planeta imaginario

viernes, 18 febrero 2011. Parece que he viajado en el tiempo. Un pueblo está en fiestas. Las casas tienen las puertas abiertas y una especie de fanfarria va entrando en cada una para que las chicas canten y bailen. Entre la gente reconozco a mi madre de joven. Intento acercarme a ella y sentarme a su lado. Al fondo de la casa unas niñas muy pequeñas y muy sucias, que parecen muñecas de trapo, pelean entre ellas, se tiran del pelo. Mi padre, también muy joven, se acerca a las niñas y las separa. Me parece increíble verlo con tanta fuerza y decisión. Los ojos de una de las niñas parecen de cristal, está llorando. Me acerco a ella, me pide que la lleve al hospital y que investigue al psiquiatra que está tratándola porque abusa de otras niñas.
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Intento cruzar calle Larios. Cada vez que pongo un pie en la calzada aparecen vehículos militares a toda velocidad. Araceli explica en voz alta, sin mirar a nadie, el nombre de cada vehículo y el tipo de gases que expulsan a distintas velocidades.
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Alguien me ata a una silla con un tubo de plástico transparente, como en un capítulo que vi de niña de "Planeta imaginario".
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Estoy en una habitación con la luz apagada. A lo lejos veo la luz encendida de una casa. Afino la vista y acerco la imagen como si tuviera unos anteojos. Reconozco la habitación donde escribe el escritor Chivite. En una pared hay pósters de conciertos, casi todo grupos de los 70. Una mujer se levanta, deja unos folios sobre la mesa y se acerca a la escalera. Me fijo en su ropa, lleva un pantalón de peto vaquero en consonancia con los pósters de la pared. Baja la escalera, Chivite camina delante. Tiene casi todo el pelo blanco, le contrasta con la barba negra. Me extraña que lleve barba. Antes de desaparecer escalera abajo, mira hacia arriba sonriente y se despide de una de sus hijas. Pienso en que no va a creerme cuando le diga que he visto su cuarto desde casa.