gas

martes, 4 marzo 08. Alguien está metiendo gas por debajo de la puerta. Noto cómo me voy quedando dormida. Salgo a la terraza y salto a la casa de al lado. La vecina está hablando con alguien en el descansillo, así que me escondo en el dormitorio de los niños, debajo de una cama. Uno de los niños me dice que me echará una manta por encima para que no me encuentren. Oigo portazos y cosas que se rompen. Cuando al fin se van de mi casa, salto por la ventana y robo un coche. El coche tiene el volante a la derecha y me cuesta mucho conducir. Consigo llegar a un bosque, donde los árboles están del revés, con las raíces hacia arriba. Abajo veo una cueva y una playa cubierta de pelotas pequeñas amarillas. Pienso, he llegado. Antes de bajar, veo como en una película lo que allí está pasando: las personas que se han ido refugiando allí a lo largo de los meses, han hecho dos bandos, uno de hombres y otro de mujeres, y ahora están en guerra. Decido no bajar y seguir huyendo. Tengo una dirección donde pueden ayudarme a escapar. Llamo al portero automático y una voz me dice que le diga cuántos somos y espere. Una pareja se acerca y me pide que los deje escapar conmigo. Digo que somos tres. La pareja me dice que en realidad, ellos son tres, pero que su hija ha desaparecido y tengo que encontrarla porque no se irán sin ella. Voy casa por casa preguntando si han visto a una niña. Abajo, en las casas del río, me dicen que la niña vive ahora con un futbolista.