familiares, amigos y delfines

viernes, 4 setiembre 2009. Tengo que preparar la cena para mi hermana y mis dos primas pequeñas. Son niñas y están incordiando en la cocina. Quieren arroz chino. Le digo a mi hermana que vayan a comprar salsa de soja para quitármelas de encima. Mientras preparo café. Cuando voy a darme cuenta, el suelo de la cocina está cubierto de café.
+
Mis padres cenan con unos amigos, los oigo desde una habitación que no reconozco. Los amigos de mi padre le dicen que mi madre está triste porque quiere una freidora. Pues que la compre, dice él encogiéndose de hombros. Me siento en un chéster desfondado y los veo moverse por la habitación. Oigo el ruido de una ducha a través de la pared. Pienso que es Alberto. Decido que no volveré a hablar. Eso me produce una tristeza enorme y cada vez me hundo más en el sillón.
+
Estamos junto a la barra de un bar. Antonio Blanco reparte pósters con fotos de escritores irlandeses. Le pregunto si ha leído el artículo del escritor Chivite donde habla de que no hay que confiar en los escritores sin gafas. Se ríe y me mira. Todos en el bar llevan gafas menos yo.
+
Alberto le pregunta a Blanco qué es la cerveza. Blanco intenta explicárselo, pero Alberto se agarra la cabeza como si le doliera de tanto pensar. Cerveza es lo que bebimos anoche, le dice. Me alejo unos metros para saludar a Héctor Márquez, que está en una mesa con Eliezer. Los dos llevan chaqueta azul marino de invierno, la de Héctor tiene las solapas de terciopelo. Está muy triste. Le pregunto por su hijo. Hace un gesto con la mano como si espantara una mosca, y eso gesto deja una estela en el aire donde puede leerse Quiero desaparecer.
+
Se juegan varios partidos de fútbol en el mismo campo de tierra. Alberto juega con una niña muy pequeña. La piel de la niña es de color azul. El padre de la niña le dice a Alberto que lo matará si no la deja ganar. Cojo a la niña en los brazos y me la llevo. Si no hay niña no hay muerte, les digo.
+
En una calle con edificios bajos y una luz amarillenta e irreal, la gente persigue delfines que nadan por el aire.
+
Alberto y yo llegamos a un hotel. Mientras él habla con la chica de recepción, yo entro en la habitación empujando la puerta. Sobre la cama ya está nuestra ropa doblada y varias películas. La puerta se abre, me asomo, pero ahora es un armario donde cuelgan vestidos de mi suegra. Incluso ella está en el armario, dice que un niño le ha ensuciado los vestidos y hay que lavarlos urgentemente. Cierro la puerta.