el cubo fitness de giacometti

sábado, 31 diciembre 2011. Se supone que Isabel es la hermana de mi cuñado y que vive en casa de mis padres. Mi madre me lleva al que era mi cuarto y me cuenta con mucho misterio que, cuando se vayan de casa, va a regalarle a Isabel su vestido azul. El de las ondas blancas sobre el pecho, dice. Y si yo muero antes de que ellos se vayan, lo he dejado escrito en el testamento. Me madre se echa a llorar. No sé bien si llora porque le apena morirse o poruqe ya no aguanta más que mi hermana, su marido e Isabel vivan en su casa. La consuelo, la abrazo. No le digo que el vestido azul de las ondas blancas sobre el pecho era mío, de cuando tenía cinco años,y es imposibe que le quede bien a Isabel.
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Voy por una especie de descampado o desierto de cal muy blanco. Unos cien metros delante de mí distingo a Cantos. Va haciendo footing. Le doy una voz, se para y se gira, pero sigue dando saltitos. Cuando llego a su altura me pongo a correr a su lado. Mientras avanzamos, le digo que me parece admirable que siga saleindo a correr cada día. De repente aparece delante de nosotros, suspendido en el aire, un cubo irregular enorme y blanco (igual a una escultura que vi ayer en la exposición de Giacometti). Cantos sube de un salto y yo le sigo. Hace abdominales y ejercicios de suelo, pienso que caeremos poruqe el cubo es inestable. Caigo. La caída dura unos largos segundos y me da tiempo a pensar que voy a morir. Justo antes de llegar al suelo, me digo: No quiero morirme ahora. Y caigo suavemente sobre la tierra blanca.

sopa embotellada

jueves, 29 diciembre 2011. Voy por la calle con Salvador, Emilio y Cantos. Ellos van unos pasos por delante. De repente veo que discuten, se empujan, pienso que los puede atropellar un coche. Paro el tráfico, les digo que parecen tontos, agarro a Salvador de un brazo y me lo llevo. Está muy enfadado. Pienso que es la primera vez en 30 años que lo veo así. Quiero hacerlo reír. Llevo tres sujetadores en la mano, metidos en sus cajas. Le pregunto si quiere uno. Al fin se ríe. Seguimos andando, me pregunta si vamos bien para el Camino de Santiago. Pienso que se ha vuelto loco, pero le respondo que sí, que vamos bien. Mis padres acaban de mudarse, le digo, así que esta noche la pasaremos con ellos. Subimos a un ascensor, le damos a varios pisos, no tengo ni idea de en qué piso viven mis padres. Dale al 15, dice Salva. Una vez en el rellano, cada puerta da a un dúplex con jardín enorme. No me lo esperaba, digo sorprendida. Mi madre es mi madre y está en la cocina, pero mi padre es un chico joven musculado. No entiendo nada. La casa es un desastre, todo está desordenado y el jardín no tiene césped. Hay dos máquinas de remo. Le pregunto a mi supuesto padre si puedo usarlas. Dice que no porque estropearían la hierba. Cada vez entiendo menos. Le digo a Salvador que entremos a cenar. Mi madre nos sirve sopa en botellas de cerveza. Subimos a la terraza, hay otros dos cuartos muy desordenados. En el suelo hay un póster de "Esther y su mundo". Una chica me pregunta, mientras se cepilla los dientes, si tengo los libros de Esther. Le digo que no tengo los antiguos, pero que compré un par de ellos ya de mayor, pero que ya no le veo la gracia. Este póster ha sido la gran sorpresa de esta casa, dice. Pero el póster sigue en el suelo y cada vez que se mueve lo pisa sin ningún cuidado. Una niña pequeña me pregunta si sé quién es. Eres Clara, pero no te había reconocido vestida de niña mayor, le digo. Salvador bebe sopa muy callado, y yo me pregunto qué hacemos en esa casa de locos.

prohibido fumar

miércoles, 28 diciembre 2011. Vamos en autobús. Alberto se vuelve, dice que huele a tabaco, si soy yo quien está fumando. Lo miro con cara de asombro, como diciéndole, sabes perfectamente que no he fumado en mi vida. Dos asientos por detrás un hombre muy feo, con gafas y bigote, fuma sin parar debajo de una pegatina que lo prohibe. También protesta porque dice que el que entró el primero hizo trampas. ¡El primero fue usted!, le grita una mujer. Mientras el autobús va cada vez más rápido, en las curvas tenemos que agarrarnos a los asientos para no salir despedidos.

mandiocas congeladas y zapatillas del mismo pie

martes, 27 diciembre 2011. Patino por la casa de mi abuela, pasillo arriba pasillo abajo, sobre dos mandiocas peladas y congeladas. Al estar congeladas resbalan muy bien. Mi madre está en la cocina, mi tía le da un codazo, y mi madre me dice sin ganas que le devuelva las mandiocas porque tiene que cocinarlas. Siguen congeladas, le digo. Mi madre las parte por la mitad y sale una especie de sangre espesa. Me resulta asqueroso. Mi tía las echa rápidamente a la olla.
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La hermana de mi suegra acaba de llegar a casa. Le ofrezco unas zapatillas para que esté más cómoda. Detrás de una puerta hay un zapatero de tela lleno de zapatillas, pero todas son de distintos modelos y del mismo pie. Me quito mis zapatos y se los ofrezco. Ella entra en mi cuarto algo indignada. Dice que lo tengo muy desordenado y que encima el sol se está yendo, como si yo tuviera la culpa. Corro al fregadero y escupo un puñado de bolitas. Pienso que es cuscús, pero al fijarme, veo que son las cuentas rojas de la pulsera que me hice la noche anterior. Intento recuperarlas.

zapatones

lunes, 26 diciembre 2011. Veo unos zapatos preciosos en un expositor. Le pregunto a una chica si tendrían mi número. No me responde. Los que tengo en la mano son el 40 y yo tengo el 38. Me los pruebo y me quedan bien. No entiendo nada. Dudo si llevármelos, por si en casa me mengua el pie o crece el zapato.

segundo plano y piruetas

domingo, 25 diciembre 2011. Estoy en la terraza de una bar con Alberto, Carmen, Pepe y Orihuela. Carmen, desde un segundo plano, nos vigila como si nos cuidara. Pepe colorea unos dibujos. Orihuela le pregunta a Alberto si las pastillas que está tomando pueden tener efectos secundarios. Se llaman Rádel, dice. Le pregunto si se escribe Rádel o Radl. Se pronuncia como Lidl, dice y me da una pastilla roja y una receta. Dice que me la cambia por una de las mías. Alberto coge la receta, tacha el nombre de la pastilla y escribe: Mejor date un paseo en barco, haz submarinismo, camina por un bosque. Orihuela dice que ahora no le querrán dar las pastillas en la farmacia, casi llora. Me fijo en sus ojos casi transparentes, los tiene llenos de lágrimas. Pienso que son los ojos más dulces que he visto. Ten, no llores, le digo y le doy todas las pastillas que llevo encima. Niños, ¿qué estáis haciendo?, dice Carmen desde su segundo plano.
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Llego con Alberto a casa de los sobrinos. Elena dice que ha dejado los dulces en el cuarto de baño y que tiene que recuperarlos antes de que alguien se duche. Diego llega en ese momento. Se sorprende mucho de vernos, lo abrazo. Ojalá os quedéis, dice. Pienso en cuando de niño, jugando al pillapilla en el parque, me llamaba mamá. Cuéntame cosas buenas, le digo. ¡Estoy dando clases de ballet clásico!, dice haciendo una pirueta sobre un mueble.

no me llamo peter

sábado, 24 diciembre 2011. Begoña y yo llegamos al patio de una casa, buscamos un agujero en el suelo tapado por unas lonetas. Begoña dice que tenemos que ensayarlo bien para el día siguiente, pero no sé a qué se refiere. Me da una etiqueta con mi nombre, me la cuelga al cuello, y se pone un casco de minero. Intenta entrar en el agujero, pero está cerrado por una tapa de hierro muy pesada. Llama a alguien. Aparece su amigo L. Cada vez entiendo menos qué hacemos allí. No hagas ruido, en esa habitación hay alguien durmiendo, dice L. Me asomo despacio y veo a Pepo bajo varias mantas. Me alejo de puntillas para no despertarlo. Begoña y su amigo siguen intentando abrir el agujero del patio. Cuando me quito la etiqueta con mi nombre para marcharme, veo que en la etiqueta pone Peter.

lugares nada comunes

viernes, 23 diciembre 2011. Se supone que Carmen tiene una casa en una ciudad de Italia y he ido para ayudarla en las últimas semanas de embarazo. La casa es un pasillo circular alrededor de un patio. Des pasillo salen las distintas habitaciones. El suelo del pasillo hace hondas. Carmen está tumbada con una bata azul. No decimos nada. Se nos ve muy felices.
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Voy por el campo con Antonio y otro tipo al que no reconozco. No me parece real, parece un paisaje sacado de "El señor de los anillos", les digo. Hay un acantilado en forma de ola gigante. Saltan. Me asomo sin prisa porque sigo pensando que todo es un decorado. Están de pie sobre unas torres de piedra puntiagudas. Voy a haceros una foto, les digo y en ese momento aparece toda una excursión a fastidiar el panorama.
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Julio César habla a gritos con Virginia porque se oye música muy alta a nuestro alrededor. Le pregunta dónde trabaja Alberto. Virginia dice una palabra que no llegamos a entender. Alberto está al lado de Julio César, con el pelo muy largo, baila como poseído. Los miro sin comprender nada.
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Un tipo muy parecido a Francisco me enseña una caja en la que guarda cosas usadas de otra época: portaligas, broches, arandelas de cortina de baño, cuentas que imitan perlas y hasta unos zapatos estilo imperio. Me pregunto cómo sabe que me gustan las cosas así, sobre todo usadas. El tipo va colocándolo todo sobre la mesa de lo que parece un bar. Por sacarle conversación, le pregunto e qué número es el zapato. No sabe. Le digo que antes las mujeres tenían los pies más pequeños, pero que este parece un 37. Podrías ponértelo, le digo a una chica que de repente se sienta a su lado. La chica niega con la cabeza y guarda el zapato en el bolso.
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Mi madre dice que acaba de llegar una visita a la que le gustan mucho las cortinas de baño, que es en lo único que se fija de las casas. Dicho esto me empuja dentro del cuarto de baño para que lo arregle. Hay un estante muy desordenado con cosas de mi hermana. Trato de meterlo todo a presión en un armarito, pero se me caen cosas al váter: hebillas y gomas del pelo, y hasta cucharillas de plástico de las que dan con los cucuruchos de helado. Intento doblar todas las toallas, pero cada vez hay más. De repente la cisterna se pone a funcionar sola y todo lo que ha caído dentro lo atasca. El cuarto de baño comienza a inundarse. Intento que el agua no llegue a la cortina rosa que cierra la bañera. ¿Pero desde cuándo hay en esta casa una cortina rosa en la bañera?, grito en alto.

susi en perla

miércoles, 21 diciembre 2011. Susi está sentada en la terraza de un bar. Habla animadamente con un chico muy guapo. De repente me fijo en que no lleva el pelo rojo, como siempre, sino gris. Teñido de un gris perla precioso. Bajo la melena, lleva una capa verde preciosa que le enmarca la cara. Pienso que me encanta cómo se mueve mientras habla, la alegría que pone en todo lo que hace y en si me quedaría bien ese color de pelo. 

uniforme

martes, 20 diciembre 2011. Se supone que es el primer día de clase. Llego al paseo marítimo, han colocado carpas, hay mucha gente. Bajo las carpas han puesto unas gradas de madera. Unos niños desfilan en orden. Temo no reconocer a los de mi clase. Todos llevan uniforme menos yo, que llevo un jersey gris con dibujos asimétricos bastante feo. Me acerco a uno de los niños más pequeños y le pregunto si sabe en qué clase estoy. El niño se ríe a carcajadas. ¿Cómo voy a saberlo si sólo tengo tres años?, me dice.

fiesta de la lana

lunes, 19 diciembre 2011. Estoy en lo que parece una fiesta en el campo. Todo el mundo lleva jerseys de lana gorda hechos a mano. Me voy encontrando a algunos amigos: Ferran lleva un jersey precioso de lana color huso, lo señala orgulloso al verme. También Carmen y Enrique. Me acerco a Sonia, la abrazo, le acaricio la barriga con cuidado. Tenía tantas ganas de conocer a tu hijo, le digo. El embarazo se le nota mucho, lleva una falda de cuadros igual a la mía, nos reímos. Al cabo de un rato, Antonio dice que sería mejor que nos marcháramos. Alberto, Antonio y yo llegamos a un parking de globos enormes. Cada uno se sube a uno, y moviéndo los pies como si estuviéramos en un circo, volvemos por un camino de tierra muy oscuro. Le digo a Antonio que se fije en el polvo que levanta mi globo para no perderse. Vamos muy rápido. Al desembocar en la Plaza del Hospital Noble, Alberto y Antonio saltan de sus enormes globos a una especie de tranvía agarrándose a una barra lateral. Desaparecen. Intento cruzar la plaza, pero han borrado los pasos de cebra y no estoy segura de si un globo es un vehículo o debo circular por la acera o por el cril bici. Consigo llegar al Paseo de los Curas, ya me queda poco para llegar a casa, pero noto que el globo es cada vez es más pequeño. No sé si me dará tiempo.

proteínas, agua y pastillas de tierra para respirar mejor

domingo, 18 diciembre 2011. En casa de mis padres hay dos mi madre. Una me dice desde la cocina que dónde están mis gemelos o que deberíamos ponerle nombre a las galletas que he hecho. A la otra mi madre le cuento lo que me dice la primera, le digo que ha perdido la cabeza, que cómo dice que tengo gemelos. Mi madre cuerda dice que no le haga mucho caso. Caminamos hacia casa de mi abuela. A mitad de camino me doy cuenta de que he olvidado las galletas, pero no quiero volver. Por otra parte pienso que si vuelvo me libraré de una reunión familiar. Deshago el camino, pero llego a un hospital muy destartalado. Una chica con bata blanca me habla como si me conociera de toda la vida. Pienso que será amiga de Alberto. Me enseña el hospital, está en obras. En una habitación hay varias parejas haciendo manitas después de lo que parece una celebración. Es la habitación "Trovador", dice. En otra venden zapatos ortopédicos. Pero son de diseño, me aclara la chica. Hay unas zapatillas de deporte rosas, con cintas negras, pienso que seguro que a Jota le gustarían. Le pregunto a la chica si sabe algo sobre no respirar bien. Le cuento que no respiro nada bien, que cada vez que lloro, o simplemente me emociono, me duele mucho la cara, que he probado hasta con corticoides. Me lleva a un ascensor de ladrillos que parece vaya a romperse. Allí, detrás de unas cajas, una chica mezcla tierra y unas diminutas bolitas blancas. Sale humo, lo mete todo en un envase de crema hidratante y dice que con eso me curaré para siempre. Al abrirse la puerta del ascensor salgo a una calle que no conzco, también está en obras. A lo lejos veo a Alberto y Andrés. Andrés lleva una chaqueta negra con hombreas estilo Star-trek, pienso que le sienta muy bien. Quiero caminar más rápido para alcanzarlos porque temo perderme, pero me doy cuenta de que llevo entre las manos un barreño de plástico lleno de agua y un montón de apuntes que se me caen al suelo cada dos por tres. Andrés me ve, se vuelve hacia mí, me ayuda a recoger los folios, me agarra de la mano y tira de mí. Llegamos a un desfiladero, la barandilla es demasiado baja, apenas llega hasta la rodilla. Siento un vértigo tremendo y me echo a llorar. Le cuento todo a Andrés, le digo que mi madre está perdiendo el juicio, que no respiro bien, que me han dado unas pastillas de tierra que no me atrevo a tomar y que jamás había sentido vértigo. Tira de mí de todos modos, dice que hay que cruzar y no piensa dejarme atrás. Mientras cruzamos, yo me resisto todo el tiempo, grito, intento que el agua del barreño no se derrame. Él, para distraerme me cuenta cosas sobre un tal Malcom McNosequé, y dice que mi madre es sólo proteínas y agua. Miro el barreño y pienso que el agua que lleva dentro es parte del agua que es mi madre. Pienso que estoy volviéndome loca, más loca que ella. Cierro los ojos y sigo cruzando el desfiladero. No dejo de gritar.

reus reus reus

sábado, 17 diciembre 2011. Estoy sentada en la acera, esperando a Alberto. Unos profesores pasan por delante, se acercan a mí y se quejan de cuánto trabajan y todas las tonterías que han puesto sus alumnos en los exámenes. Miro a mi alrededor, a ver si es que hablan con otra persona. No. No sé qué decirles. Sobre la acera hay monedas de dos euros, pienso que quizá podrían llevárselas y así se sentirían mejor. Se las señalo pero no me hacen caso. Se van. Un chico con pelo rizado y chaqueta de lana de colorines, me dice que ha quedado con Alberto para comer. Pienso que no puede ser porque Alberto me habría avisado. El chico se ríe y se mete en un taxi. Casi inmediatamente aparece Alberto. Yo estoy escribiendo en una libreta muy pequeña. Dice que ha acompañado a mi hermana al médico. ¿Dónde preferirías pasar el tiempo, entre los pilares de una casa en obras o en un zulo?, le pregunto. Prefiero la terraza de un bar, contigo, aunque no hables, dice. La hoja escrita del cuaderno se me cae al suelo. Aparece mi hermana, de repente, y la lee. ¡Has escrito la palabra "Reus" más de veinte veces!, dice a gritos.

ovillos y magueras

viernes, 16 diciembre 2011. Llego a una oficina, me recibe una mujer muy mayor vestida de negro, es igual a la institutriz de Heidi. Espero que la hayas terminado, dice. Pienso que se refiere a mi novela, pero no sé cómo sabe ella nada ni qué quiere de mí. ¡Vamos!, dice abriendo las manos, como si esperara a que se la pusiera sobre la mesa. Saco del bolso varios ovillos de lana de distintos colores y tamaños. Esto es todo lo que tengo, le digo. Apunta algo en un libro de contabilidad. Así me gusta, puedes irte, dice.
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A Alberto le suena el móvil, habla, se ríe. Me extraña verlo tan animado porque odia el móvil. Ya hemos quedado, dice. Camina más rápido, lo sigo. Llegamos a un bar y saluda a Camilo. Me resulta extraño que hayan quedado por su cuenta. Me siento junto a dos tipos de pelo largo y rizado, hablan de Daniel. Les pregunto de qué lo conocen, les digo que hace mucho que no lo veo, que le den un abrazo enorme de mi parte. No me hacen mucho caso. Noto que me cae agua en la cabeza. Al volverme veo a Camilo con un anorak y una manguera de bombero mojando a todo el mundo, sobre todo a mí. Me acurruco en unos cojines y pienso que ya se cansará. Cuando se cansa, entro en un servicio muy pequeño, sólo hay toallas de papel, no puedo secarme. Un bombero de verdad me enfoca con una manguera de la que sale aire caliente a toda presión. Temo ahogarme. ¡No me ayudes, no me ayudes!, le grito.

de regreso

jueves, 15 diciembre 2011. Voy con un grupo por la calle. Me dicen que los guíe hacia el hotel donde nos alojamos porque hay una lectura de poemas. Alguien me dice que yo leo esa noche, que me dé prisa. No sé de qué me habla, pero intento encontrar el camino de vuelta. La calle se ha llenado de gente de repente y entorpecen el camino. Unos niños hacen carreras con un globo sobre sus cabezas, en las aceras la gente se arremolina alrededor de unas momias de monjas. Dicen que si las tocas te curas. Todo me parece de locos. Llego a un faro junto a un río seco. Le pregunto a un tipo si estoy en Tenerife. Se ríe. Le digo a alguien del grupo que no puedo más, que estoy muy cansada, que no pienso seguir.

feria

martes, 13 diciembre 2011. Intento hacer una foto desde una ventana. Intento que en primer plano salga una virgen de plástico que hay en una peana, casi en el techo, y de fondo una noria iluminada en movimiento. Una chica se asoma y me pregunta si no voy a montarme en las atracciones. Le digo que prefiero quedarme con Alberto. Yo sé cómo puedo cuidarlo mientras tanto, dice guiñándome un ojo. En una de las habitaciones, de esa casa que no conozco, está Alberto metido en la cama a punto de dormir. He encontrado tu pírcin del labio, dice. ¿Dónde estaba? Entre las mantas.

zanahorias

lunes, 12, diciembre 2011. Pablo y yo estamos tumbados sobre un colchón que hay en el suelo en la habitación que daba al jardín, de la casa de mi abuela. La ventana está abierta y entra el aire fresco y los sonidos de la siesta. Todo es muy agradable, la luz, la temperatura. Miramos al techo, decimos algo y nos reímos. Pasamos así un buen rato sin hacer ni decir anda importante. Todo es muy ligero. De vez en cuando, por la ventana, vemos pasar a un tipo refunfuñando de un lado a otro con un manojo de zanahorias en la mano, agarradas por los tallos.

lentejas vs tryptizol

domingo, 11 diciembre 2011. Me descuelgo de la fachada de un edificio agarrándome a los salientes de las ventanas. Me duelen mucho las manos. En una de las ventanas está mi prima Elisa. En el alféizar hay un tupperware lleno de pastillas amarillas. Pienso que es Tryptizol. Al ir a coger una mi prima las tira hacia abajo. Las veo esparcidas por la acera. Sigo bajando por la fachada. En la acera encuentro a mis padres, mis tías y mi hermana sentados en sillas de playa, como si esperaran ver un espectáculo. Pienso que tengo que recuperar el Tryptizol antes de que empieza a pasar gente. Me pongo de rodillas en la acera y busco, pero sólo hay lentejas de varios tamaños. Miro a mi familia, esperando que alguien me ayude, pero sólo miran.

hormigas

sábado, 10 diciembre 2011. Estoy en un pasillo muy estrecho clasificando ropa usada. Algunas prendas están rotas y las descarto. A cada rato vuelcan más. La ropa me llega hasta la cintura, pero clasifico con una rapidez asombrosa. También separo bolsos y sombreros. A veces me pongo alguno para hacer reír a la mujer que me trae más cajas con ropa. Al poco tiempo todo está ordenado y la mujer me dice que puedo irme a casa. Entonces me doy cuenta de que he perdido los pantalones. La mujer señala un perchero en la pared. Me los pongo aunque no sé si son los míos. Se abre una puerta y entran varios niños que parecen autómatas. Una niña muy pequeña se acerca a cualquier montón de ropa y le pregunta si es su padre. Siento una tristeza inmensa. La mujer le dice algo y la niña se hace una bola que cada vez es más pequeña hasta alcanzar el tamaño de una hormiga. La mujer la pisa y después me mira y sonríe.

dos lunas

viernes, 9 diciembre 2011. Subo la cuesta que lleva desde la casa de mis padres a Económicas. Pienso en cuánto ha cambiado. Ahora está asfaltada. Hay señales de tráfico muy raras con dibujos de hamburguesas y perritos calientes. Cuando llego a la explanada donde se hacían las fiestas, encuentro a un grupo de antiguas alumnas, pero del colegio, no de la facultad. Van con vestidos de brillo hasta los pies, como si fuera nochevieja. No entiendo nada, no sé de qué hablar con ellas ni qué pinto yo allí. Por hablar de algo, les pregunto si ellas también ven dos lunas. No, dicen. Y ya no sé qué más decir. Me quedo callada mirando el cielo. Lucen dos enormes lunas llenas.

anillos

jueves, 8 diciembre 2011. Al parecer tengo que darme prisa porque unos tipos van a hacer las fotos del calendario Pirelli en el jardín de la casa de mi abuela. Mi madre dice que me ponga algo bonito y me da un trozo de tela rústica color hueso. Me la enredo en el cuerpo y, para que parezca un diseño único, le saco hilos horizontales de modo que la parte de abajo quede como si fuera una falda de flecos. En esas estoy cuando mi madre, de nuevo a través de la puerta, me dice que tengo que elegir entre dos anillos. Hay dos anillos sobre la cama, uno es la esmeralda que ella misma me regaló y el otro tiene una piedra transparente en cabujón. Me los pruebo varias veces, no soy capaz de decidirme.

encuesta de insatisfacción y lacasitos

miércoles, 7 diciembre, 2011. Llego a un hotel. Por todo equipaje llevo una bolsa de supermercado y un balón de reglamento. La chica de recepción me entrega varias hojas donde debo responder a un buen montón de preguntas. Las preguntas van acompañadas de espacios vacíos donde debo pegar fotos de mi infancia. Le pregunto si hay mucha gente que viaje con ellas encima. La chica no responde y me dice que termine cuanto antes. Le digo que me parece una tontería muy grande y no pienso hacerlo. La chica me señala una especie de piscina llena de Lacasitos. No sé si se trata de un castigo o si se refiere a que tengo que dormir sobre ellos.

cuentas comestibles

martes, 6 diciembre 2011. Sobre el sofá hay una bandeja con seis compartimentos, y en cada uno hay cuentas muy pequeñas de cristal de distintos colores. Las junto todas y hundo las manos. Mi madre dice que deje de jugar con la comida. Cuando vuelvo a mirar las cuentas, las naranjas se han convertido en melocotones diminutos y las rojas en tomates cherry. Las azules han desaparecido. Levanto los cojines del sofá para buscarlas, pero no doy con ellas.

peras beltrán

lunes, 5 diciembre 2011. En el suelo hay hierba, aunque no estoy al aire libre. Sobre la hierba hay dos peras de color rosa que se hinchan como globos hasta volverse transparentes. Pienso que si las lanzo al aire y me agarro bien a ellas podría volar. Lo intento varias veces, pero no lo consigo. En cada pera hay una etiqueta "Beltrán, Logroño". Me fijo en que tengo en la mano izquierda una costura, un pespunte de hilo desde la muñeca al dedo índice. Intento quitármelo, pero me duele mucho. En la otra mano tengo un parche, también cosido a máquina, una especie de codera o rodillera ovalada. Me duelen mucho las manos, pienso que si consigo hacer volar las peras, tendrán que irse sin mí porque las manos no soportarían el dolor del viaje.

dioramas

viernes, 2 diciembre 2011. Varias personas construyen dioramas de tamaño gigante, cada uno el suyo. Uno de ellos corta piedras con sus propias manos, como lo haría un karateka. Me fijo en uno de ellos, ha puesto una ventana por donde cae lluvia artificial, un buen chaparrón. ¡Lluvia fuera-dentro de la casa, qué gran idea!, exclamo. Los demás lo miran e intentan imitarlo poniendo cascadas y chorros de agua a los suyos. Pienso que si estuviera dentro de un sueño podría intentar volar. En ese momento aparece Camilo, dice que lo intente, que él me sostendrá las piernas. Pongo las manos en el suelo y él me agarra de los pies, como si yo fuera una carretilla. Levanto los brazos e intento dar brazadas, como si nadara. Sólo consigo avanzar unos pasos.

baile absurdo

sábado, 26 diciembre 2011. Un grupo de chicas y chicos hacen una rueda y se mueven como si bailaran. Da un poco de vergüenza ajena mirarlos. Las chicas dicen a los chicos que no saben bailar. Una los defiende diciendo que ellas bailan sobre hierba y ellos sobre asfalto, aunque todo el suelo de arenilla blanca. A mi lado hay una chica con un bebé sentada en sus hombros. El bebé me habla como s fuese un adulto. Le pregunto a la chica qué edad tiene. Todavía no ha cumplido el año, pero habla perfectamente desde los seis meses, dice. Tanto la chica como el bebé llevan el pelo con un corte años veinte y teñido de blanco.

cristales

viernes, 25 noviembre 2011. Estoy delante del ordenador, tengo que escribir algo, pero no puedo concentrarme porque el vecino hace ruido con un martillo. Además suena el teléfono y alguien llama a la puerta, a la vez. No hago caso. Intento concentrarme, pero el ordenador no funciona, sólo aparecen páginas en color azul. Busco mi vieja máquina de escribir y me pongo a teclear con prisa. Noto que los dedos me duelen y me sangran. Me fijo en que cada tecla lleva encima una capa de cemento con cristales rotos y puntiagudos. Me recuerda a una tapia que había al lado de la casa de mi abuela, me paso la mano por la cara para detener ese pensamiento y ponerme a trabajar, pero la sangre de las manos se me mete en los ojos y no veo nada.

banzai

jueves, 24 diciembre 2011. Andrés está al otro lado del ventanal agarrado a la baranda, se balancea, dice que piensa tirarse. Has visto demasiadas películas japonesas, le digo y cierro la ventana.

souvenirs gigantes y velas góticas

miércoles, 23 diciembre 2011. Juan ha construido una casa con sus propias manos. Dice que sólo necesitó un cuadrado de cemento de diez por diez. Me enseña los planos, están en el sótano colgados de la pared con cuatro chinchetas. En el sueño Juan tiene cinco hijos, tres niños y dos niñas. También vive con un oso, un cerdo y un búho. Al llegar a la casa el búho se me posa en el hombro. Todos se asombran porque, dicen, siempre ataca a las visitas. El oso y el cerdo duermen al lado de su mesa de trabajo, entre montones de folios escritos. Las hijas pequeñas me enseñan cada rincón de la casa. El sótano da a un gran huerto. Al salir, una de las niñas me dice que voy descalza. Me ensucio de barro hasta las rodillas. Alrededor del huerto Juan ha colocado los típicos souvenirs que trae uno de los viajes, pero tamaño gigante. Uno compra cosas sin ton ni son y después no sabe qué hacer con ellos, ¿no?, le digo. Recuerdo dónde y cuándo compré cada uno, volvería a hacerlo, dice, no me arrepiento de nada.
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Encuentro dos velas encendidas detrás de la cortina. Pienso que he tenido suerte porque podría haberse incendiado la casa. En cada vela hay escrito una palabra con letras góticas: Michelle Pfeiffer.

gluts

lunes, 21 noviembre 2011. Una chica se me acerca por la calle y me dice que hay dos mensajes para mí. La acompaño a una centralita improvisada que cuelga de la pared. La chica pone y quita cables y después me dice que escuche. Oigo la voz de Manuel, dice que ha vuelto de Roma pero que no llegará a tiempo de recoger a su hija. No entiendo nada, ni que los mails ahora sean hablados y en la calle, ni de qué hija habla Manuel porque Manuel no tiene hijos. Se nota que son buenas noticias, dice la chica. Un camión vuelca un montón de vestidos de niña sobre los adoquines de la Plaza de la Merced. Me pongo a doblarlos con cuidado y los voy colocando sobre un banco de piedra. Aparece una niña, dice que el nuevo novio de su madre la ha dejado sola en la calle y ahora no sabe volver a casa. ¿Y tú padre? La niña señala un elefante aparcado en doble fila. Como si fuera lo más normal del mundo, reconozco en la matrícula al elefante de Manuel y pienso que quizá esta es la hija que decía que no podía recoger. La niña tiene frío. Me subo al elefante con ella y la arropo tirando de la piel del animal, que es tremendamente elástica. Le cuento historias sobre sus vestidos mientras esperamos a que Manuel salga. Manuel sale del bar con un trozo de pizza en la mano. Dejo a la niña dormida sobre el elefante y bajo a hablar con él. Tienes que explicarme muchas cosas, le digo. Mira lo que sé hacer, dice. Manuel se mete un trozo de pizza, los mastica, se tapa la nariz y aprieta. Un líquido verde sale de su nuez a toda presión. Eso es Gluts, dice satisfecho.

equilibrio y ventanas

domingo, 20 noviembre 2011. Camino con mi sobrino Darío de la mano. Me cuenta que un hombre le ha dicho que si es capaz de adivinar cuántas ventanas tiene una casa, se la regalará. Es una casa muy grande, con tres plantas y muchas habitaciones, podrás quedarte a dormir en mi cuarto, dice. ¿En qué piensas?, me pregunta. Pienso en un elefante-jinete montado a caballo. El caballo está loco y tira de él. El elefante hace equilibrios con las cuatro patas, muy juntas sobre el lomo del caballo. Con la trompa agarra las riendas. El caballo corre y gira y babea con la boca abierta. ¿En qué piensas?, ¿en qué piensas?, me grita Darío tirándome de la mano. Pienso que esa casa tuy debe de tener muchas ventanas, le digo.

en el tiempo

viernes, 18 noviembre 2011. Manu Sánchez hace un monólogo en un bar. El bar está muy oscuro, las paredes son de ladrillo visto y tienen nichos donde el público puede sentarse. También hay fanzines clavados con chinchetas en un mural de corcho. Veo a Daniel de lejos y me acerco. Señalo una de las revistas, una versión muy primitiva, y a fotocopias, del Rockdelux, pienso que he viajado al pasado. Le digo que me gustaría decirle al editor que su revista será la mejor en el futuro. Por ahí sale, dice Daniel y corre tras un chico. Manu empieza a hablar y me meto en mi nicho. Una chica me pregunta si después iremos a otro bar. Le digo que no puedo, que Alberto me está esperando en un bar de mi época.

cresta verde, té verde y kimono

jueves, 17 noviembre 2011. Encuentro a María mirando la ventana de la que fue mi casa de niña. Le recuerdo que la casa la tiraron y ese edificio ya no tiene nada que ver conmigo. Sólo espero a mi hermana, dice. Su hermana llega, es enorme, nos pregunta si sabemos algo del nuevo libro de Harry Potter. Tú debes saberlo, dice, lo publica Ferran. Me extraña y me alegra a la vez, porque pienso que va a vender muchísimos. Un camión descarga varios palés de libros a las puertas de un bar. Alguien se ha olvidado una caja con una camisa y pienso que se perderá entre los libros, la recupero y voy preguntando, bar por bar, de quién es. En un pub años 70, con asientos de obra y cojines de flores, un hombre me dice que deje de hacer el tonto y ayude a recoger los cojines de afuera por si llueve. Un tipo, mitad mago Tamariz, mitad Ocaña, me dice que si no me acuerdo de él. Ni idea. Se quita la gorra por si así lo reconozco. Intento esquivarlo. Aparece Héctor, me alegro muchísimo de verlo, lo abrazo. Ya ha pasado todo, me dice. Unos pasos más allá veo a Antonio casi irreconocible: lleva el pelo teñido de negro con una cresta punki verde y una trenza muy larga recogida en la nuca. Me dice, muy contento, que la trenza es de junco teñido y que es postiza. No digo nada. Nos sentamos a comer en una mesa enorme. Al principio no reconozco a nadie, pero al fijarme veo que se trata de mi familia. En la esquina opuesta distingo a Juan, lo saludo con la mano, feliz. Nos hablamos desde lejos, haciéndonos señas. Me señala lo que está bebiendo, té verde con frambuesa. Señala una lata que mi hermana ha abierto y me explica que en realidad me la trajo a mí. Se ríe. Nos reímos. Le digo que quiero regalarle un kimono. Se ríe. Me fijo en que llevo puesto un albornoz, me siento muy triste. Me levanto, salgo a la calle y me siento en la acera a tomar el sol.

el fernando alonso de los trajes de novia

miércoles, 16 noviembre 2011. La madre de Alberto está en la cama, entro a abrir las cortinas, a preguntarle cómo ha dormido y a contarle algunas noticias da tele. Le digo que han aprobado la ley de divorcios. De repente, se levanta sola de la cama, me tira cosas, todo lo que encuentra a su paso, me grita que si me divorcio me mata. Intento decirle que sólo era una noticia de la tele, pero las palabras no me salen. Por un lado me alegra que vuelva a andar, por otro temo que me mate de verdad.
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Me despiertan unos ruidos en la terraza, me asomo por detrás de las cortinas si llegar a abrir la puerta. Mi vecina y un albañil están haciendo obra en mi terraza, me pregunto cómo habrán entrado, si habrán saltado el muro. Les oigo hablar de los cambios que van a hacer. Voy a ducharme y a vestirme para salir y decirles algo, pero tampoco sé que puedo decir porque la obra ya está hecha. En el cuarto de baño hay varias chicas maquillándose. No entiendo qué hacen en mi casa. Una de ellas le cuenta a las otras que no quiere saber nada de los hombres, que a partir de ahora sólo se acostará con mujeres. Pienso que igual no notan mi presencia y entro a ducharme. Una de ellas dice que quiere ducharse conmigo.
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Camino con Virginia por calle Carreterías. Dice que es incapaz de recordar el apellido de Virginia. Virginia eres tú, le digo. No sé si habla en serio o en broma, pero no le digo nada. Le digo trucos para recordar datos, le cuento cómo me aprendí hace años la tabla periódica de elementos y aún hoy la recuerdo. Mientras miramos zapatos en un escaparate. Virginia saluda a Mario. Yo también. Ella no entiende de qué podemos conocernos. Le explico que estudiamos juntos, que él se hizo diseñador de alta costura. Virginia me mira asombrada. ¡Mario es el Fernando Alonso de los trajes de novia!, dice levantando el índice. Mientras Mario, en un coche deportivo, lee una revista.

letra erre

lunes, 14 noviembre 2011. Recibo varios mails donde alguien dice que Juan y yo somos la misma persona porque, después de leer atentamente nuestros poemas, usamos el mismo tipo de erre. Se lo cuento a mi madre para que se ría, pero está muy preocupada porque mi hermana quiere echarla de su propia casa. Mi madre mueve muebles de un lado a otro. En una de las paredes hay un paisaje de árboles enormes. No sé si es una ventana o una pantalla gigante. Le digo a mi madre que no se preocupe por nada y que disfrutemos de las vistas.

pompeyo gener, taxista

domingo, 13 noviembre 2011. Estoy en una fiesta en casa de Virginia. No conozco a nadie y me quedo en la cocina, observando. De repente aparece mi padre, no sé de dónde sale, pero dice que es muy tarde y lo acompañe a la parada de taxis. Mientras vamos caminando por la calle me advierte que sólo se meterá en el taxi si el taxista es Pompeyo Gener.

gato morboso y deseos de caer

viernes, 11 noviembre 2011. Un gato gris y enorme se empeña en arrastrar sus patas sobre los cristales de un vaso que se me acaba de romper. No sé cómo detenerlo.
+
Me lanzo al mar desde una avioneta. Mientras caigo, deseo no llegar al agua nunca y seguir cayendo.

muestras de veneno

jueves, 10 noviembre 2011. Alguien guía a un grupo a una sala de actos. Voy entre ellos. Cuando veo los asientos de madera y y la cara de los que están en el estrado, pienso que ya he estado allí y sé lo que va a pasar. Efectivamente nos comunican lo que yo ya sabía, la muerte de una chica. Hablan de que ha tomado veneno por error. Un tipo pasa por los asientos dándonos una muestra de veneno. Nos advierten que probemos sólo un poco. Todos se ponen una gota en la muñeca y prueban. Si yo ya sé lo que va a pasar, ¿qué debería hacer?, le pregunto al tipo que está a mi lado, ¿decirle que se equivocan o largarme? El tipo me manda callar. Yo intento decirle a alguien que a la chica la ha matado su marido, que no tomó ningún veneno por error, pero nadie parece querer escucharme.

musical country

miércoles, 9 noviembre 2011. Estoy leyendo un libro. Cada vez que levanto la vista aparece ante mis ojos un musical country en el que los personajes del libro bailan en un granero. Entre ellos baila San Shepard. Por un lado quiero que desaparezcan y para eso sólo tendría que cerrar el libro, pero por otro no quiero dejar de ver bailar a Shepard, que es de nuevo joven y guapo.

desfiladero

lunes, 7 noviembre 2011. Camino con Salvador por el desfiladero de El Chorro. Hay militares con muy mala pinta. Pienso que en cualquier momento van a dispararnos o a empujarnos al vacío. Después de caminar un rato en silencio, aparecen grupos de niños acampados y algunas familias. Una niña tiene delante una caja de piedras muy brillantes, me cuenta que lleva varios años puliéndolas con agua. También tiene una caja con cuadrados hechos de resina donde ha metido botones, cuentas de collar y trocitos de pan de oro. Le pido que me enseñe a hacerlos. Me regala uno y dice que la acompañe al servicio. El desfiladero se convierte en el hall de un hotel, hay muchas puertas iguales, mientras ella busca cuál es la de los servicios, yo empujo una y ha están unas duchas y unas letrinas muy sucias.

caos

viernes, 4 noviembre 2011. Me despierto sobre una montaña de ropa en la que parece la casa de mi abuela. Los muebles, sin embargo, son los de la casa de mi suegra. Se supone que ha habido una fiesta aunque más bien parece que haya pasado un tornado. En distintas habitaciones encuentro varias chicas que también acaban de despertarse. Les digo que tenemos poco tiempo para limpiar y dejarlo todo en su sitio. Una de ellas usa la aspiradora para recoger calcetines del pasillo, otra se pone a jugar con unas figuras de porcelana sobre la mesa de comedor a pesar de que está cubierta de restos de comida. No sé por dónde empezar a ordenar y limpiar.

quiche y cristales

miércoles, 2 noviembre 2011. La vecina del sexto y su hija me hablan de recetas. Presumen de hacer las mejores quiches. Sacan del horno unos huevos revueltos con patatas. No hago comentarios, les digo que ya volveré otro día. Al llegar a la que era la casa de mi abuela, un niño me lanza trozos de cristal a una velocidad enorme. Consiguen hacerme cortes en las manos. La madre del niño está en la otra acera mirando sin intervenir. Intento entrar en la casa, pero tiene varias cadenas y varios candados. Aporreo la puerta para que me oigan. Nada. Me duelen y me sangran las manos.

tickis

martes, 1 noviembre 2011. Llegamos a un bar con la barra en forma de U. El camarero me suena, me recuerda a Natalio el de "Galería de arte". Me fijo en que sólo llevo una falda blanca de mucho vuelo hasta los pies. Parece un vestido de novia al que le falte la parte de arriba, sin embargo nadie me mira. Voy al servicio. El servicio es una habitación sin paredes ni techo. Está rodeado de un bosque de eucaliptos. Cuando estoy orinando aparece Dani con un amigo entre los árboles y me hacen fotos. Intento bajarme la falda, pero es demasiado tarde y además me la he mojado. La mojo entera en el lavabo para que no queden manchas, pero acaba cubierta de barro. Cuando vuelvo me siento con Ángeles, la madre de Dani. Tampoco se extraña de que vaya desnuda con una falda mojada de vestido de novia. Por la calle, Dani me dice: ¿A que soy muy malo? Lo miro sin responder. Insiste: Dile a mi madre que soy muy malo. No pensaba contárselo, pero ya que insistes, digo. Le cuento lo de las fotos y que además, cuando estaba entre los eucaliptos, lo vi comerse unas cacas en forma de canica. ¡Tickis!, dice Ángeles muy contenta, los dos se ríen. No comprendo nada, sólo les pido que borren las fotos.

gemelos e icosaedro

sábado, 29 octubre 2011. Carmen y Enrique han organizado una cena en su casa. Su casa es un laberinto de pasillos con muros de piedra y cristal. Carmen lleva un vestido de noche azul. Dice que la barriga empieza a pesarle. Le pregunto si está segura de que sólo es un bebé y no dos. Me mira con cara de susto. Los invitados me suenan, pero soy incapaz de recordar sus nombres. Propongo que todos los escriban y los coloquen sobre la mesa.
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Después de intentar hacer una foto en la esquina de una calle por donde pasan mujeres vestidas de flamenca, corro con una caja enorme hacia un hotel. En la caja pone "negativos". En el hall del hotel hay una chica rubia que está protestando por algo, me trata de usted. Pienso que he viajado en el tiempo porque en realidad es mi sobrina muy mayor. Entro con ella a los servicios, ella sigue hablando, pero no tiene boca. Su cara parece de porcelana. Hay una puerta de cristal que separa los servicios de una habitación enmoquetada. El cuarto me resulta familiar. Pienso que podría vivir en él. Una chica y su novio, que está sentado en el suelo con el abrigo puesto, hacen gráficos en un papel enorme. Hay una estantería llena de nazarenos vestidos de azul y figuras geométricas de cristal. Me fijo en que la chica es una amiga de la familia, pero muy joven. Pienso que ahora he viajado hacia atrás en el tiempo. Para disimular, le pregunto si tiene un icosaedro de cristal.

enfermera asesina y zoo macabro

viernes, 28 octubre 2011. Una enfermera va a sacarme sangre, pero en ves de eso agarra un cúter y comienza a cortarme las manos. Manoteo con ella, sólo consigue hacerme arañazos. De cada corte sale sangre muy roja muy lentamente, muy espesa. No sé cómo escapar porque sólo hay una cristalera enorme sin puertas. De repente aparece Chinarro en una furgoneta blanca y la estrella contra la cristalera. ¡Vete ahora!, me grita.
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Estoy en la puerta de un zoo esperando mi turno para recoger mi ropa limpia. Al parecer en el zoo hay lavandería. Llega Bárbara con una amiga, hablamos de su pelo. Le digo que a pesar de habérselo teñido mil veces sigue teniéndolo suave y precioso. Me fijo en que lo lleva con estampado de leopardo. De repente veo a través de una ventana escondida tras unas plantas, como cortan la cabeza de otras chicas que llevan el pelo igual que ella. Trato de convencerla de que no entre, pero no me oye y no puedo caminar, las piernas me pesan muchísimo. Intento arrastrarme hasta su mesa (se han sentado en el bar del zoo), pero alguien me empuja hacia otro camino. El suelo está marcado con caminos en bajo relieve que no permiten volver al anterior. Veo las lavadoras, pero decido dejar allí mi ropa y escapar para denunciar lo que está pasando. Veo una habitación llena de cabezas cortadas y al lado otra con un cañón. Me meto en el cañón y me disparo como lo haría un hombre bala. Cuando aterrizo, vuelvo a estar en el punto de partida.

nave espacial y teorema de félix

jueves, 27 octubre 2011. Estoy con un grupo de chicas en lo que parece un hotel. Una de ellas dice que quiere que nos hagamos una foto de despedida. Todas se peinan y se ponen ropa de fiesta. Le pido a una que me ponga una gota de su perfume en la muñeca. Le explico que mi abuela decía que si llevas perfume se nota en las fotos. Todas se ríen. Nos tumbamos en la hierba y miramos el cielo, de repente es de noche. Les digo que imaginen que quieren ver porque a veces se cumple. Por ejemplo, una taza, digo y vemos una constelación con forma de taza. Una cafetera, dice otra, y vemos una cafetera. Pienso que lo que dije en broma es verdad. Mira al cielo y digo en alto: Quiero que aparezca una nave espacial enorme llena de extraterrestres. Todas me miran con horror porque la nave acaba de aparecer. Se esconden donde pueden, yo me quedo alucinada viendo lo enorme que es y las luces que lleva. Un chico se me acerca, me besa y se va. La nave también, Las chicas aparecen de nuevo enfadadísimas. Les pido perdón por haber deseado una nave espacial. No, estamos enfadadas por que has besado a su novio, dicen señalando a una chica muy delgada con los labios muy rojos. Me acerco a la chica y la beso, le muerdo los labios, le quito la pintura. Ya estamos en paz, le digo.
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Una chica me explica algo en un libreta. Le digo que quizá sería más fácil si dibujara una circunferencia y me lo explicara a base de líneas y ángulos. Veo sus manos dibujar sobre mi libreta pero no saco nada en claro, sólo hay borrones. ¿Eso que dibujaste es el baricentro o el incentro, porque si el triángulo es escaleno no es lo mismo?, le digo. La chica tira la libreta y se va llorando con un grupo de chicas. De repente aparece el cantante de siniestro total con unos amigos y se ponen a pegar carteles. Le pregunto si puedo ayudarlos. Sí, así mientras pegas te explico bien el teorema de Félix. Por ejemplo, si te preguntan si tienes hambre tú respondes: sí, me gusta mucho Mozart. ¿Y eso que tiene que ver con un teorema matemático?, pregunto. ¡La tangente!, dice levantando el índice.

de no andar a volar

miércoles, 26 octubre 2011. Estoy cruzando el parque. El semáforo está a punto de cambiar, pero el cuerpo se me queda atrás al andar. Tengo que ir tirando de mi cuerpo con las manos, incluso ayudar a una mano con otra para evitar que me atropelle un coche. Llego a duras penas a la casa de mi abuela (se supone que ahora es mi casa). En el bloque de enfrente oigo hablar a mi madre, tienes las ventanas abiertas. Agito los brazos desde la acera para que me ve, le digo por señas que baje la voz. Es imposible que puedas oírme desde ahí, dice a gritos.
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Mi tía Encarna tiene que ir a algún sitio, pero está muy cansada. La tomo de la cintura y tras un pequeño impulso sobrevuelo con ella la ciudad como si fuera Superman. Incluso me atrevo a planear entre edificios altísimos y dejarme caer en picado para retomar el vuelo un segundo antes de caer. Mi tía quiere que pare, señala una playa llena de piedras. Le digo que si paramos no llegaremos a tiempo. Es que he perdido un zapato, dice.
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Parece que estoy al cuidado de unas cuantas niñas en una casa de dos tipos que hacen yoga sobre un colchón en mitad de su salón. Por allí anda un mono muy estilizado con el lomo plateado. Mientras las niñas están en la cocina (las oigo reírse) digo algo que hace reír a carcajadas a los dueños de la casa. Me fijo en que el suelo está lleno de canicas y muñecos Dunkin, pero no me atrevo a pedirles ninguno. Entra de repente un policía con el antiguo uniforme marrón. Cuando se quita la gorra descubro que es Eduardo, pero al ir a saludarlo entra sin mediar palabra en el cuarto de baño. Una de las niñas dice que ha perdido nosequé muñeca. Yo le voy señalando cada muñeco Dunkin que veo, pero la niña cada vez llora más fuerte.

recién llegada

martes, 25 octubre 2011. Estoy en una casa que me recuerda a la primera en la que viví con mis padres. Oigo pasos y apago las luces. Alguien entra, intento esconderme para que no me vea, pero no me ve de todos modos. Salgo a la calle y noto que tampoco me ve nadie, ni siquiera Maldonado, al que paro agarrándolo del brazo. Mira a su alrededor y se va. Las calles están muy oscuras. Un tipo con gafas de sol me saluda. Corro tras él, le pregunto si sabe qué está pasando. Pasa que eres nueva, me dice. Quiere que lo espere a la salida de un cine. Cuando sale me da unas gafas de sol estilo 3D. Con ellas podrás reconocer a los tuyos, dice y desaparece. Una chica con gafas idénticas a las mías se para a mi lado me coge del brazo, se siente muy feliz de tener una amiga, dice. ¿Y tú cómo lo hiciste?, me pregunta. ¿Hice qué? Suicidarte. Empiezo a entender lo que pasa, pero ni me gusta ni recuerdo nada. Me quito las gafas de sol y veo una imagen de mi cuerpo sobre el coche de Marcos. Marcos está dentro del coche, mi cuerpo sobre el capó y también a su lado, junto a la ventanilla, diciéndole que siento habérselo abollado. (Me despierto con un dolor de cabeza tremendo.)

el mejor

domingo, 23 octubre 2011. Begoña, Juan y yo llegamos a una sala para leer poemas. Las paredes están mal encaladas y el suelo está cubierto de una especie de alfombra sucia de lana con mechones sueltos. Nos hay sillas. Tanto el público como nosotros nos sentamos sobre la lana. Entre algunas mechas veo que hay restos de comida, salsa de tomate, garbanzos. Pienso que acabaremos con la ropa sucia, pero no digo nada. Un tipo nos dice que primero leerá Juan, después Begoña y terminaré yo. Le digo que deberíamos hacerlo al revés, empezar conmigo que mis poemas son más sosos y terminar con Juan que lo hace mucho mejor que yo. Me empuja la frente con el índice a la vez que dice: No. Juan comienza a leer. Lee a gritos, rapeando sus poemas al ritmo de una canción de Freddy Mercury. Begoña y yo lo miramos asombradas. Pienso que quiere hacerlo mal para que no vuelvan a llamarlo, pero consigue justo lo contrario. Lo hace tan bien que el público se pone en pie y aplauden como locos. ¿Lo ves?, hagas lo que hagas eres el mejor, le digo.

tres niños muy rubios

sábado, 22 octubre 2011. Hay mucha gente por la calle. Una señora que va en silla de ruedas me pide que la acompañe a su casa, pero no sabe ni cómo se llama ni dónde vive. Sólo recuerda que a veces compra especias en la tienda del Pasillo de Santa Isabel. "La casita del reloj", dice muy contenta. Le digo que conozco la tienda, que iremos y preguntaremos, que seguro que allí saben dónde vive. Pero el camino empieza a convertirse en una cuesta estrecha con piedras y rocas. Tanto que tengo que bajarla de la silla y cargarla en brazos. Voy preguntándole a todo el mundo si saben quién es. Nadie la conoce, me mandan de una casa a otra. Cada casa está excavada en la pared y cuenta mucho subir y bajar. En una de las casas me encuentro a Santiago y a Aznar. Aznar lleva tres niños muy rubios de la mano que no hacen más que molestar. Santiago intenta hacer que la mujer recuerde. Uno de los niños rubios encuentra un papel con la foto de la mujer, pero antes de que podamos verlo lo rompe e intenta comérselo.

sombra

viernes, 21 octubre 2011. Me abrazo a una sombra enorme. Me despido, le digo que cuando sepa si me quiere no dude en volver.

león otomano bravo

miércoles, 19 octubre 2011. Llego a la que se supone es la casa de mis padres. Un pasillo muy largo distribuye las habitaciones. En una hay una mujer maquillándose. Cuando me ve me dice que tengo que darme prisa. Me pone sombra de ojos con una espátula y colorete con un spray. En ese momento pasan mi padre e Iker con almohadas bajo el brazo. Me miran un momento y siguen su camino. Ya imaginaba que no les gustaría verme así, le digo a la mujer que sigue a lo suyo.
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Mi madre, Ferran y yo hacemos cola para entrar a un museo. En la puerta hay aparcada una moto enorme. Ferran la empuja y la guía con un solo dedo. Digamos que la moto camina a nuestro lado. Una azafata dice que no podemos entrar con la moto. Ferran le dice que la mire bien, que no es una moto, que es un león otomano bravo. Efectivamente la moto se ha convertido en un león. Mientras miramos los cuadros del museo, Ferran me dice que debería dejar de escribir poemas y dedicarme al air-guitar. Mi madre y el león asienten.

antiguas alumnas

martes, 18 octubre 2011. Me encuentro a Rosamari, una niña del colegio a la que no veo desde hace años, por la calle. Me cuenta que han organizado una cena de antiguas alumnas pero que ella no piensa ir. Mientras me habla me llama la atención que las dos vayamos vestidas de blanco, incluso los zapatos y los bolsos. De repente estoy entrando en una habitación donde unas chicas están sentadas alrededor de una mesa ovalada. No reconozco a ninguna. La mesa ocupa casi toda la habitación. Sobre la mesa sólo hay platos hondos vacíos. ¡Vamos!, dice una. Todas se levantan y las luces se apagan. Entra un chico muy delgado y les va colocando el pene entre las manos de cada chica. Ellas lo miran y calibran con mucha seriedad. Cuando llega mi turno me guiña y pasa de largo. Me ha parecido que era Carlos. Carlos lleva turbante y un ordenador portátil. Dice que pueden comenzar las preguntas. Antes de que yo pueda decirle nada, me hace una señal para que no hable.

despertar

lunes, 17 octubre 2011. Amanezco en una casa destartalada. Blanco, con una cafetera en la mano dice que los 700 euros han volado. Pshh, dice haciendo un gesto con la mano libre. No sé de qué me habla y no me atrevo a preguntarle si entonces no podrá volverse a Eslovaquia. Una chica regordeta sale del cuarto de baño envuelta en una toalla minúscula. Me pregunta cómo he dormido y, antes de que le responda, dice que ya sabe que mal porque me oyó limpiar la cocina de madrugada. Tampoco sé a qué se refiere. Al entrar en el cuarto de baño veo que la ducha está sobre un pilar alicatado y es imposible ducharse sin golpearse la cabeza. Por la ventana veo llegar a Juan en un coche. Conduce a toda velocidad, a su lado corre Jurdi para llegar el primero. Ambos dan un frenazo. Salgo a saludarlos. Juan lleva el maletero lleno de láminas y postales con cuadros de Dalí. De repente recuerdo que no me he duchado. Como es un sueño, pienso, puedo hacer que aparezca un grifo donde yo quiera. Efectivamente, toco una pared y por arte de magia aparece un grifo.

baraja

viernes, 14 octubre 2011. Begoña me dice que está buscando una baraja de cartas que tenía de niña, pero no la encuentra. Busco en mi casa por si yo la tuviera, pero sólo encuentro cartas sueltas del juego de las familia. Cuando se las enseño, echándoselas sobre la cama, se han convertido en cartas de coches y motos. ¡Por probabilidad, si las echo muchas veces, en algún momento se convertirán en las cartas que buscas!, le digo entusiasmada.

snyder, el pirata

miércoles, 12 octubre 2011. Voy con mis padres y otras personas que no conozco en un coche. Es un coche enorme pero vamos muy apretados. Llegamos a casa de unos amigos, han preparado una fiesta para recibirnos. Al entrar hay un corcho en la pared con fotos mías y de mi hermana con distintas edades, como si mis padres se las hubieran estado enviando a lo largo de los años. Todos hablan en alemán o inglés. Yo sigo mirando fotos. Dos niñas se me acercan, una me toma de la mano y me saca de allí. Dice que todos estos años ha querido conocerme, que lee mis blogs. Después me lleva a un camino en mitad de un campo de trigo. El trigo está seco, dice. Es más bonito seco, dice la otra niña. Me cuentan que ellas saben que mi padre dijo que no quería morirse sin volver a ver un campo de amapolas. Lo sabemos todo de vosotros, añade la pequeña. Nos echamos al suelo y husmeamos el camino como si fuéramos perros sabuesos. Encontraremos esas amapolas, dicen las niñas. No entiendo nada, pero les sigo el cuento. Llegamos a una casa, la puerta está abierta, entramos. En el hall hay un retrato enorme de mi padre con una amapola en la mano, con el mismo gesto que Durero sostiene el cardo azul. Al final del pasillo hay luz. Una familia ve la tele. Una pareja y sus tres hijos. Ella me suena, creo reconocer a una modelo famosa, pero no recuerdo su nombre. Las niñas hablan con ellos en alemán, ellos responden en inglés. Me extraña que no se extrañen de que nos hayamos colado en su casa. Intento poner orden. ¿Por qué no hablamos todos en francés?, les digo. Las niñas dicen que no saben y se echan a llorar. El marido de la modelo me dice, ya en francés, que se alegra mucho de que hayamos ido a visitarlos, que allí viven aislados, por eso tienen siempre la puerta abierta. Espera, dice y vuelve al momento con cuatro libros de Gary Snyder. Son para ti, dice. ¡Oh, querido, son tus libros favoritos!, dice la modelo teatralmente. Le digo que no puedo aceptarlos, aunque adoro a Snyder. Me pide que al menos me quede con uno. Elijo uno con la portada azul, gastada, donde Snyder aparece disfrazado de pirata. Sabías que elegirías ése, dice. La modelo solloza teatralmente, las niñas siguen llorando. No sé qué hago allí ni cómo volver a casa.

sueños enlazados

martes, 11 octubre 2011. He quedado con Andrés y Elisa en un bar. El suelo es de madera, está mojado y se mueve igual que lo haría un barco. Me siento fuera a esperar. Tardan en llegar pero no me importa porque me da el sol en la cara. De repente estamos dentro del bar. Con el vaivén del suelo, cada plato que trae el camarero se le vuelca sobre la mesa. Los platos que trae son todos de moluscos que parecen vivos. No entiendo cómo pueden comérselos.
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He quedado con Ibán en una escalera frente a un paseo marítimo. No reconozco la ciudad. Hablamos muy despacio. Desdobla una hoja de papel del tamaño de una sábana y me enseña las veces que intentó viajar para verme. Hay números y nombres de ciudades. Yo señale con una rapidez asombrosa, todos los números primos que hay apuntados en la sábana de papel. Él se ríe y señala todas las veces que ha escrito en la sábana la palabra frío. Le cuento que tuve un sueño donde el suelo del bar se movía y sólo servían moluscos. Dice que eso tiene que significar algo y que para venir a verme ha dado un rodeo por Delft. Te has cortado el pelo, le respondo. Pasamos un buen rato diciendo lo que nos parece, sin hilo.
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Una chica me enseña una ciudad. Le digo que me está llevando a los mismos sitios que he soñado en los dos sueños anteriores. La chica dice que eso es buena señal. Seguro que ahora quieres que vea la tumba de Jovellanos, le digo. Pensaba enseñarte la de Pocoyó, dice y se ríe. Me deja en el bar del sueño anterior y corre a preguntarle algo a un taxista. Dice el taxista que los osos no llegarán hasta las ocho de la mañana, así que puedo llevarte yo en mi coche, dice llena de felicidad.

soldados por zapatillas

lunes, 10 octubre 2011. Estoy sentada en el suelo de una tienda mirando zapatillas. Son muy planas, con la suela de corcho y rojas. Pienso que son zapatillas de viaje. Busco unas de mi número y otras para Alberto. La tienda se convierte en una habitación a la que le faltan dos paredes. Aparece mi padre, dice que tuvo que tirarlas para poder montar batallitas con soldados a escala. Veo que tengo entre las manos soladitos en vez de zapatillas.

aeropuerto

domingo, 9 octubre 2011. Estoy en un aeropuerto sentada junto a un montón de botellas pequeñas y vacías de ginebra, whisky. Meto fotos en sobres y en cada sobre escribo el nombre de un amigo. Hay una foto de Ángeles con sus cobayas entre las manos. Parece una niña. En otra sale Juan arrastrando una maleta enorme. En ese momento levanto la vista y veo a Juan arrastrando una maleta enorme. Lo sigo para darle su foto, lo llamo, pero no me oye. Lo pierdo entre la gente. En ese momento aparecen Alberto y Marcos con botellas pequeñas y vacías y las echan al montón de antes. Un policía me pregunta qué llevo en los sobres. Fotos, le digo. Si llevas líquido tendremos que analizarlo y tardaremos tanto que perderás el avión, dice.

luz roja

sábado, 8 octubre 2011. Se supone que estoy investigando la progresiva palidez de unas niñas. Las vigilo desde la azotea de la casa que hay frene a la suya. Parezco un francotirador, pero con prismáticos. Las niñas vuelven de colegio y juegan en su casa. Lo único anormal que observo es una circunferencia de luz roja que de vez en cuando se proyecta en las paredes de la casa.

piedras por guantes

viernes, 7 septiembre 2011. Juanjo ha venido a verme. Entramos en un bar de carretera para comprar tabaco. Me extraña porque nunca lo he visto fumar. También me extraña su indumentaria, unos pantalones rojos como los que solía llevar Umbral. Pienso que lo hacen altísimo y muy delgado. De repente se pone a trepar por un montículo de piedras. le digo que tenga cuidado. En la falda hay varias personas sentadas. Al acercarme compruebo que son mi madre, mi hermana y mis primas. Mi hermana y mis primas son niñas pequeñas y juegan a meter las manos en las piedras como su fueran guantes. Una lasca de piedra enorme comienza a temblar. Les grito que corran, que se alejen lo más rápido posible. Yo me tumbo en el suelo y me cubro con un pañuelo. Noto una lluvia de piedras. Cuando termina, descubro que bajo el montículo de piedras hay un armario empotrado. Me encaramo y saco cosas del altillo. Hay toda una despensa. Le digo a Andrés, que acaba de aparecer por allí, que me ayude, pero no me hace caso y sigue jugando con un Blandiblú.

platillos volantes y adoquines

martes, 4 octubre 2011. No sé qué pedir en un restaurante. Una señora, desde su mesa, me dice en francés que no pida el pescado porque la otra vez no me gustó. No recuerdo haber estado nunca en ese restaurante. Al cabo de un rato la camarera me pregunta qué tomaré de postre y, sin darme tiempo a responder, añade que ya sabe que el bizcocho de fresa no me gusta porque me lo dejé la vez anterior. No sé de qué me habla. En ese momento la vitrina de las tartas explota. Miro por la ventana y veo varios platillos volantes. Señalo al cielo, pero cuando los demás miran ya no hay nada.
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Paseo por una ciudad adoquinada con mi sobrino Darío de la mano. Lo dejo se que pare a cada paso para mirar cualquier cosa. Se encuentra un plato pequeño de cerámica en el suelo y lo mete en mi mochila. Has encontrado un souvenir, qué suerte has tenido, le digo. El niño, muy serio dice que no cree que lo haya encontrado, que seguramente la dueña del bar lo puso en la calle como cenicero. Así que corramos, dice. Pienso que a ese paso llegaremos tarde al aeropuerto y es posible que perdamos el avión, pero no digo nada y seguimos mirando cuentos en un kiosco. ¿Te has fijado que no pasan coches?, dice Darío.

salvamanteles

lunes, 3 octubre 2011. Estoy en un bar con Juan y Daniel. En vez de pedir algo de beber compramos plantas al camarero. Daniel dice que ha comprado una madreselva. Son glicinias, le corrijo. Compro una maceta pequeña de canónigos. Juan me habla de su última novela mientras caminamos por la calle. Le digo que tenemos que volver porque he olvidado mi maceta. Una niña se nos acerca y le da a Juan unos salvamanteles ilustrados con pentagramas. ¡No creo en las casualidades!, dice Juan y los tira al aire. El viento hace que los salvamanteles se me enreden entre las piernas, casi no me dejan andar. Cuando llegamos al bar está lleno de gente y nadie sabe nada de nuestras macetas. El cocinero sale a saludarnos como si nos conociera de toda la vida. En vez de uniforme o delantal, lleva un abrigo de lana muy grueso.

de cal

sábado, 1 octubre 2011. Mi padre y yo caminamos en silencio por una carretera que atraviesa un paisaje muy blanco, parece de cal. Quiero operarme de cataratas, dice de repente. Ya te operaron los dos ojos, ¿no te acuerdas?, le digo. Pues entonces me operaré del corazón, responde.

demostración

lunes, 26 septiembre 2001. Al parecer he grabado unas imágenes en las que demuestro que se puede volar. He quedado con Héctor y Manuel bajo las palmeras de la aduana. Les enseño la grabación, en ella se me ve volando a dos metros de suelo, a toda velocidad, por las calles del centro de Málaga. Le doy una copia a cada uno para que la escondan. Los abrazo, nos despedimos y huyo. Mientras me alejo volando pienso si Héctor estará bien, porque al abrazarlo se le notaban las costillas.
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Llevo en las manos un cuenco de barro en forma de manos. El agua se sale a cada paso e intento volcarlo en las macetas que encuentro por la calle, pero siempre acabo por mojar a alguien.
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Al entrar en una tienda tropiezo y caigo sobre un saco enorme lleno de canicas. Todas caen cubriendo el suelo de la tienda. Lo extraño es que no hacen ningún ruido.
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Tomo café con un chico joven. Mientras me habla, pienso que ya he soñado con él otras veces, pero no lo conozco en la vida real. ¿Cuándo volveremos a vernos?, me pregunta. Cuando vuelva a soñar contigo, supongo.

una casa de bambú

domingo, 25 septiembre 2011. Héctor se ha construido una casa con bambú, parece una jaula gigante. Nos vamos rescolgando en lianas para ir de un lado a otro. Aparece un tipo uniformado, dice que va a denunciarnos por esconder droga aunque sabe que es mentira, sólo va a hacerlo para fastidiarnos, dice. Le digo que me da igual, que pediré que me hagan análisis como hicimos en el instituto, que con sólo un poco de saliva supimos quien fumaba y quien no. Héctor dice que me deje de cháchara y escape. Me tumbo en una hamaca de lona que hace de tejado. No pienso dejarte solo, si tú te quedas yo también, le digo.

venganza

sábado, 24 septiembre 2011. Andrés se tumba sobre la espalda de una chica. Pienso que puede hacerle daño. Dice que esa es su venganza. Mientras, la chica mira una revista de moda en la que Begoña aparece con vestidos largos de fiesta y de novia.

en obras

jueves, 22 septiembre 2011. El vecino ha hecho obras en su casa, ha tirado paredes y ha convertido su piso en un palacio indio con alfombras enormes y lámparas doradas. Mientras me lo cuenta, veo uno de mis vestidos hecho trapos en el suelo de su terraza. Me explica que los albañiles lo usaron para limpiar el barro. No entiendo que tenga tanta cara dura. Después dice muerto de la risa que su mujer se emborracha cada noche para poder pensar qué preparará de comer al día siguiente. No entiendo nada.

el gran vázquez

miércoles, 21 septiembre 2011. Emilio me llama por teléfono para contarme que ha estado chateando con el gran Vázquez. Está tan entusiasmado que me da pena decirle que es imposible porque Vázquez hace tiempo que murió.

piano rojo y huellas rojas

martes, 20 septiembre 2011. Hay una especie de fiesta en el patio de los vecinos de mi abuela. Sr. Chinarro dice que tengo que irme ya, y le cuenta a alguien que no debe preocuparse nadie por mí porque él sabe de buena tinta que estaré bien sola. En ese momento llega un camión de mudanzas y comienza a sacar estanterías rojas y un piano enorme.
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Encuentro sobre la acera una tira de película con cuatro negativos. Reconozco al poeta Montilla, que aparece justo en ese momento. Lleva la capucha de la sudadera puesta. Le digo que tengo sus primeros libros, le pregunto si sigue escribiendo. Se ríe, no se quita la capucha para mirar el cielo. Lo miro yo también. Las paredes son muy altas, el suelo está mojado y me doy cuenta de que voy descalza. Caminamos. Él no deja huellas, las mías son rojas.

samuráis contra legionarios romanos

lunes, 19 septiembre 2011. Al parecer han cortado la calle Larios porque va a celebrarse la boda de la Duquesa de Alba. Intento evitar a la multitud escondiéndome en un hotel, pero de repente, en el hall, comienza una batalla entre samuráis y legionarios romanos. Pienso que es una performance en honor a la Duquesa. Sólo al ver caer a los primeros muertos, veo que va en serio.
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Entro con Andrés y Antonio en la Casa de guardia de la Alameda. Nos sirven unos dedales de vino dulce y un ponche blanco muy denso. Aparece Alberto, le cuenta al camarero que el prepara el mismo ponche en casa, para sus invitados. Pienso en si hará fiestas mientras estoy dormida porque jamás he visto a nadie en casa y menos a él preparando ponche.

zapatos planos y urinarios parlantes

domingo, 18 septiembre 2011. Me pruebo zapatos muy planos en una habitación enorme y vacía aunque se supone que es una zapatería. No me gusta ningún modelo, pero me compro unos porque la chica que los vende está a punto de echarse a llorar. Al ir a pagar me piden el DNI, pero sólo llevo carnet que parecen de broma con fotos donde no me reconozco.
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Dos urinarios de caballero, pegados a la pared, hablan entre ellos de lo que van a hacer en sus vacaciones. Hablan con la voz de falsete de Joaquín Reyes.

clavo endeble y chicle resistente

miércoles, 14 septiembre 2011. Bajo una escalera endiabladamente retorcida que lleva a un sótano luminoso. No hay más muebles que un sillón. En el sillón hay una chica con una soga al cuello. Pienso que ha querido ahorcarse pero el clavo de la pared no ha aguantado su peso. Pido ayuda a gritos. Varias personas aparecen de repente, pero en vez de ayudar a la chica que apenas respira, se esfuerzan en quitarme un chicle que llevo pegado a la suela del zapato.

semillas de amapola y té verde

domingo, 11 septiembre 2011. Estoy en una habitación vacía. Sólo hay un catre grande y cuadrado frente a una ventana. En el suelo hay moqueta. Todo es del mismo color. Sobre la cama hay esparcidos cientos de semillas de amapola. Albert llega, deja una escopeta sobre la cama, se sienta. Parece muy cansado. Ten, le digo ofreciéndole semillas de amapola pegadas a la yema de mis dedos.
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Alberto y yo estamos en una tetería. El dueño aparece con una radio militar colgada al hombro. Dice que estamos invitados, que podemos beber todo el agua que queramos. Alberto pide un té verde, yo bebo agua. Le explico que ya tomé café por la mañana y un té no me dejaría dormir. A mi lado hay un saco de castañas que pelo con muchísima facilidad. Comienzan a llegar amigos y familiares, se sientan a nuestra mesa que, por arte de magia, va haciéndose cada vez más grande. Hablan de ordenadores y virus informáticos. Me aburro.

escher

sábado, 10 septiembre 2011. Estoy en lo que parece una habitación de un colegio mayor. Dos chicos me dan un paquete con marihuana para que la esconda. Al momento aparecen dos chicas y rebuscan por toda la habitación. No encuentran nada y se van. Los dos chicos me felicitan, les devuelvo la droga y me despido, pero la habitación no tiene puerta. Al cabo de unos segundos la habitación se ha convertido en una tienda donde venden pañuelos de gasa y cuentas para hacer collares. Busco la puerta para marcharme, pero está en el techo. Me recuerda a un cuadro de Escher. Junto a los pañuelos de gasa hay una señora con pinta de leer el futuro. De todos modos, aunque consiguieras salir por esa puerta, no sabrías encontrar el camino a casa, me dice.

parque acuático

viernes, 9 septiembre 2011. Estoy en una especie de parque acuático construido con piedras, lo que le da un aspecto siniestro. Parece que escapo de alguien. Intento lanzarme por un tobogán, pero las piedras están cubiertas de liquen y musgo, y es imposible deslizarse. A lo lejos veo a Iker, me hace señas, me lanzo de cabeza por unas fuentes de troncos y de ahí unos rápidos me llevan hasta una cueva subterránea. Iker me saca del agua, me abraza, me da ropa seca y me dice que no me preocupe por nada. Desde unos monitores vemos el parque acuático en blanco y negro. Oímos como avisan por los altavoces que he muerto. Te lo dije, ya no tienes que preocuparte por nada, dice Iker sonriente.

hamman

jueves, 8 septiembre 2011. Llego a un hamman con un grupo de chicas. A la entrada nos preguntan si también comeremos algo o sólo queremos un masaje. El suelo está lleno de cáscaras de gambas. No comprendo nada. Alguien me da una toalla y me pone un puñado de cangrejos en las manos. En cuanto nadie me ve me deshago de ellos. Entro en una habitación en ele, hay unas gradas y una piscina con agua turbia. Veo a Salvador sentarse en las gradas. Lleva una chilaba con capucha. Le digo que no puede estar allí, que es sólo para mujeres, pero no me hace caso. Dos militares se lo llevan.

parking nudista, leones y un gato congelado

miércoles, 7 septiembre 2011. Voy por un camino de tierra muy estrecho. No me da miedo porque al otra lado hay lianas y si caigo, pienso, avanzaré agarrándome de una a otra sin caer al vacío. Caigo, quedo suspendida en el aire agarrada a dos lianas muy gruesas. Bajo el camino hay una especie de nicho donde duerme una pareja de leones. Cuando se acercan a atacarme, me balanceo y con una leve patada consigo que caigan al vacío. Sigo mi camino.
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Estoy apoyada sobre un muro dejando que el sol me dé en la cara. Cuando abro los ojos veo que tengo delante un aparcamiento al aire libre. Un montón de monjas muy jóvenes llegan, ocupan las plazas dibujadas en el suelo, extienden toallas de playa, se desnudan y se tumban a tomar el sol. ¡Cómo está el mundo!, dice una voz a mi lado. Cuando me vuelvo veo que es otra monja y también se está desnudando.
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He llegado con mi madre a un hotel. En mi habitación no hay casi nada, sólo un catre, una mesa y una silla. Me gusta. Al asomarme a la ventana veo la playa desde arriba, el mar muy verde, el agua está tan limpia que transparenta los cuerpos de los bañistas. Podría quedarme aquí toda la vida, pienso. En ese momento entra mi madre, dice que tenemos que darnos prisa y cambiar toda la decoración del hotel antes de que llegue el dueño.
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Andrés está tumbado sobre la encimera de la cocina, le da bocados a un trozo de pollo a medio descongelar. Dice que está desayunando. Le pregunto si no prefiere que le prepare algo. No abras el congelador, dice. Al abrirlo veo un gato congelado. ¡Pero si no le has quitado ni la piel!, le digo. Él sigue comiendo como si nada.

ni ovejas ni poemas

domingo, 4 septiembre 2011. De debajo de un armario salen unas cien pelotas de tenis que, sin cambiar de tamaño, se convierten en ovejas. Tengo que devolverlas a su lugar antes de que vuelvan mis padres.
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Tengo que leer poemas, pero al sacar los folios se convierten en páginas de tebeos. Intento leer las historietas con seriedad para que pasen por poemas. Mi madre comienza a hablar muy fuerte desde el fondo de la sala. Hago algún chiste para destensar el ambiente, pero unas chicas me dicen a gritos algo sobre una diadema de felpa. No comprendo nada, quiero irme de allí.

poderes

sábado, 3 septiembre 2011. Al parecer me persiguen porque tengo poderes. No sé cuáles, sólo sé que debo escapar. Entro en un edificio donde ya he estado en otros sueños y subo la misma escalera de siempre, una que hay escondida detrás de unas cortinas. Cuando llego arriba, me siento en el suelo y espero.

granada y tijera

viernes, 2 septiembre 2011. A una mujer le cambiaban el corazón por una granada y la lanzaban al mar. Yo me tiraba tras ella para arrancarle la granada antes de que explotara, pero explotaba de todos modos.
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Tengo que cortarle el pelo a una niña y las tijeras no cortan, y la niña no se deja y en los cajones sólo hay tijeras oxidadas, trapos sucios y rulos de colores.

sandía de gel azul

jueves, 1 septiembre 2011. Estamos de vacaciones en la casa donde veraneaba de niña, sólo que ahora está en alto. En la terraza de al lado oigo voces familiares. Tiro una piedra para que se asomen. Salvador asoma la cabeza, dice que no haga ruido y señala una mesa donde su mujer habla y cena con unas amigas. Mi sobrino Darío quiere que le ponga pasta de dientes en las manos, aprieto tanto el tubo que sale una burbuja azul de gel del tamaño de una sandía.

dos gallinas y la felicidad

martes, 30 agosto 2011. Mi madre acompaña a mi hermana y a una de mis primas al colegio. Le digo que se vuelva a casa a descansar, que las acompañaré yo. Mi hermana y mi prima se ríen, gritan y me amenazan con echarse a la carretera para que las pille un coche y mi madre me eche la culpa. Tiro de sus espaldas y les salen unas asas negras. Las llevo colgadas, una de cada mano como si fueran dos bolsas. Cuando estamos llegando al colegio me dijo en que se han convertido en dos gallinas. Al momento ya no tienen siquiera plumas ni cabeza. Sergio Franco, vestido de policía, está a la puerta del colegio, me pide que le enseñe lo que llevo en las bolsas. Temo que vea a las gallinas desplumadas, pero en las bolsas sólo hay unos cuantos filetes de pescado que empiezan a descongelarse.
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Despierto en el dormitorio de mis padres con la cabeza a los pies de la cama. Al otro lado despiertan Jota y mi hermana. Hemos dormido como las sardinas, dice ella y comienza a vestirse con mi ropa. No quiero discutir así que me tumbo a mirar el techo. Jota se acerca desde arriba, dice que no me mueva, que sólo me deje besar. Su boca tiene forma de trompeta de juguete. Es de plástico blando y rojo. Cada beso suelta una nota que vibra sobre mis labios. Nos abrazamos, nos chupamos las caras y las manos. Nos reímos. Comienza a dar saltos sobre la cama y en cada salto le va creciendo el pelo y la barba. Siento una felicidad y una tristeza enorme, a partes iguales, porque pienso que para ser la primera vez que nos vemos ha sido muy divertido, pero también sé que será la última.
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Llego a un restaurante donde Sonia y Manuel han preparado una lectura de poemas. Al entrar, una chica nos da a cada uno un plato. En cada plato han impreso el poema que debemos leer. Veo a Carmen a lo lejos, le digo por señas que tengo que contarle un sueño que he tenido con Jota y lo feliz que me siento.

quitapelusas y pelotazos

lunes, 29 agosto 2011. Supongo que salgo de una fiesta porque llevo un vestido largo. Me da vergüenza ir tan arreglada, así que lo doblo hacia arriba como si fuera de papel y lo convierto en un vestido corto. Unos chicos me preguntan si como van vestidos los dejarían entrar en alguna fiesta. Me fijo en las mangas de sus rebecas de lana, están llenas de bolitas. Les digo que tendrán que pasar antes un quitapelusas por los codos.
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Marguerite Duras quiere hacerme una foto. Debo sostener una flor haciendo equilibrio sobre un dedo y mirar al infinito, dice.
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Camino por una playa. Me fijo en que el mar está oxidado. Unos chicos me tiran pelotas de tenis muy viejas, algunas se abren al botar en la arena. La arena se ha convertido en una grada y me cuesta esquivar los pelotazos. Intento escapar, me escondo en unas duchas que hay junto a una pista de tenis abandonada.

musgo

domingo, 28 agosto 2011. Me miro las manos. Tienen un borde verde, como las hubiera dibujado un niño. Algunas uñas están moradas y otras también verdes. Cuando me fijo bien, el verde no es pintado sino que es musgo. Siento un profundo asco.

paredes de moqueta

sábado, 27 agosto 2011. Mi amiga Cristina y yo estamos alojadas en casa de la familia del escritor Chivite, aunque hay tantos pasillos que sólo los vemos de refilón. Cristina dice que deberíamos ducharnos y entra en un cuarto de baño de color verde agua. Yo espero en una habitación enmoquetada. Aparecen dos niñas, me hacen preguntas. Mientras me hablan, oigo sonar un teléfono que nadie coge. Cristina no vuelve y pienso que no tendré tiempo de ducharme.

juego de la oca en 3d

viernes, 26 agosto 2011. Soy una ficha en un juego de la oca en 3D. El juego está en un patio encalado, las casillas son de vinilo transparente coloreado, a veces temo caer. A veces, para pasar de una casilla a otra tengo de dejarme caer al vacío o chorrarme por un tobogán. En algunas casillas hay platos con piedras de playa pulidas. Cada vez que paso por una de esas casillas, cojo alguna piedra y me a meto en el bolsillo. Cada vez me cuesta más avanzar.

funeral

jueves, 25 agosto 2011. Llego con mis padres a un funeral. Entramos en una sala enorme en cuesta, el suelo resbala, patinamos. Todo el mundo está sentado, a la espera. Conseguimos sentarnos en unas sillas, pero también resbalan. Mi madre habla muy alto, todos nos miran. Quiero largarme de allí.

monopatín

martes, 23 agosto 2011. Alberto y Virginia hacen piruetas en monopatín en una pista de skate. Los miro desde lejos.

en clave

lunes, 22 agosto 2011. Llevo un rato andando por el arcén de una carretera. He quedado con Alberto y Elisa. Ellos van en coche. A mitad de camino estoy agotada. Busco una cabina para decirles que tardaré más de lo previsto, pero no llevo monedas. Le doy golpes a una de ellas por si salen monedas, pero sólo sale un llavero. Pienso en si podría colarme en algún autobús, pero ni siquiera hacen paradas. Encuentro a Andrés cerca de una gasolinera, le cuento mis peripecias. Hablamos de móviles un rato, de que debería comprarme uno, como si no tuviéramos prisa. Yo la tengo. Aparece un tipo con acento cubano, le da un par de consejos sin venir a qué, y le pregunta por su padre. Pienso que Andrés va a pensar que es una provocación (su padre murió hace años) y se liarán a golpes, pero le responde muy tranquilo y sin dejar de limpiar su cámara de fotos. Mi padre no sé, pero a tu madre se la llevaron esta mañana en una camilla y llevaba puesto un guante, le dice. El tipo le da las gracias y desaparece. Pienso que hablaban en clave. Alberto y Elisa aparecen de repente. Les pregunto si llevan esperando mucho, pero dicen que acaban de llegar. Me alegro. Andrés quiere que vayamos a ver si la madre del cubano está bien. Bajamos una escalera sucia que desemboca en una explanada llena de luz donde unas mojas duermen sentadas o simplemente rezan con los ojos cerrados. La luz es preciosa, le digo a Elisa que podría vivir allí.

un barco

domingo, 21 agosto 2011. Miro el mar, sólo hay un barco quieto. No me acordaba, digo en alto.

heidi y las meninas

sábado, 20 agosto 2011. Estoy en un supermercado, en la cola, esperando para pagar. Sólo llevo una quiniela, pero todo el mundo se me cuela diciéndome que llevan menos cosas que yo. Cuando por fin llega mi turno, la cajera me dice que no se pueden hacer dobles. Un chico se ofrece a ayudarme. Mientras él copia en un boleto nuevo los resultados sin sobles, pienso en que me gustaría enseñarle el pasador de Heidi que llevo en la mano.
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Bajo muebles muy pesados (sofás, mesas, estanterías) con una facildiad enorme por el hueco de una escalera. Más que bajarlos los lanzo escaleras abajo. Joan me mira asombrado desde el descansillo y me dice adiós con la mano. Le digo que no se vaya, que aún queda lo mejor.
+
Una chica, muy parecida a mi sobrina Elena, me habla de una empresa dedicada a la decoración de tartas y aceras para la visita del Papa. Decoran las aceras con colores pastel, me dice entusiasmada. Mientras tanto vamos a una joyería donde exponen unas esculturas que ha hecho mi amigo Juan Luis. A la entrada hay una vitrina llena de figuras que parecen Meninas. Ésa es la mía, dice la chica señalando a la más grande. Es la más bonita, le digo.

rinoceronte

viernes, 19 agosto 2011. Tengo que leer un poema sobre un escenario. El escenario sólo es un cajón enorme de madera sobre la arena, muy cerca de la orilla. Intento leerlo, pero la letra es muy pequeña y no llevo mis gafas. Alguien me grita con impaciencia que lo diga de memoria. Respondo, también a gritos, que no me sé ninguno de mis poemas. Pues entonces dibuja un rinoceronte, dice alguien. En una mesa junto al escenario, reconozco a Daniel, está sentado de espaldas, como si lo hubieran castigado, parece que dibuja.

el día del arroz luminoso

jueves, 18 agosto 2011. Se supone que estamos en Valencia. Vamos por la calle, Camilo me cuenta una anécdota de cada cosa que vemos. Me fijo en su indumentaria, por si lleva uniforme de guía turístico, pero no: lleva un pantalón de cuero amarillo muy ajustado. En una plaza hay una escalera con forma de pirámide. Cada escalón brilla como si tuviera luces diminutas incrustadas. Me explica que en realidad son granos de arroz luminoso, que antes era fiesta local, pero que quitaron la fiesta y se ha perdido la tradición, que ahora son pocos los que la siguen y, encima, no en un día concreto. ¿Qué tradición, la de subir una escalera? ¡El día del arroz luminoso!, dice con el índice levantado. Subimos la escalera con dificultad, los escalones son extremadamente estrechos. Mientras subimos, agarrándonos con las uñas para no resbalar, pienso que es una tradición estúpida y está muy bien que ya no se celebre.

chándal rojo

miércoles, 17 agosto 2011. Encuentro a Caína por la calle, está muy contenta, le hace fiestas a todo lo que ve en los escaparates. Entra a una tienda destartalada a comprar chucherías. La espero en la acera, la veo elegir unas nubes azules muy largas. Cuando sale me da una bolsa llena de gominolas y una botella de zumo de limón. Pasamos por un hotel rural, en la puerta hay varios gatos y un perro. Pienso que tienen hambre y me pregunto si comerán gominolas. Le pido agua a la dueña del hotel. Además de un cuenco con agua me da varias morcillas para los gatos. Caína se ha pedido una cerveza. Mientras veo comer a los animales pienso que nos hemos alejado del camino y llegaremos tarde a la lectura. A lo lejos, veo pasar a Camilo con un chándal rojo años 70. Corre, todavía llegamos a tiempo, le grito a Caína.
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Estoy en casa de mis padres, alguien ha puesto la música demasiado fuerte. Mi padre protesta, Andrés fuma sin decir nada. Le digo que no debería fumar. Se levanta, va a la terraza y se desnuda por completo. Mi madre le dice que procure que no lo vean los vecinos.

ovejas

lunes, 15 agosto 2011. Estoy en una habitación casi vacía con Andrés. Miramos el paisaje por la ventana. Un monte rojo iluminado, precioso. La iluminación parece artificial. La habitación empieza a moverse como si fuera un tren. Una chica de negro sube el monte como si escapara de algo. Pasan dos ovejas. Merinas, digo señalándolas. Andrés se vuelve hacia mí, me abraza. Te quiero porque eres la única persona que conozco con la que puedo hablar de ovejas, dice.

moqueta

domingo, 14 agosto 2011. Estoy en una habitación con moqueta, no sé si es de hotel o de hospital. Todo es de un beige sospechoso, pienso. Estoy rodeada de personas que no conozco. Chinarro intenta sentarse cerca de mí, me pregunta las fechas de cumpleaños de mis amigos y hasta de mis padres, tiene que alzar la voz porque entre nosotros hay dos o tres personas hablando de sus cosas. Después me habla de su padre, me cuenta que es aún más alto que él. Se ríe. Pienso que es muy amable, que lo hace para que no me sienta mal entre tanto desconocido.

hombre-gato y cena-batidora

sábado, 13 agosto 2011. Mis padres se han acostado y me quedo a oscuras en el salón, mirando por la cristalera. De detrás de un mueble sale un tipo muy parecido a Freddy Mercury, tiene los colmillos afilados. Mientras trata de convencerme de que lo hagamos en el suelo, pienso en la serie "El enano rojo", donde salía un gato-hombre. Cuando termina de hablar le digo que tenga cuidado de no hacerme daño con los colmillos. Me fijo en que Andrés está sentado en un rincón, emboscado en la oscuridad. Le digo con la mirada que se quede por si lo necesito.
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Le cuento a Andrés que vengo de cenar de casa de Maldonado. Micuit de pato, ensalada de naranjas y crepes de morcilla con chocolate, le digo. La típica cena-batidora, dice Andrés sin dejar de plantar lechugas en una maceta. Me explica que cuando uno se va a ir de viaje hace una cena con todos los restos de comida que quedan en la nevera. Ahora entiendo el postre de morcilla, le digo.

ojo

viernes, 12 agosto 2011. Una señora nos enseña una casa de pueblo. Para abrir la puerta hay que enrollar una persiana de madera que llega hasta el suelo. La casa tiene un pasillo que da vuelta a la casa. Hay muebles viejos y rotos mezclados con sofás que parecen sacados de Versalles. Poca luz, pienso. Se supone que esa será nuestra casa definitiva. Alberto se va con la señora, estoy tan casada que me echo a dormir. Sueño que me he quedado ciega del ojo derecho y me despierto sobresaltada. Cierro el ojo izquierdo y, efectivamente, no veo con el derecho. No sé qué hacer porque Alberto no ha vuelto. Llamo a mi madre por teléfono, le pregunto si cuando le subió la tensión del ojo se quedó sin visión. Dice que no. Se preocupa, me pregunta si estoy bien. Estoy muy bien, ya estoy en casa. Mi madre cuelga aliviada. Voy al cuarto de baño y me miro al espejo, sigo sin ver con el ojo derecho, la pupila está blanca y no es circular, el iris es gris. Pienso en si podré disimularlo con una lentilla para no preocupar a nadie, pienso en si podré volver a conducir.

monjas

jueves, 11 agosto 2011. Virginia y yo estamos a la espera de que nos den una habitación en una residencia que llevan unas monjas. Oigo cuchichear, hablan de que ya han repintado los milagros del techo. Este años han picado muchas, dicen entre dientes. Quiero irme, miro a Virginia y entiendo por sus ojos que también quiere largarse lo antes posible. Nos acercamos a una mesa donde una monja nos dice que es imposible que nos marchemos porque no han pasado las tres noches que habíamos convenido. Virginia dice que le pagaremos de todos modos. La monja hace sus cuentas y nos dice una cantidad exagerada. Le damos la cantidad exacta para que no nos ponga pegas. Virginia deja el dinero sobre la mesa y se va. Tienes que devolverme el cartoncito que te di, me dice la monja agarrándome el brazo. No sé de qué me habla, pero busco en mi cartera y le enseño varios cartoncitos con forma de tarjeta de visita. Elija el que quiera, le digo. Toma uno de mala gana. Una vez fuera, Virginia dice que tiene frío. Le subo el jersey de cuello alto hasta las orejas. Dice que tenemos que volver, que ha olvidado la maleta junto a la mesa de la monja. Le pregunto si le tiene tanto aprecio a su ropa como para ir a recuperarla. No contesta, echa a correr. La sala donde estaba la monja es ahora un paraninfo inmenso. Parece que acaba de empezar un examen. Tardamos mucho en bajar. Una profesora nos pregunta en francés qué hacemos allí. Salimos a la carrera sin decir nada. Nos encontramos un pasillo en cuesta de paredes azul oscuro, mal iluminado. No se ve el final a ninguno de los dos lados. Hacia abajo, digo. Hacia arriba, dice Virginia y echa a correr. Corro un tramo detrás de ella hasta que desaparece. Oigo voces y risas, echo a correr en sentido opuesto.

cabinas

miércoles, 10 agosto 2011. Manuel y yo salimos de un local por una ventana. Es un local encalado, las puertas y ventanas no tienen marcos ni hojas, sólo son agujeros cuadrados. Manuel dice que a las 15.30 nos vemos en "El café del viajero" y desaparece. Mientras camino hacia el café, recuerdo que he quedado para comer con mi madre a las 15.30. Busco una cabina para llamar a Manuel o a mi madre, para decirle a uno de los dos que no podré ir. Al pasar por la puerta del café veo que está cerrado y todas las cabinas que me voy encontrando están rotas.

regalo

lunes, 8 agosto 2011. Tengo que comprar urgentemente un regalo a mi madre, pero no encuentro nada para ella. En una zona sin luz del almacén hay estanterías de madera que llegan hasta el techo. En unos cajones veo kimonos, en otros getas. Se iluminan cuando alguien pasa por delante. Pienso que así ahorrarán energía. Hay una zona que cuando pasas suena música de xilófono. Salgo a la calle sin comprar nada. Me encuentro a David González, me alegro muchísimo de verlo a pesar de la prisa. Me pregunta por una canción sobre alguien que lleva una camiseta sucia. Dice que se pasa el día intentando recordarla. Le digo que hable con Alberto, que Alberto lo recuerda todo siempre. Dice que debe marcharse porque hoy le toca la cuerda, y me enseña una cuerda que lleva enrollada a la muñeca. Quiero preguntarle si la cuerda tiene que ver con los Indignados y si su labor es hacer nudos para contabilizar algo, pero tengo tanta prisa que me quedo con las ganas. Por la calle la gente camina en fila de a uno. Una chica coja con un cochecito de niño va la primera. Intento adelantar, pero me es imposible porque a un lado hay un río sin muro y al otro una carretera muy estrecha. Al fin llego a una zona de casas. No reconozco la ciudad, pero recuerdo una frase de Alberto: La estación está justo delante de la catedral. En la puerta de la catedral se compran los billetes de bus, temo perderlo. Corro a comprarlo, me hacen chistes, se ve que están de fiesta. ¿De qué color lo quieres?, hoy se puede elegir, me dice la chica de la taquilla. Le digo que sólo quiero llegar a tiempo a la cena de Navidad.

de visita

domingo, 7 agosto 2011. Begoña y yo vamos de visita a casa del escritor Chivite. Es una casa rústica, paredes de piedra y muebles de madera oscura. Él está en una hamaca de lona. Nos reciben dos chicas que hacen las veces de secretaria. Begoña me dice al oído, Realmente guapo, y saca el ordenador. Mira el horario de los trenes. Después de decir que el último sale a las 10.30, me enseña fotos de gatos. Una de las secretarias saca su móvil, se muestran mutuamente fotos de gatos que llevan a sus crías en la boca. Mientras tanto Chivite lanza piedras por la ventana a unos niños que pasan en bici. Los niños se ríen y le lanzan otras. Pienso que quizá ésa sea su forma de conseguir piedras. Le pregunto si ha disfrutado la que le dejé la semana anterior. No sabe de qué le hablo. Está sobre la mesa, se la acerco. Es una geoda. La toca como la tocaría un ciego. Siete días, dice con los ojos cerrados. Vacío mi bolso sobre la mesa, llevo muchas cosas inútiles, busco un botón transparente y, cuando nadie me ve, lo meto en el bolso de Chivite para que cuando lo vea se acuerde de mí. Mientras acaricia la geoda cuenta que una vez dejó de escribir durante años porque vio que la fama se le acercaba demasiado. Le digo que no se preocupe, que sólo tiene que seguir haciéndolo como hasta ahora y todo irá bien. Begoña dice que tenemos que irnos. Una de las secretarias me abraza, dice que se alegra de volver a verme. No voy a volver, si quiere verme tendrá que venir él, le digo. Te quiero mucho, me dice. Siete días, le respondo.

escombros

sábado, 6 agosto 2011. Parece una verbena popular en la calle, junto a una muralla de piedra. No reconozco la ciudad, podría ser Lugo. Camilo se acerca a saludarme, se sorprende de que esté allí, dice que tenga cuidado, que no me aleje de él. Me lleva de un lado a otro de la mano, a veces de la cintura. Aparecen dos amigos suyos, una pareja. Él nos cuenta que ella está muy triste y no sabe qué hacer, que no quiere que ella lo deje. Le digo que sólo tiene que hacer un dibujo y dejárselo por las mañanas junto al azucarero, en la bandeja del desayuno. Mientras hablamos, la chica se ha metido en un contenedor de escombros. La vemos nadar como si estuviera en una piscina, tiene la cara llena de barro.

mesa desmontable

jueves, 4 agosto 2011. La casa está vacía, sólo hay algunos muebles que no reconozco. En el despacho hay una mesa de comedor enorme y un sillón sin brazos. La luz es preciosa. Pienso que me gustaría sentarme allí y dejar que pasara el tiempo. Al tocar la mesa, las patas se doblan y la mesa se enrolla sola. Ahora parece una tienda de campaña sobre el suelo. Trato de armarla de nuevo, pero no hay madera, sólo anillas de plástico y madejas de hilo.

un asunto personal

miércoles, 3 agosto 2011. Llego a un edificio muy parecido al CAC y pregunto por Inglada. Me preguntan para qué lo busco. Sólo voy a recogerlo para tomar unas cañas, pero para hacerme la interesante, le digo al tipo que es por un asunto personal. En vez de Rafaelito sale Araceli. Te he traído los libros, le digo como si fuera él. Ella se alegra y dice que mejor salgamos por la puerta de atrás. recorremos pasillos con trozos de moqueta que cuelgan del techo, hasta salir a una plaza preciosa. El suelo está empedrado y hay bares con terrazas bajo porches de madera. Pienso que estamos en otra ciudad, pero no sé cuál. Unos pasos más allá hay una plaza enorme y diáfana. Pienso que es la Plaza Roja e intento ver si las personas que pasan a mi lado tienen rasgos chinos, pero todos de una manera u otra se tapan la cara. En el suelo hay monedas. Cojo un par de ellas, están mojadas y parecen de lata, las doblo por la mitad con sólo dos dedos. En un escalón hay un puñado de chapas serigrafiadas con caricaturas de Carlos Marx. En una sale disfrazado de Papá Noel y en otra de oveja. Es escalón da a unos soportales por donde corre un aire muy fresco. Allí me siento, e el suelo, a mirar las chapas y a nada más.

mercurio y pétalos amarillos

martes, 2 agosto 2011. Me asomo al borde de la cama y veo cientos de esferas diminutas de mercurio, como si un termómetro se hubiera estrellado en el suelo. Bajo con cuidado e intento unirlas, pero cuando al fin consigo formar una bola de mercurio del tamaño de una nuez, ésta comienza a rodar a una velocidad supersónica y cada vez que se estrella contra la pata de un mueble o con la pared, vuelve a convertirse en cientos de esferas diminutas que tengo que volver a unir.
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Camino hacia Ferran por la diagonal de una habitación enorme y cuadrada que no tiene techo. El cielo tiene un color tan raro que pienso que se trata de un decorado. El suelo está cubierto de pétalos amarillos muy pequeños. Ferran me entrega un par de cuartillas. Se ríe, me las quita. Me he equivocado de carpeta y te he dado dos billetes en vez de dos poemas, dice. Le digo que nunca había visto unos billetes tan grandes. Es que son de 201 euros, dice.

fotos y patines

lunes, 1 agosto 2011. Un tipo ordena a un grupo para hacerle unas fotos. Parece una cafetería, pero yo estoy en uno de los laterales, metida en la cama. Dispara varias veces y se va. Vuelve, dice que tendrá que repetirlas porque he cerrado los ojos. Después de muchos intentos aparece con las fotos en papel. No salgo en ninguna, las fotos están cortadas justo hasta donde yo estaba en la cama. El tipo parece muy satisfecho. No entiendo nada, pero no digo nada.
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Alguien me enseña su casa. Es una casa construida sobre arena. Quiere que le diga dónde pondría la cama. La cama es un colchón en el suelo, en mitad del salón. Todo está muy desordenado. El resto de las habitaciones están alineadas en un pasillo tan largo, que la niña que me los enseña lleva patines.