carrasquilla, gas y berlín

sábado, 24 octubre 2009. Entro en la tienda de Carrasquilla que había frente a mi casa cuando era niña. En las paredes hay revistas donde yo salgo en portada. Miro a mi alrededor disimuladamente, pero nadie me ha reconocido. No sé si comprarlas todas para hacerlas desaparecer o desaparecer yo y no volver por el barrio.
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Mi abuela dice que antes de salir debo barrer la casa. Como no encuentro el recogedor, ato un trozo de papel a un palo. Todo lo que recojo vuelve al suelo. Bajo los muebles hay confeti y tapones de corcho. Miro a mi abuela esperando una explicación. Un golpe de gas me da en la cara. Mi padre es el especialista en gas, le digo a mi abuela. Mi padre aparece con un casco y una llave inglesa. En ese momento me doy cuenta de que llevo un bolso de fiesta colgado al hombro.
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Tengo delante un papel de regalo del tamaño de una sábana. Está arrugado, al pasarle las manos para alisarlo van apareciendo palabras. Miro a mi madre sorprendida. Mi madre me explica que es una carta del escritor Chivite y que debo encontrar el orden. ¿Tú no eras especialista en puzzles?, dice y se ríe. Sobre el estampado del papel hay dibujos y flechas que me llevan de un extremo y otro. Consigo con trabajo entender títulos de libros que debo leer lo antes posible. También hay borrones de tinta y dibujos esquemáticos de personajes. Se parecen a los dibujos de Kafka, dice mi madre. Ya no hay angustia que valga, leo en una de las esquinas. En la esquina opuesta el remite: Berlín.