bragas

jueves, 15 enero 2009. Un hombre tiene un problema en las piernas. Su mujer, que debe de ser médico, lo mete en un tanque lleno de líquido con unos cables. Me extraña que a pesar de estar desnudo no le hayan quitado las gafas. El hombre se queja de que le queman las piernas. No soporto la imagen y salgo de la habitación. La mujer pulsa botones sin parar y le dice al hombre que va a morir sin sufrimiento, pero lo oigo quejarse hasta el momento justo de morir. Vuelvo a entrar y en vez de tanque hay un ataúd cerrado. La mujer explica, como lo haría ante una cámara, el proceso de la enfermedad y muerte de su marido. Se pone en cuclillas y va sacando de una maleta una serie de artilugios supuestamente médicos, entre ellos una bocina. Por más que intento prestar atención sólo soy capaz de fijarme en que está enseñando las bragas sin ningún pudor. Me acerco a mi hermana y le pregunto por mi madre. La buscamos por la casa. Le digo que tenemos que decirle que papá ha muerto. Detrás de una ventana sellada con un plástico y chinchetas, está mi madre tumbada en la terraza, tomando el sol aunque es de noche. Miro a mi hermana y, sin decirnos nada, acordamos que no vamos a decirle que papá ha muerto. Entre los vecinos hay una competición de insultos cantados. Cada uno desde su terraza insulta a los de enfrente. Cuando mi hermana pretende intervenir, la tumbo en el suelo y le ruego que no participe en semejante ordinariez.