sandokan

domingo, 10 mayo 2009. Bajo con Marcos Jurdao la cuesta de Rodrigo de Ullóa. Me enseña su choche nuevo, un deportivo rojo. Dice que se va para siempre, me tiende una postal. No entiendo la letra y además es muy pequeña. Supongo que está escrita por la chica de la que está enamorado, que se va por culpa de esas palabras. Cruzamos un jardín y nos sentamos entre un público que espera a que sus escritores favoritos les cuenten su vida. Sólo reconozco al escritor Chivite, aunque lleva el pelo largo hasta mitad de la espalda. Chivite cuenta que él siempre quiso ser actor. Mientras habla, se ven imágenes de películas caseras donde aparece disfrazado de vaquero y de Sandokan. Marcos me pregunta si he pensado alguna vez a qué le olerá el cuello bajo el pelo. Todavía no, respondo.
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Alberto está llenando la bañera de la casa de mi abuela. Cierro las ventanas y las contras, según voy cerrando otras ventanas aparecen en la pared por arte de magia. Me desnudo, pero en vez de meterme en la bañera echo dentro la ropa que acabo de quitarme.