el enfermo imaginario y las fresas gigantes

sábado, 11 diciembre 2010. He ido a ver a mis padres. Consta que es su casa, pero no se parece en nada. Tiene los techos muy bajos y el suelo de moqueta. El cuarto de mi padre no está cerrado, al contrario, tiene un enorme arco en vez de puerta con llave. Mi madre tiene que salir, mi hermana y su marido también. Mi padre dice que los esperará en casa porque no se encuentra bien. Mi hermana besa a mi padre antes de salir. Todo me resulta extraño y sospechoso, pero no digo nada, observo la escena desde un sillón verde que jamás había visto. Cuando por fin se van, mi padre se frota las manos y me pregunta, jovial, si quiero algo de beber. ¿Lo ves?, hacerse el enfermo es la única manera de que te dejen vivir en paz, dice con cara de felicidad y una copa enorme en la mano.
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Estoy en una plaza pequeña esperando a alguien. La plaza se va llenando de palomas. No me gustan las palomas, pienso y me subo la capucha de la parka sin darme cuenta de que dentro hay dos palomas que me clavan sus picos con fuerzan en las sienes. (Me despierto gritando, con un enorme dolor de cabeza.)
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Alguien me pide que le ayude a transportar un saco. El saco está vacío y no entiendo para qué necesita mi ayuda. Ahora lo entenderás, dice sin que yo diga nada. Entre dos coches aparcados en batería hay un cuerpo calcinado y tenemos que meterlo con palas en el saco. Mientras, muy cerca, se celebra una lectura de últimas voluntades. Cuatro chicas sentadas en taburetes cruzan y exhiben sus preciosas piernas. Pienso que son las viudas del cuerpo calcinado. Cuando la jueza señala a una de ellas, las demás se bajan las faldas y se marchan.
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Entro en la trastienda de una frutería. El frutero, se supone, me dice que tengo muy buena cara, y me susurra que no tarde demasiado. En el centro de la habitación hay una cama cuadrada y monitores antiguos de ordenador. Un tipo llega y, sin mediar palabra, nos desnudamos y follamos. Cuando estamos recomponiéndonos, a medio vestir, entran el frutero y la mujer del tipo con una fuente de fresas enormes cortadas en rodajas. Cada rodaja es como la palma de mi mano. Comed, dice, esto sólo pasa una vez al año.