lentejas

domingo, 24 abril 2011. Estoy en lo que parece el comedor de un colegio con Jota y su novia. Él habla sin parar, cuenta anécdotas, se ríe. Yo sólo escucho, sin embargo él ha terminado de comer y yo tengo el plato lleno. El plato es un cuenco de madera muy rústico, con lentejas, y el cubierto tiene en un extremo un tenedor y en el otro una cuchara. Según como el cuenco se va haciendo más pequeño y el cubierto una cucharilla de café. Jota dice que pagará con tarjeta y que le dé mi parte en monedas sueltas. Saco de los bolsillos un montón de monedas diminutas de distintos países. Jota se ríe, las cuenta una a una. Le digo que no las cuente y se las quede todas si les gustan. De repente voy sola por la calle. Por una acera hay cientos de peatones, por la otra nadie. Cruzo para no tropezarme con nadie. Por el camino encuentro monedas en el suelo. Sólo cojo las cuatro primeras, porque me parece sospechoso que estén alineadas, marcando una dirección. Cuando llego a casa de mi suegra, el pasillo está lleno de tablas de madera. Pienso que están cambiando el parqué. También hay un capacho lleno de cubiertos. Mi suegra sale de la cocina y cae sobre las tablas. Me acerco a levantarla, es como si no tuviera esqueleto y el cuerpo no pudiera mantenérsele erguido. Dice que se ha tenido que levantar para inspeccionar las obras qué estamos haciendo. Dice que hemos sacado los cubiertos del aparador sin su permiso. Mientras habla, la miro sorprendidísima porque murió hace un año.