sexo en seco

lunes, 31 agosto 2009. Estoy en una casa rústica entre árboles. Alguien dice que tenemos que marcharnos urgentemente. Los que están por allí, incluida mi familia, se van. Yo decido meter en una bolsa algunas de mis cosas. Me cuesta elegir. Empiezo por las que me importan pero acabo cogiendo a puñados lo que encuentro por los cajones. La bolsa pesa cada vez más, me doy cuenta de que nadie de mi familia ha cogido ropa de abrigo y puede que la necesitemos. Abro todos los armarios pero dentro no hay nada mío. Salgo de la casa, los árboles han desaparecido, sólo queda un descampado de barro. Me pongo a cavar y de la tierra húmeda salen baratijas y juguetes de cuando era niña.
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Un tipo, al que nunca he visto, llama a la puerta de la casa de mi abuelo pero la casa de mi abuelo es un cuarto de baño enorme con varias puertas batientes y una bañera donde nos metemos vestidos. Los dos decimos a la vez que preferimos hacerlo sin agua. Sexo en seco, decimos a la vez y nos reímos. Después salimos por el balcón, bajando por una escala de cuerda.
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Tengo que llegar a una casa donde se supone que vivo, pero no recuerdo el camino. Encuentro un ascensor en mitad de la calle y subo. Dentro hay un chico al que le falta un brazo. Forcejeamos sin motivo, yo con cuidado porque pienso que podría hacerle daño. Justo antes de salir le digo que he leído su libro y me gustó mucho. Imposible, dice, mi libro no está publicado. Lo presentaste a un premio donde fui jurado, le digo. El chico sale corriendo y entra en una farmacia. Salgo del ascensor aunque no sé dónde voy. Hay una explanada enorme, sin embargo camino pegada a la pared entre las sillas de las terrazas de los bares, molestando a todos los clientes.