en tránsito

jueves, 29 octubre 2009. Unas azafatas me acompañan a un bar-librería mientras no sale mi avión. Está abarrotado. Una chica pide en la barra un libro de Juan Carlos Mestre. Tiene algunos poemas subrayados. Espero que no lo quiera para quedármelo yo, pero no digo nada. De repente el bar-librería se queda vacío. Sólo queda Daniel Verge en la barra. Siento una alegría inmensa al encontrármelo, alegría de reencuentro mezclada con la alegría de la primera vez. Él no levanta la vista del vaso.
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Una pareja muy feliz deja un montón de huevos sobre la encimera. De uno de ellos sale un pollo con la cabeza azul. De los demás empiezan a salir niños y niñas que caminan muy serios. Estoy asombrada. Uno de ellos es igual a mi suegro de niño. Pienso que cuando termine el extraño desfile tendré que elegir uno porque con todos no puedo quedarme. Se han colocado en fila sobre una cama turca. Algunos se han convertido en muñecos de plástico. Me llama la atención una niña desnuda, totalmente naranja. Cuando la aprietas suena un pito que lleva entre las piernas. Menos mal que el pito es de quita y pon, pienso.
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Estoy en un hospital o algo parecido. Me levanto descalza en mitad de la noche a buscar una tira de tela. Corro de vuelta a mi habitación sin encender las luces para que no me vean. Mientras corro, voy sacando hilos de esa tira de tela.