incendio y ascensor

lunes, 15 septiembre 2008. Hay un incendio en un hospital, entro en cada una de las habitaciones para ver si queda alguien. Pienso que quizá haya alguna persona sorda que no haya oído la alarma. Después intento comprobar, con una lista que llevo escrita a mano, si todas las personas que salvé están ya en sus casas.
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Alberto y yo subimos una cuesta en forma de curva. Un coche pasa a toda velocidad y casi atropella a una madre y a su hijo. ¿Dónde nos escondemos, bajo la cama o bajo una manta?, le pregunta el niño a su madre. Alguien nos dice que si pasamos por esa calle, el loco del coche nos cobrará. Si no le pagas te persigue hasta atropellarte, dice. En vez de subir la calle por la acera, pasamos agarrándonos a los barrotes de hierro de una verja. Cuando llegamos arriba, Alberto entra en un portal con alguien. Pienso que quiere ver la escena desde arriba y le ha pedido a un vecino subir a su casa. Justo antes de que se cierre la puerta, consigo entrar en el portal, pero ellos ya no están. Le pregunto a una chica que baja dando zancadas, dónde vive un chico moreno y bajito. En el primero, dice. Antes de que me diga la letra, ha dado dos zancadas y ha desaparecido. Entro en el ascensor, noto una sombra a mi lado, y a mirar, veo a un chico delgadísimo pegado al rincón del ascensor. Es tan alto que el cuello se le dobla y la cabeza le queda pegada, en horizontal, al techo. Va vestido de gris, la piel también es gris. Pienso que debe de llevar tanto tiempo allí dentro que se le ha vuelto color ascensor.