antena y chinchetas

viernes, 21 enero 2011. El avión aterriza en la azotea de un hospital. En unos vestuarios nos hacen cambiarnos de ropa y dejar las maletas. Yo llevo la mochila verde que me compré para una excursión a Córdoba cuando era niña. Al salir a los pasillos del hospital, que parece un laberinto de escaleras, pierdo de vista a Alberto, Andrés y Elisa. Como Antonio es muy alto lo sigo con la mirada para saber dónde tengo que ir. Los pasillos son un caos de personas con vendas y la piel completamente quemada. A algunos les faltan brazos o piernas. Antonio entra con Virginia a una sala de niños, dibujan con ceras sobre la mesa. Virginia le corta las mangas de la camisa a Antonio. Es de cuadros y le da un aspecto de leñador gay muy raro. Yo también dibujo, paso un lápiz de cera alrededor de la mano de Antonio para dejar su contorno en la mesa. Después me acaricia el pelo y me corta un mechón que cae sobre la mesa. Me ha cortado el único mechon rubio que tenía, pienso con una tristeza enorme, pero no digo nada. Intenta consolarme, salgo al pasillo lleno de gente. Unas mujeres con el cuerpo completamente quemado quieren que baile con ellas, me acosan. Antonio me saca de allí como puede y de repente estamos en lo alto de un edificio, sentados sobre lo que parece una antena. Se ve toda la ciudad. Da una serenidad enorme. Me habla de su madre, de su hermana, de cómo le gusta que lo cuiden, de lo que van a pensar cuando vean la camisa sin mangas. Yo te la arreglo, sé coser, le digo. Un hombre vestido de blanco aparece con unas tenazas enormes. Corta un par de cables y nos dice que tenemos que irnos, que nos están buscando porque el avión va a despegar. Otra vez al caos de pasillos. Otra vez de vuelta al vestuario. Todas las maletas están en el suelo. Las mías no están. Nadie sabe nada. Alberto y Andrés dicen que lo han pasado muy bien, que ganaron un concurso de pircing. Cada uno lleva varios aros en las orejas y en la barbilla. Elisa se ha tatuado toda la espalda con motivos tribales. Virginia se ha cortado el pelo a trasquilones. No entiendo nada, otra vez esa tristeza enorme.
+
Andrés ha ido a visitar una casa donde vivía su padre. En el sueño se supone que su padre se fue de casa cuando él era niño. Intentamos encontrar algún rastro de que su padre le recordaba a pesar de todo. En una de las habitaciones hay un paisaje dibujado por un niño. Los dibujaste tú, lo puso en la pared con chinchetas, le digo a Andrés. Encontramos envoltorios de chicle y soldaditos de sobre sorpresa. Nos guardamos entre los dos todo lo que podemos. Noto que Andrés está cada vez más delgado, temo que llegue a desaparecer, tiembla. Lo abrazo y lo saco de allí.