juano

martes, 9 junio 2009. Estoy en un restaurante con el techo de cañizo con Paloma y Juano. Paloma habla de que ha descubierto que ha leído pocos libros para todos los que hay en el mundo. Hace un gesto con las manos para medir los que ha leído y los que le quedan. Le digo que de los que le quedan la mitad serán malos, así que no se preocupe. Juano me pregunta algo, pero no lo oigo y le hago repetir la pregunta más de cinco veces. Paloma canta una canción en italiano, voy a decirle que esa canción la cantaba yo cuando era pequeña, pero pienso que no me creería. Cuando le explico a Juano dónde vivía los veranos, de niña, el paisaje del que estoy hablando aparece delante de nosotros, ahí la playa, la arena hasta la puerta de la casa, las rocas, los erizos. Juano me coge de la mano y yo encojo las piernas para poder ir flotando a su lado. Vértigo y placer a la vez. Le hablo de Juan Pardo Vidal, de que debe leer sus poemas. Le pregunto por su hijo. Supongo que sigue creciendo, le digo. Se sienta y se ríe. La luz que pasa por el techo de cañizo le ilumina la cabeza. Me acerco y lo beso muy levemente en los labios. Están mojados de vino.