congreso y basura

viernes, 18 septiembre 2009. Tengo que dar una conferencia en un congreso. Las paredes y las gradas están encaladas, parece un cementerio. Alguien dice mi nombre y levanto la mano. Niego con el dedo, digo que tengo que marcharme inmediatamente. Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, se levanta para acompañarme. La salida es un laberinto, así que decidimos caminar por el borde del muro. Encontramos otros congresistas que también escapan. Salimos todos por una ventana que da al tejado.
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Intento andar por la calle sin resbalarme. Ha llovido y llevo unos zapatos que me quedan pequeños. Me meto por calles muy estrechas para poder agarrarme a las paredes de los lados. Salgo a una avenida donde un hombre vende cachivaches, los tiene sobre una mesa de playa. Son lotes de cosas usadas y rotas. Me llama la atención lo caros que son. Por ejemplo, un balón de Nivea y dos camiones de plástico sucios, 38 euros. Aun así, está rodeado de gente que le compra. Sigo caminando, veo libros, revistas y ropa en la acera. Me parecen cosas más valiosas que las que vende ese hombre y sin embargo se nota que él mismo las ha desechado. Cojo varios libros y revistas. Me doy cuenta de que la ropa es mía, alguien me la ha tirado. Busco una bolsa para meterlo todo. Unos metros más allá veo a mi hermana, la llamo, no me hace caso. Le hago señas, grito su nombre. Al final viene protestando. Le digo que en mitad de la cera hay cuatro libros de Arte, que igual le interesan. Uno es de los Prerrafaelistas, le digo.