una exposición de fotos de carnet. Mientras Alberto entrevista a las chicas salgo a pasear. Un chico con mochila se me acerca, me pregunta si es verdad que he hecho el camino desde el País Vasco a Madrid andando. Le digo que sí, pero que tenga cuidado porque sólo dejaré que me haga tres preguntas. Lo acompaño a la estación, unos niños me persiguen y me tiran caramelos que duelen como piedras. Alguien me dice que el autobús que busco está en la planta de abajo. Corro contracorriente golpeándome con otros pasajeros.
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Clara, la hija de Daniel resbala con una bolsa de plástico y cae. Agito otra bolsa en el aire para distraerla y que acostumbrarla a que no llore por una simple caída. Mientras, Ángeles se pinta las uñas de los pies de marrón oscuro.

salud y caína

domingo, 28 septiembre 2008. Salud y yo salimos de un bar. Vemos venir a Caína y nos extraña que haya salido de día. Las tres llevamos camisetas amarillas. La coincidencia me hace tanta gracia, que las abrazo y bailamos. Les propongo que cada vez que nos encontramos por casualidad por la calle, hagamos una coreografía para celebrarlo.

poeta de 50cm y paulina rubio

sábado, 27 septiembre 2008. Juan ha venido a casa a ayudarme a matar hormigas. Cada vez que vamos a aplastar una, se convierte en un gatito recién nacido que nos mira dulcemente. Juan dice que no puede matarlas y se pone a trabajar. El suelo está lleno de papeles que va llenando de poemas. En la otra habitación oigo a Alberto discutiendo con su madre y, después, un portazo. Corro tras él. Vamos juntos a la panadería. En el escalón están mis amigas de niñas. Te estábamos esperando, me dicen y me cubren de besos.
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Antonio dice que hay una lectura de poetas islandeses. Entre ellos está el poeta más pequeño del mundo, dice. ¡Sólo mide 50 cm!, grita de júbilo y para celebrarlo me regala una botella de vodka con el tapón de hielo.
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Oigo salir gas de algún sitio de la cocina de la madre de Alberto. Por más que miro todos los mandos están cerrados. Pienso que si no me doy prisa, se formará una bolsa de gas y explotará.
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Paulina Rubio hace autoestop. Alberto para el coche y dice que, como Paulina acaba de operarse, yo me siente detrás. Como se ha operado por gusto, me quedo delante, le digo. Llegamos al portal de casa. Nuestro buzón está roto y toda nuestra correspondencia abierta y tirada en el suelo. Paulina Rubio salta y baila sobre ellas.

amy winehouse y u2

jueves, 25 septiembre 2008. Del cuarto de baño de la casa de mi abuela salen las voces de Elisa y Paco. Pienso que están rodando un anuncio. El chorro de la ducha se oye chocar contra la puerta. Cuando salen, Paco me da dos besos y me pregunta si ya me han contado que ha abierto un estudio. Le respondo que nadie me ha hablado de él nunca. Subimos por una rampa al piso de arriba para visitar a mi abuela. Nos agachamos a la vez para recoger del suelo un anillo. Nos reímos. Arriba, está mi abuela tumbada sobre un tatami.
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Le pregunto a mi sobrino Diego qué piensa de mí. Me dice que le cae mejor Amy Winehouse.
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Veo salir de un almacén un gato con cinco cabezas. Una en su sitio y las otras cuatro a modo de zapatos. A las cinco le brillan exageradamente los ojos.
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Daniel está encogido junto al monitor de mi ordenador. Elías me dijo: Dale recuerdos a Bono. Daniel no se acuerda de que Elías le llamaba así por el cantante de U2. Siempre llevabas un gorro de lana, ¿tampoco te acuerdas de eso?, le digo.

rosa

martes, 23 septiembre 2008. Un bebé me muestra su enorme boca. Tiene todos los dientes cubiertos de plástico rosa.
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Para desplazarme por una galería llena tiendas me siento sobre un flotador y vuelo a un metro de suelo. Los dependientes me saludan. Justo antes de salir, veo a un bebé vomitando líquido espeso rosa.

suflé y bofetada

lunes, 22 septiembre 2008. Juan me enseña su última escultura. Es una especie de lenguado marrón con ramas secas que le salen del lomo. La toco y empieza a subir como un suflé. Después se desinfla y se convierte en un puñado de arena.
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Cena familiar en una casa en obras. La casa está en una colina aislada y rodeada de escombros. Entre los escombros encuentro un secador de pie, de peluquería muy antiguo. Una niña corre hacia él con una piedra y lo rompe. Le doy una bofetada y le digo que es todo lo que debe saber sobre "Instrucciones para conservar los recuerdos". Vuelvo a la casa en obras, todos cenan. Yo subo al dormitorio de Darío. Han pintado todas las paredes y todos los muebles de lila. Me horroriza ese color. Veo mi armario de cuando era niña al fondo, me abrazo a él y grito: ¡Éste no se pinta!

manta

domingo, 21 septiembre 2008. Marcos y yo estamos en el dormitorio de mi abuela, cada uno en una cama, separados por una mesilla de noche. No sé cómo le llega la mano hasta mi cama para acariciarme el pelo. Le pregunto si necesita una manta. Si vuelves a preguntármelo voy a tener de dejar de verte para siempre, dice. Te juro que no hará falta, le respondo.
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Paseo con mi tía Encarna por un solar en obras. Dice que ya recuerda cómo se tocan las castañuelas. Intenta enseñarme. Después corre hacia una tapia, choca, cae al suelo y se deja rodar. Tengo que parar su cuerpo con el mío. Le sacudo el polvo y camino con ella del brazo. Está llorando, dice que los enfermeros la despiertan muy temprano. Le digo que ya es hora de que vuelva a casa.

tinta de tinto

sábado, 20 septiembre 2008. Elena, mi sobrina, llega con s hija al bar donde estoy tomando el sol. Para coger en brazos a la niña tengo que dejar sobre la mesa un piano que llevo en los brazos. La niña corre descalza por la acera, temo que se corte. Corro tras ella y le pongo unos zapatos que saco del piano. Mientras, mi sobrina me cuenta lo que han subido los precios en el bar de la plaza de toros, su niña pide por su cuenta al camarero un plato de jamón y se lo come a escondidas.
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Álvaro García llega a casa de mis padres. Le digo a mi madre que lo entretenga mientras pongo la mesa. Sirvo vino en las copas, pero las copas son esferas del tamaño de una pelota de tenis con un agujero muy pequeño. Imposible llenarlas sin derramar el vino. Nos sentamos a la mesa, Álvaro me habla de mis poemas, pone un montón sobre la mesa y va tachando algunos versos con una pluma que, de vez en cuando, moja en la esfera de vino.
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Veo una película del día de mi comunión. Todas mis compañeras de clase van vestidas de rojo. Para las fotos, en vez de posar en posturas recatadas, dan saltos y bailan al ritmo del hip-hop. Yo no salgo por ninguna parte. Al cabo del rato, las niñas de rojo salen de la pantalla. Yo sigo esperando.

diputados y ángel de la guarda

viernes, 19 septiembre 2008. En el Congreso de los diputados todos van vestidos con anoraks verde caqui. Cuando los de un partido hablan, los del otro se suben la capucha para no escuchar. Pienso que tengo un anorak igual y que si se pone de moda por culpa de los diputados, no podré ponérmelo cuando llegue el frío.
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Llego a casa de mis padres muy tarde y cansada. Mi madre dice que no me relaje demasiado porque tengo clase de historia y matemáticas. Cena rápido y te vas, dice. Me cambio de zapatos, me pongo unas botas de boxeador.
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Una chica sube por calle María. Es de noche y todas las farolas están apagadas. Camino unos pasos atrás como si fuera su ángel de la guarda. La chica ve llegar un coche y se detiene delante de la puerta de Rosamari. Le digo telepáticamente que no tenga miedo, que sólo es el padre y el hermano de Rosamari. La chica los saluda y entran todos a casa. Juanito, el hermano, me ve y me abraza. Cuánto tiempo sin verte, dice, por lo menos tres años. Tres no, treinta, le respondo.
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Entro a casa de mis padres por una ventana. Todos están alrededor de una mesa. Parece el día de Navidad. Me recibe un niño, me abraza, me cuenta que se ha pasado el día jugando con el maquillaje de mi madre. Todos se escandalizan. ¿Es que existe alguien a quien no le guste jugar?, les pregunto. Mi padre levanta la mano el primero, después toda la familia.

vela

jueves, 18 septiembre 2008. Francis y Cocó se meten en su cache y colocan a sus hijos en la bandeja trasera. Los dos son bebés y apenas se llevan unos meses. Cuando cierran el coche, la bandeja queda fuera, a ras del suelo. Rápidamente cojo a los niños en brazos. Ellos no se dan cuenta. Al echar a andar, el coche despliega una gran vela blanca, el viento hace que el coche de tumbos. Les hago señas, pero siguen avanzando a trompicones por la carretera.

electroshock

miércoles, 17 septiembre 2008. Una mujer inglesa exquisitamente arreglada, me mira la dentadura en la zona de embarque del puerto. Después me ata los pulgares de las manos y me dice que espere. Le hago señas a Alberto, pero no consigo que me vea. Daniel está en la cola para embarcar, y me acerco a él sigilosamente. Pienso que así me llevarán a la misma ciudad que él. Del puerto, pasamos directamente a un centro donde nos tratan como a locos. El hijo de la inglesa nos saca a pasear por las tardes a una galería muy lujosa. Nos enseña libros de arte y habla con nosotros, con Daniel y conmigo, muy despacio porque nadie le ha dicho que hablamos su idioma. Nosotros no decimos nada porque nos han prohibido dirigirle la palabra, sólo atendemos a sus explicaciones. En uno de los paseos, intento decirle telepáticamente que su madre nos tiene secuestrados, que nos han puesto varias sesiones de electroshock y nos tratan como a animales. De repente él me mira asustado porque ha entendido todo lo que le dicho. Eso no puede ser verdad, dice y mira a Daniel para que confirme mis palabras. Pero Daniel no dice nada. Se han cargado su cerebro, le digo mientras me hago un nudo en la falda.

el adoquín blanco

martes, 16 septiembre 2008. En un balcón de un primer piso, un grupo de niños canta y baila. La gente que pasa por la calle se sienta debajo para verlos. Cuando terminan nadie aplaude, sólo yo. Todos se levantan y van hacia una casa donde hay una fiesta. Alberto y yo nos miramos como diciendo que mejor nos vamos a casa. Nos despedimos de varias parejas. Antes de marchar, Alberto rompe un cristal de un colegio y roba unos periódicos. Se los da a un chico. No querías "El adoquín blanco", pues aquí lo tienes.

incendio y ascensor

lunes, 15 septiembre 2008. Hay un incendio en un hospital, entro en cada una de las habitaciones para ver si queda alguien. Pienso que quizá haya alguna persona sorda que no haya oído la alarma. Después intento comprobar, con una lista que llevo escrita a mano, si todas las personas que salvé están ya en sus casas.
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Alberto y yo subimos una cuesta en forma de curva. Un coche pasa a toda velocidad y casi atropella a una madre y a su hijo. ¿Dónde nos escondemos, bajo la cama o bajo una manta?, le pregunta el niño a su madre. Alguien nos dice que si pasamos por esa calle, el loco del coche nos cobrará. Si no le pagas te persigue hasta atropellarte, dice. En vez de subir la calle por la acera, pasamos agarrándonos a los barrotes de hierro de una verja. Cuando llegamos arriba, Alberto entra en un portal con alguien. Pienso que quiere ver la escena desde arriba y le ha pedido a un vecino subir a su casa. Justo antes de que se cierre la puerta, consigo entrar en el portal, pero ellos ya no están. Le pregunto a una chica que baja dando zancadas, dónde vive un chico moreno y bajito. En el primero, dice. Antes de que me diga la letra, ha dado dos zancadas y ha desaparecido. Entro en el ascensor, noto una sombra a mi lado, y a mirar, veo a un chico delgadísimo pegado al rincón del ascensor. Es tan alto que el cuello se le dobla y la cabeza le queda pegada, en horizontal, al techo. Va vestido de gris, la piel también es gris. Pienso que debe de llevar tanto tiempo allí dentro que se le ha vuelto color ascensor.

nocilla y el virus

domingo, 14 septiembre 2008. Estoy e un mercado. Un chico muy alto con pelo rizado se me acerca y comienza a caminar a mi lado. Le digo que si se porta bien, le compraré un paquete de pastelitos de Nocilla. Nos paramos delante del mostrador de una panadería. Pienso que sólo llevo en el bolsillo 1,10 euros y si los pastelitos cuestan más no podré cumplir mi promesa. Todo el mundo intenta colarse, alguien se da cuenta y, sin que yo diga nada, me tiende el paquete de pastelitos y me dice, son 1,10 euros.
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Estoy en un patio donde han puesto un mercado. Todo está muy sucio. Una mujer saharaui busca una silla para sentarse mientras espera su turno. Le pregunto si se encuentra bien. Me guiña a modo de respuesta. Cuando le toca, pide un biberón. Dice que es para su nieta. Cuando la mujer se ha ido, aparece Elisa con su bata de médico y toma una muestra de una mancha en el suelo con la yema del dedo. Sangre, dice. La tendera cierra la tienda y me hace señas. Seguro que da con ella, le llaman "el virus", me dice.

esposas y vestidos jipis

sábado, 13 septiembre 2008. Estoy en una casa con pasillos muy largos. El suelo está lleno de juguetes como si en esa casa vivieran varios niños. En el pasillo me encuentro a Alberto Tesán. Me alegro muchísimo de verlo y pienso que al final ha podido venir a mi lectura. No puedo quedarme ni un minuto más, dice abrazándome. Lo acompaño a la puerta. No entiendo cómo ha venido desde Barcelona sólo para un minuto. Cuando va a salir, nota que se le ha pegado algo a la suela de los zapatos. Son unas esposas doradas. Se ríe y me pide que me las ponga. Le explico que no son mías, que son de juguete, que deben de ser de los niños. Se ríe socarronamente, tú no tienes hijos, dice. Estoy tan triste por que se vaya, que no le doy explicaciones, ni siquiera le digo que esa no es mi casa. Me pongo las esposas pero se rompen. Vuelve a abrazarme y dice que tiene que irse inmediatamente. No quiero que note que estoy llorando, pero se da cuenta porque le he mojado la camisa. Siento una vergüenza enorme.
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Entro con Alberto y David González a una tienda de ropa jipi. David se quita inmediatamente la ropa y empieza a probárselo todo. Alberto me trae varios vestidos largos, muy bonitos, pero a todos les saco faltas. Unos tienen demasiado escote, otros son demasiado largos. Me pone por encima uno rojo y yo me lo remango hasta las rodillas. Este puedo cortarlo, le digo. Se pone muy contento y va a pagarlo. Mientras, entro en una habitación, pensando que es el servicio, pero es un dormitorio muy austero, como de convento. Sobre la cama está toda la ropa de David. Hago fotos de algunas cosas, un lavabo roto, una figura de Juana de Arco, el pomo de un cajón de un escritorio. Afuera oigo voces y pienso que si las monjas que viven allí me ve, no me dejarán salir nunca. Me asomo a la ventana por si puedo saltar a la calle, pero estoy en un piso alto. Sobre la cama hay cada vez más ropa, pienso que es de David y no puedo dejarla allí. La meto en una maleta, pero según voy guardando, la ropa parece reproducirse, cada vez hay más. También hay carpetas con folios escritos, que imagino son poemas de David. Lo guardo todo con cuidado y espero a no oír voces en el pasillo para salir. En el rellano hay varias puertas y ni rastro de la tienda jipi. Temo equivocarme y abrir la que no es. Empujo una puerta blanca sin manilla, y salgo a una escalera. Bajo a todo correr. En la calle, no veo a Alberto ni a David, sólo a antiguas compañeras de colegio, desayunando en un bar.

materpaternidad y el bicho

viernes, 12 septiembre 2008. Mi padre está en la cama tapado hasta las orejas. Mi abuela llega con un bebé recién nacido y lo coloca a su lado, como si fuera él quien acabara de parirlo. Mi padre dice que ahora su única obligación es dormir por las mañanas y comer por las noches.
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Mi hermana me enseña fotos de cuando éramos pequeñas. Le voy preguntando qué fue de cada cosa que veo, un bolso de paja, una chaqueta, un plato verde. Se lo comió el bicho, me va respondiendo cada vez.

hotel y alberca

miércoles, 10 septiembre 2008. He quedado con mis amigas, estamos las cuatro sentadas, cada una en el sofá del hall de un hotel. Begoña a mi izquierda, Carmen frente a mí y Salud a mi derecha. Las tres está muy guapas. Las tres tienen el pelo muy largo y brillante y la piel de sus caras resplandeciente, como si tuvieran 15 años. Les digo lo guapas que están. Se ponen muy serias, no dicen nada, ni siquiera se mueven. Salud, finalmente dice que tiene que cortarse el pelo. Le digo que efectivamente ese moño no va con la tersura juvenil de su piel. Se levantan las tres a la vez, dicen que vamos a dar un paseo. Abro un armario que hay junto a uno de los sofás y busco mis zapatos, pero sólo hay cajas vacías. Les pregunto por ellos, pero no me responden. Salen del hotel. Dudo si seguirlas descalza. Finalmente me pongo unas manoletinas doradas muy feas varios números más grandes, pero cuando salgo a la calle, ya no están.
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Presencio una escena como si fuera una película. Yo estoy en bikini, sobre una toalla de playa junto a una alberca, comiendo algo de una lata. Parece pescado en conserva, lleva muchos granos de pimienta que escupo sin cesar. Temo que los granos lleguen a la escena que observo. La escena es: un padre y una madre quieren casar a su hijo con una chica y vigilan sus movimientos. El chico no quiere casarse con esa chica, y persigue a otra. Esa otra, a la que no encuentra, está dentro de la alberca. Yo intento hacerle señas al chico, para la busque, pero también pienso que la chica lleva tanto tiempo bajo el agua que ya debe de estar muerta.

gorra

lunes, 8 septiembre 2008. Voy por la calle y noto que la gente escapa de algo. Muy al fondo veo militares armados. Alguien dice golpe de estado. Subo la cuesta de Carrión en busca de un portal abierto donde esconderme, pero todas las puertas están cerradas. Entro en una tienda de fotografía y pregunto si hacen marcos a medida, para ganar tiempo. Cuando salgo de la tienda intento llegar a casa de los padres de Daniel, pero me secuestran. Nos llevan a todos a una plaza y hacen que nos sentemos en el suelo. Dos chicas, ajenas al peligro que todo eso puede suponer, hacen bromas con una gorra de plato. Acaban poniéndomela, se ríen. Al cabo de un rato nos llevan a un sótano. Cuando me toca bajar a mí, un soldado dice que me vaya, que para entrar tendría que llevar la camiseta reglamentaria de rayas. Llevo una camiseta de rayas bajo la chaqueta, pero no digo nada. Pienso que gracias a la gorra me ha confundido con un militar. Salgo a la calle, está desierta, y se ha hecho de noche.

calcetines y horma

domingo, 7 septiembre 2008. Tengo que limpiar la muralla china. Paso a uno de sus tramos por un arco. A los dos lados hay una doble fila de asientos de avión. Miro debajo de cada uno, y voy echando en un cubo de basura lo que encuentro. Lo que más hay son calcetines de color claro y camisetas. Todo sucio. Sobre cada asiento que he dejado limpio, coloco un pastelito de arroz envuelto en alga Nori. Debajo de uno de los asientos, hay un maletín. Lo abro con cuidado. Dentro hay exquisitamente ordenados tres pares de calcetines negros. Alberto se me acerca y me dice muy alegre: Mis calcetines, me alegro de que los hayas encontrado tú.
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Llevo un cinturón de tela a una tienda, como si se tratara de unos zapatos, para que lo metan en la horma. Espero delante del mostrador con dos monedas en la mano. Le hago un gesto a la chica, pero me dice que no estará listo hasta la hora de cerrar. Salgo de la tienda y pienso que mientras iré a ver a Clara, la hija recién nacida de Daniel. Aunque dudo si será un buen día porque Daniel cumpleaños y estará toda su familia en casa.

fotocopias

sábado, 6 septiembre 2008. Entro con Juan Pardo Vidal en una iglesia. La misa ha empezado. Nos sentamos en un banco lateral para no molestar demasiado, con la espalda pegada a la pared. En vez de pasar el cesto para las limosnas, nos pasan un bebé. Juan me dice que lo entretenga para que no llore. Juan se levanta y se acerca al cura, que está en mitad de la homilía, y le pide que le haga unas fotocopias. El cura abre una máquina de fotocopias que hay junto al altar y le pregunta cuántas quiere. Juan vuelve, dejamos al niño en una silla de bebé que hay a la puerta de la iglesia y caminamos muy deprisa por la calle. Se ha hecho de noche.

cafetera

viernes, 5 septiembre 2008. Hay visita en casa de mi suegra. Me asomo por la ventana de la terraza y los veo a todos sentados alrededor de la mesa. Eres muy tranquila, me dice mi suegra con tono de reproche. Me dice que llevan esperando el café hace un rato. Por más que busco no encuentro la cafetera, sólo piezas sueltas que no se corresponden. La casa tiene varias cocinas, las recorro todas en busca de más piezas. Oigo la voz de Alberto, ha llegado de trabajar y está con las visitas en la terraza. Voy de una cocina a otra. Lo encuentro por fin delante de uno de los fuegos, está hirviendo un libro rojo de pastas duras. Le pregunto por qué no ha venido a darme un beso. Señala el libro como única explicación. Elena, mi sobrina, me dice que ha encontrado una cafetera. Está desarmada y sucia. Me doy por vencida, pego la espalda a la pared y me quedo muy quieta, mirando unos dibujos de Alberto, donde aparecen unas chicas que se bañan en la playa con tacones y guantes. Andrés se asoma por la ventana de la terraza. No sé cómo ha entrado ni qué hace allí. Está muy triste, dice que tiene que contarme una cosa. Le advierto que no es buen momento, que no podré animarlo.

casas vacías

jueves, 4 septiembre 2008. Estamos en casa de Héctor. Es una casa con habitaciones cuadradas enormes, con tan pocos muebles que parece que el sueño es el blanco y negro. En mitad de salón hay una mesa de camilla cuadrada del tamaño de una cama de matrimonio. Cenamos. Mientras hablo con un chico que no conozco, pienso que se parece mucho a Juan Ramón. Me dice que va a preparar la cena. No entiendo nada, porque ya hemos cenado. Como si Héctor pudiera saber lo que estoy pensando, se acerca y me dice que lo de antes era una merienda-cena y ahora llega la cena de verdad. Justo en ese instante, el falso Juan Ramón intenta meterme un chanquete crudo en la boca. Aprieto los labios. Se ríen. Le digo que no como chanquetes porque soy vegetariana. Alberto me hace una seña desde la puerta, me despido de todos con la mano y salimos a la calle. La calle es una escalera con arriates llenos de flores, que pisamos sin darnos cuenta porque todavía es de noche. Buscamos el coche, pero no damos con él. Recorremos todo el pueblo hasta que empieza a amanecer. Cruzamos de una calle a otra por una iglesia protestante donde en vez de velas hay huevos de pascua de colores. Al salir, en la otra calle, unos estudiantes están levantando el asfalto y colocando en su lugar piedras de la playa y canicas. Pasamos de puntillas para no estropearlo. Llegamos a un descampado, ha amanecido y seguimos sin encontrar el coche, así que nos sentamos en la cuneta a descansar, junto a un montón de aisladores de cerámica blanca con forma de flores. Decidimos quedarnos a dormir, subimos a un piso con una cristalera enorme que da al mar. No hay muebles ni cortinas. Una tormenta, le digo a Alberto. Pero al acercarnos al cristal para verla mejor, vemos que en realidad es una feria, y lo que parecían rayos son fuegos artificiales.

cantera y abrigo de piel

miércoles, 3 septiembre 2008. Estoy mirando una cantera abandonada. Me alegra que los del pueblo vecino hayan construido una especie de pantano donde van a bañarse. Los miro desde lo alto. Como siempre que vuelvo a casa desde esa cantera, las imágenes se vuelven en blanco y negro según me alejo. Siempre siento lo mismo en el camino de vuelta: un poco de temor a que el coche caiga por un barranco, temor a volver a casa y que la casa no esté, temor a haber olvidado algo en esa cantera.
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Mi abuela está al cargo de mi hermana y mis primas. Son muy pequeñas y corren por la casa sin parar y sin querer acabarse la comida. Alberto y varios amigos dicen que se van al fútbol. Saco de una sopera mi entrada y se la cedo a Hero, el marido de mi hermana, para no dejar a mi abuela sola con las niñas. Una de las niñas, que cada vez son más, me pregunta quién era "el minino". Le explico que era un vecino de la abuela de Odila y que le llamábamos así porque, como no comía, no llegó a crecer. La niña sale corriendo y vuelve con un yogur. Antes de que yo le diga nada, me dice que el yogur lleva proteínas, que lo ha leído y que me ahorre las explicaciones. De la casa de Odila vemos salir a toda la familia. Llevan a un bebé en los brazos. Odila lleva un abrigo de piel. Entran todos en el coche para ir a bautizarla. Mi hermana, que hasta el momento era una niña muy pequeña, sale de casa vestida de fiesta con una falda de garras y se mete también en el coche. Mi abuela se lamenta de que nunca me ha visto bien vestida. Nunca te he visto con abrigo de piel, dice. Mamá lo tiró a la basura, le respondo. Lo que no le digo es que recuperé el abrigo de la basura y lo escondí en el altillo del armario.

espumillón

martes, 2 septiembre 2008. Llego a la puerta de Carrasquilla con un bebé en los brazos. Lo siento en el escalón del escaparate. Ahí me sentaba yo, le digo a pesar de que sé que no puede entenderme. Dentro de la tienda hay gente haciendo compras con prisa. Mi madre se acerca y me pregunta qué hago allí con ese niño. Le señalo una caja adornada con espumillón y le digo que me gusta mirarla. Mi madre coge al niño y se lo lleva.

rabo karabekian

lunes, 1 septiembre 2008. Hablo por teléfono con Javier La Beira desde una terraza enorme. El teléfono está colgado en la pared al lado de una manquera. Javier me pregunta cómo estoy y le respondo que sigo perdiendo la memoria, que por ejemplo ya no recuerdo quiénes eran los mongoles. De repente me quedo callada y le pregunto qué me había preguntado. Javier no dice nada. Yo intento que no note que estoy llorando.
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Estoy en la cama y oigo cantar a un pájaro. Más que cantar parece que habla. Noto que el pájaro se va acercando a la puerta del dormitorio que da a la terraza. Para no asustarlo, me escondo debajo de la cama.
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Una chica con los ojos muy redondos, que en el sueño se supone que es mi hermana, se sube con zapatos a la cama para salir del dormitorio y pisa mi vestido. Le deja dos huellas impresas. Discuto con ella, le digo que se comporta así porque jamás ha pensado en los demás. Ni se inmuta. Entro en una cocina de suelo de barro y sin paredes. La cocina da directamente a un monté de piedras del mismo color que el sueño. Me pongo a barrer. Según paso el cepillo del suelo brota aceite. Miro en el recogedor y encuentro un fajo de dólares, unas quinielas y un pasaporte caducado de mi suegro. Le pregunto a Alberto si puedo quedármelo de recuerdo. En él, sale su padre muy joven vestido de militar. Mientras tanto, Ayllón desde detrás de la puerta me pregunta dónde está el libro "Barbazul" de Vonnegut. Date prisa, está aquí, dice. ¿Rabo Karabekian está aquí?, le pregunto sorprendida.
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Muñoz Quintana y yo estamos sentados en una plaza, tapados con una manta, mirando cómo un montón de gente baila espasmódicamente. Son franceses, le explico, y los franceses bailan así. Voy traduciéndole la canción. Ayllón aparece con un tipo vestido de celeste, muy cursi, y dice que le guardemos algo. Nos entrega un papel de seda rosa que parece de una tintorería. Pienso que va a meterse en un lío. Le doy el papel a Muñoz Quintana y le digo que lo guarde él porque yo seguro que lo pierdo.
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Alberto está de pie en la acera de enfrente resguardándose de la lluvia, pero en realidad no llueve. Le señalo el suelo. A su lado hay un plato lleno de estampas de futbolistas. No las coge. Algo me impide cruzar la calle para estar con él. Llega mi prima Cristina cargada con carpetas y comienzan a andar calle abajo. Pienso que si dejáramos de vivir juntos, necesitaría seguir viéndolo al menos un rato cada día.

solapas

viernes, 29 agosto 08. Le regalo un libro a Muñoz Quintana. Lo abre ilusionado y comienza a leer las solapas del libro. Incluso se guía con el dedo por cada línea. Está feliz. Yo no entiendo nada, porque de repente me doy cuenta de que tanto en las solapas como en el libro no hay nada impreso.