maza y ladronzuelo

lunes, 2 agosto 2010. Estoy en una hamaca y hago ejercicio con las piernas, primero levanto una y después otra. Delante de mí hay una señora. Veo venir a una señora idéntica a esa y se coloca justo detrás de la que está sentada delante de mí. Veo que lleva una maza de madera enorme en la mano. Aunque está inmóvil con la mirada fija hacia delante, justo detrás de ella misma sentada, sé que su intención es golpear con el mazo la cabeza de su yo sentado. Hago gestos con las manos para avisarla, intento gritar pero la voz no me sale.
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Alberto tiene que entregar unos papeles urgentemente y empieza a hacerse de noche. Antes de entrar en un edificio oficial, que parece una cárcel, me dice que la vida es curiosa, que nunca pensó que acabaría haciendo eso. No sé qué es "eso", pero no pregunto, me limito a acompañarlo. Dentro de ese recinto es de día. Me siento a esperarlo en un escalón. Una chica me cuenta que su marido ha muerto y los amigos le han dedicado un monográfico en la revista. No sé de qué revista me habla ni sé cómo puede contarse eso tan sonriente. A mi lado hay una caja de cartón, sin tapadera, con unas cuantas piedras. Se supone que es mía. Un niño se acerca y me las roba disimuladamente. Yo lo dejo hacer. Pienso que deben de gustarle mucho para que llegue a robar y, total, hay miles de piedras en el mundo.