uniformes

viernes, 11 septiembre 2009. Unas chicas y yo cargamos unas maletas por calle Alcazabilla, al llegar frente al cine Astoria digo que no puedo más y me siento en el bordillo de la acera. Una chica me dice que nos pongamos el uniforme. Blusa y falda color vino. Nos cambiamos de ropa sentadas, para no llamar demasiado la atención. Llegamos a una casa en calle Cristo, donde hemos quedado con Antonio Muñoz Quintana para maquetar e imprimir el último libro de su editorial. Una de las chicas dice que teníamos que haber comprado algo de comer. Salgo, pero sólo quedan kioscos abiertos. En uno de ellos hay una cola muy larga para comprar pan. Mientras espero, aparece Nuria Arán, una niña del colegio a la que no veo desde hace años. Dice que la última vez que nos vimos prometió enseñarme su coche, y señala una ranchera alicatada por dentro y por fuera con baldosines de flores. Entramos en un bar, Nuria desaparece y un chico muy joven me pide el número de teléfono. Le digo que no tengo móvil ni Facebook. El chico se levanta y escribe algo en una pizarra. Cuando se da la vuelta me fijo en que tiene los pechos operados. Sé quién eres, me dice. Una señora me da un libro que le había prestado Antonio, dice que se lo devuelva de su parte. Salgo agobiada de el bar. Le digo a la chica del kiosco que me cobre porque tengo prisa. Compro dos revueltos y una bolsa de almendras. En la cola todos me miran con mala cara porque Antonio está haciendo derrapes en la calle con su coche.