el cubo fitness de giacometti

sábado, 31 diciembre 2011. Se supone que Isabel es la hermana de mi cuñado y que vive en casa de mis padres. Mi madre me lleva al que era mi cuarto y me cuenta con mucho misterio que, cuando se vayan de casa, va a regalarle a Isabel su vestido azul. El de las ondas blancas sobre el pecho, dice. Y si yo muero antes de que ellos se vayan, lo he dejado escrito en el testamento. Me madre se echa a llorar. No sé bien si llora porque le apena morirse o poruqe ya no aguanta más que mi hermana, su marido e Isabel vivan en su casa. La consuelo, la abrazo. No le digo que el vestido azul de las ondas blancas sobre el pecho era mío, de cuando tenía cinco años,y es imposibe que le quede bien a Isabel.
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Voy por una especie de descampado o desierto de cal muy blanco. Unos cien metros delante de mí distingo a Cantos. Va haciendo footing. Le doy una voz, se para y se gira, pero sigue dando saltitos. Cuando llego a su altura me pongo a correr a su lado. Mientras avanzamos, le digo que me parece admirable que siga saleindo a correr cada día. De repente aparece delante de nosotros, suspendido en el aire, un cubo irregular enorme y blanco (igual a una escultura que vi ayer en la exposición de Giacometti). Cantos sube de un salto y yo le sigo. Hace abdominales y ejercicios de suelo, pienso que caeremos poruqe el cubo es inestable. Caigo. La caída dura unos largos segundos y me da tiempo a pensar que voy a morir. Justo antes de llegar al suelo, me digo: No quiero morirme ahora. Y caigo suavemente sobre la tierra blanca.

sopa embotellada

jueves, 29 diciembre 2011. Voy por la calle con Salvador, Emilio y Cantos. Ellos van unos pasos por delante. De repente veo que discuten, se empujan, pienso que los puede atropellar un coche. Paro el tráfico, les digo que parecen tontos, agarro a Salvador de un brazo y me lo llevo. Está muy enfadado. Pienso que es la primera vez en 30 años que lo veo así. Quiero hacerlo reír. Llevo tres sujetadores en la mano, metidos en sus cajas. Le pregunto si quiere uno. Al fin se ríe. Seguimos andando, me pregunta si vamos bien para el Camino de Santiago. Pienso que se ha vuelto loco, pero le respondo que sí, que vamos bien. Mis padres acaban de mudarse, le digo, así que esta noche la pasaremos con ellos. Subimos a un ascensor, le damos a varios pisos, no tengo ni idea de en qué piso viven mis padres. Dale al 15, dice Salva. Una vez en el rellano, cada puerta da a un dúplex con jardín enorme. No me lo esperaba, digo sorprendida. Mi madre es mi madre y está en la cocina, pero mi padre es un chico joven musculado. No entiendo nada. La casa es un desastre, todo está desordenado y el jardín no tiene césped. Hay dos máquinas de remo. Le pregunto a mi supuesto padre si puedo usarlas. Dice que no porque estropearían la hierba. Cada vez entiendo menos. Le digo a Salvador que entremos a cenar. Mi madre nos sirve sopa en botellas de cerveza. Subimos a la terraza, hay otros dos cuartos muy desordenados. En el suelo hay un póster de "Esther y su mundo". Una chica me pregunta, mientras se cepilla los dientes, si tengo los libros de Esther. Le digo que no tengo los antiguos, pero que compré un par de ellos ya de mayor, pero que ya no le veo la gracia. Este póster ha sido la gran sorpresa de esta casa, dice. Pero el póster sigue en el suelo y cada vez que se mueve lo pisa sin ningún cuidado. Una niña pequeña me pregunta si sé quién es. Eres Clara, pero no te había reconocido vestida de niña mayor, le digo. Salvador bebe sopa muy callado, y yo me pregunto qué hacemos en esa casa de locos.

prohibido fumar

miércoles, 28 diciembre 2011. Vamos en autobús. Alberto se vuelve, dice que huele a tabaco, si soy yo quien está fumando. Lo miro con cara de asombro, como diciéndole, sabes perfectamente que no he fumado en mi vida. Dos asientos por detrás un hombre muy feo, con gafas y bigote, fuma sin parar debajo de una pegatina que lo prohibe. También protesta porque dice que el que entró el primero hizo trampas. ¡El primero fue usted!, le grita una mujer. Mientras el autobús va cada vez más rápido, en las curvas tenemos que agarrarnos a los asientos para no salir despedidos.

mandiocas congeladas y zapatillas del mismo pie

martes, 27 diciembre 2011. Patino por la casa de mi abuela, pasillo arriba pasillo abajo, sobre dos mandiocas peladas y congeladas. Al estar congeladas resbalan muy bien. Mi madre está en la cocina, mi tía le da un codazo, y mi madre me dice sin ganas que le devuelva las mandiocas porque tiene que cocinarlas. Siguen congeladas, le digo. Mi madre las parte por la mitad y sale una especie de sangre espesa. Me resulta asqueroso. Mi tía las echa rápidamente a la olla.
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La hermana de mi suegra acaba de llegar a casa. Le ofrezco unas zapatillas para que esté más cómoda. Detrás de una puerta hay un zapatero de tela lleno de zapatillas, pero todas son de distintos modelos y del mismo pie. Me quito mis zapatos y se los ofrezco. Ella entra en mi cuarto algo indignada. Dice que lo tengo muy desordenado y que encima el sol se está yendo, como si yo tuviera la culpa. Corro al fregadero y escupo un puñado de bolitas. Pienso que es cuscús, pero al fijarme, veo que son las cuentas rojas de la pulsera que me hice la noche anterior. Intento recuperarlas.

zapatones

lunes, 26 diciembre 2011. Veo unos zapatos preciosos en un expositor. Le pregunto a una chica si tendrían mi número. No me responde. Los que tengo en la mano son el 40 y yo tengo el 38. Me los pruebo y me quedan bien. No entiendo nada. Dudo si llevármelos, por si en casa me mengua el pie o crece el zapato.

segundo plano y piruetas

domingo, 25 diciembre 2011. Estoy en la terraza de una bar con Alberto, Carmen, Pepe y Orihuela. Carmen, desde un segundo plano, nos vigila como si nos cuidara. Pepe colorea unos dibujos. Orihuela le pregunta a Alberto si las pastillas que está tomando pueden tener efectos secundarios. Se llaman Rádel, dice. Le pregunto si se escribe Rádel o Radl. Se pronuncia como Lidl, dice y me da una pastilla roja y una receta. Dice que me la cambia por una de las mías. Alberto coge la receta, tacha el nombre de la pastilla y escribe: Mejor date un paseo en barco, haz submarinismo, camina por un bosque. Orihuela dice que ahora no le querrán dar las pastillas en la farmacia, casi llora. Me fijo en sus ojos casi transparentes, los tiene llenos de lágrimas. Pienso que son los ojos más dulces que he visto. Ten, no llores, le digo y le doy todas las pastillas que llevo encima. Niños, ¿qué estáis haciendo?, dice Carmen desde su segundo plano.
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Llego con Alberto a casa de los sobrinos. Elena dice que ha dejado los dulces en el cuarto de baño y que tiene que recuperarlos antes de que alguien se duche. Diego llega en ese momento. Se sorprende mucho de vernos, lo abrazo. Ojalá os quedéis, dice. Pienso en cuando de niño, jugando al pillapilla en el parque, me llamaba mamá. Cuéntame cosas buenas, le digo. ¡Estoy dando clases de ballet clásico!, dice haciendo una pirueta sobre un mueble.

no me llamo peter

sábado, 24 diciembre 2011. Begoña y yo llegamos al patio de una casa, buscamos un agujero en el suelo tapado por unas lonetas. Begoña dice que tenemos que ensayarlo bien para el día siguiente, pero no sé a qué se refiere. Me da una etiqueta con mi nombre, me la cuelga al cuello, y se pone un casco de minero. Intenta entrar en el agujero, pero está cerrado por una tapa de hierro muy pesada. Llama a alguien. Aparece su amigo L. Cada vez entiendo menos qué hacemos allí. No hagas ruido, en esa habitación hay alguien durmiendo, dice L. Me asomo despacio y veo a Pepo bajo varias mantas. Me alejo de puntillas para no despertarlo. Begoña y su amigo siguen intentando abrir el agujero del patio. Cuando me quito la etiqueta con mi nombre para marcharme, veo que en la etiqueta pone Peter.

lugares nada comunes

viernes, 23 diciembre 2011. Se supone que Carmen tiene una casa en una ciudad de Italia y he ido para ayudarla en las últimas semanas de embarazo. La casa es un pasillo circular alrededor de un patio. Des pasillo salen las distintas habitaciones. El suelo del pasillo hace hondas. Carmen está tumbada con una bata azul. No decimos nada. Se nos ve muy felices.
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Voy por el campo con Antonio y otro tipo al que no reconozco. No me parece real, parece un paisaje sacado de "El señor de los anillos", les digo. Hay un acantilado en forma de ola gigante. Saltan. Me asomo sin prisa porque sigo pensando que todo es un decorado. Están de pie sobre unas torres de piedra puntiagudas. Voy a haceros una foto, les digo y en ese momento aparece toda una excursión a fastidiar el panorama.
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Julio César habla a gritos con Virginia porque se oye música muy alta a nuestro alrededor. Le pregunta dónde trabaja Alberto. Virginia dice una palabra que no llegamos a entender. Alberto está al lado de Julio César, con el pelo muy largo, baila como poseído. Los miro sin comprender nada.
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Un tipo muy parecido a Francisco me enseña una caja en la que guarda cosas usadas de otra época: portaligas, broches, arandelas de cortina de baño, cuentas que imitan perlas y hasta unos zapatos estilo imperio. Me pregunto cómo sabe que me gustan las cosas así, sobre todo usadas. El tipo va colocándolo todo sobre la mesa de lo que parece un bar. Por sacarle conversación, le pregunto e qué número es el zapato. No sabe. Le digo que antes las mujeres tenían los pies más pequeños, pero que este parece un 37. Podrías ponértelo, le digo a una chica que de repente se sienta a su lado. La chica niega con la cabeza y guarda el zapato en el bolso.
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Mi madre dice que acaba de llegar una visita a la que le gustan mucho las cortinas de baño, que es en lo único que se fija de las casas. Dicho esto me empuja dentro del cuarto de baño para que lo arregle. Hay un estante muy desordenado con cosas de mi hermana. Trato de meterlo todo a presión en un armarito, pero se me caen cosas al váter: hebillas y gomas del pelo, y hasta cucharillas de plástico de las que dan con los cucuruchos de helado. Intento doblar todas las toallas, pero cada vez hay más. De repente la cisterna se pone a funcionar sola y todo lo que ha caído dentro lo atasca. El cuarto de baño comienza a inundarse. Intento que el agua no llegue a la cortina rosa que cierra la bañera. ¿Pero desde cuándo hay en esta casa una cortina rosa en la bañera?, grito en alto.

susi en perla

miércoles, 21 diciembre 2011. Susi está sentada en la terraza de un bar. Habla animadamente con un chico muy guapo. De repente me fijo en que no lleva el pelo rojo, como siempre, sino gris. Teñido de un gris perla precioso. Bajo la melena, lleva una capa verde preciosa que le enmarca la cara. Pienso que me encanta cómo se mueve mientras habla, la alegría que pone en todo lo que hace y en si me quedaría bien ese color de pelo. 

uniforme

martes, 20 diciembre 2011. Se supone que es el primer día de clase. Llego al paseo marítimo, han colocado carpas, hay mucha gente. Bajo las carpas han puesto unas gradas de madera. Unos niños desfilan en orden. Temo no reconocer a los de mi clase. Todos llevan uniforme menos yo, que llevo un jersey gris con dibujos asimétricos bastante feo. Me acerco a uno de los niños más pequeños y le pregunto si sabe en qué clase estoy. El niño se ríe a carcajadas. ¿Cómo voy a saberlo si sólo tengo tres años?, me dice.

fiesta de la lana

lunes, 19 diciembre 2011. Estoy en lo que parece una fiesta en el campo. Todo el mundo lleva jerseys de lana gorda hechos a mano. Me voy encontrando a algunos amigos: Ferran lleva un jersey precioso de lana color huso, lo señala orgulloso al verme. También Carmen y Enrique. Me acerco a Sonia, la abrazo, le acaricio la barriga con cuidado. Tenía tantas ganas de conocer a tu hijo, le digo. El embarazo se le nota mucho, lleva una falda de cuadros igual a la mía, nos reímos. Al cabo de un rato, Antonio dice que sería mejor que nos marcháramos. Alberto, Antonio y yo llegamos a un parking de globos enormes. Cada uno se sube a uno, y moviéndo los pies como si estuviéramos en un circo, volvemos por un camino de tierra muy oscuro. Le digo a Antonio que se fije en el polvo que levanta mi globo para no perderse. Vamos muy rápido. Al desembocar en la Plaza del Hospital Noble, Alberto y Antonio saltan de sus enormes globos a una especie de tranvía agarrándose a una barra lateral. Desaparecen. Intento cruzar la plaza, pero han borrado los pasos de cebra y no estoy segura de si un globo es un vehículo o debo circular por la acera o por el cril bici. Consigo llegar al Paseo de los Curas, ya me queda poco para llegar a casa, pero noto que el globo es cada vez es más pequeño. No sé si me dará tiempo.

proteínas, agua y pastillas de tierra para respirar mejor

domingo, 18 diciembre 2011. En casa de mis padres hay dos mi madre. Una me dice desde la cocina que dónde están mis gemelos o que deberíamos ponerle nombre a las galletas que he hecho. A la otra mi madre le cuento lo que me dice la primera, le digo que ha perdido la cabeza, que cómo dice que tengo gemelos. Mi madre cuerda dice que no le haga mucho caso. Caminamos hacia casa de mi abuela. A mitad de camino me doy cuenta de que he olvidado las galletas, pero no quiero volver. Por otra parte pienso que si vuelvo me libraré de una reunión familiar. Deshago el camino, pero llego a un hospital muy destartalado. Una chica con bata blanca me habla como si me conociera de toda la vida. Pienso que será amiga de Alberto. Me enseña el hospital, está en obras. En una habitación hay varias parejas haciendo manitas después de lo que parece una celebración. Es la habitación "Trovador", dice. En otra venden zapatos ortopédicos. Pero son de diseño, me aclara la chica. Hay unas zapatillas de deporte rosas, con cintas negras, pienso que seguro que a Jota le gustarían. Le pregunto a la chica si sabe algo sobre no respirar bien. Le cuento que no respiro nada bien, que cada vez que lloro, o simplemente me emociono, me duele mucho la cara, que he probado hasta con corticoides. Me lleva a un ascensor de ladrillos que parece vaya a romperse. Allí, detrás de unas cajas, una chica mezcla tierra y unas diminutas bolitas blancas. Sale humo, lo mete todo en un envase de crema hidratante y dice que con eso me curaré para siempre. Al abrirse la puerta del ascensor salgo a una calle que no conzco, también está en obras. A lo lejos veo a Alberto y Andrés. Andrés lleva una chaqueta negra con hombreas estilo Star-trek, pienso que le sienta muy bien. Quiero caminar más rápido para alcanzarlos porque temo perderme, pero me doy cuenta de que llevo entre las manos un barreño de plástico lleno de agua y un montón de apuntes que se me caen al suelo cada dos por tres. Andrés me ve, se vuelve hacia mí, me ayuda a recoger los folios, me agarra de la mano y tira de mí. Llegamos a un desfiladero, la barandilla es demasiado baja, apenas llega hasta la rodilla. Siento un vértigo tremendo y me echo a llorar. Le cuento todo a Andrés, le digo que mi madre está perdiendo el juicio, que no respiro bien, que me han dado unas pastillas de tierra que no me atrevo a tomar y que jamás había sentido vértigo. Tira de mí de todos modos, dice que hay que cruzar y no piensa dejarme atrás. Mientras cruzamos, yo me resisto todo el tiempo, grito, intento que el agua del barreño no se derrame. Él, para distraerme me cuenta cosas sobre un tal Malcom McNosequé, y dice que mi madre es sólo proteínas y agua. Miro el barreño y pienso que el agua que lleva dentro es parte del agua que es mi madre. Pienso que estoy volviéndome loca, más loca que ella. Cierro los ojos y sigo cruzando el desfiladero. No dejo de gritar.

reus reus reus

sábado, 17 diciembre 2011. Estoy sentada en la acera, esperando a Alberto. Unos profesores pasan por delante, se acercan a mí y se quejan de cuánto trabajan y todas las tonterías que han puesto sus alumnos en los exámenes. Miro a mi alrededor, a ver si es que hablan con otra persona. No. No sé qué decirles. Sobre la acera hay monedas de dos euros, pienso que quizá podrían llevárselas y así se sentirían mejor. Se las señalo pero no me hacen caso. Se van. Un chico con pelo rizado y chaqueta de lana de colorines, me dice que ha quedado con Alberto para comer. Pienso que no puede ser porque Alberto me habría avisado. El chico se ríe y se mete en un taxi. Casi inmediatamente aparece Alberto. Yo estoy escribiendo en una libreta muy pequeña. Dice que ha acompañado a mi hermana al médico. ¿Dónde preferirías pasar el tiempo, entre los pilares de una casa en obras o en un zulo?, le pregunto. Prefiero la terraza de un bar, contigo, aunque no hables, dice. La hoja escrita del cuaderno se me cae al suelo. Aparece mi hermana, de repente, y la lee. ¡Has escrito la palabra "Reus" más de veinte veces!, dice a gritos.

ovillos y magueras

viernes, 16 diciembre 2011. Llego a una oficina, me recibe una mujer muy mayor vestida de negro, es igual a la institutriz de Heidi. Espero que la hayas terminado, dice. Pienso que se refiere a mi novela, pero no sé cómo sabe ella nada ni qué quiere de mí. ¡Vamos!, dice abriendo las manos, como si esperara a que se la pusiera sobre la mesa. Saco del bolso varios ovillos de lana de distintos colores y tamaños. Esto es todo lo que tengo, le digo. Apunta algo en un libro de contabilidad. Así me gusta, puedes irte, dice.
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A Alberto le suena el móvil, habla, se ríe. Me extraña verlo tan animado porque odia el móvil. Ya hemos quedado, dice. Camina más rápido, lo sigo. Llegamos a un bar y saluda a Camilo. Me resulta extraño que hayan quedado por su cuenta. Me siento junto a dos tipos de pelo largo y rizado, hablan de Daniel. Les pregunto de qué lo conocen, les digo que hace mucho que no lo veo, que le den un abrazo enorme de mi parte. No me hacen mucho caso. Noto que me cae agua en la cabeza. Al volverme veo a Camilo con un anorak y una manguera de bombero mojando a todo el mundo, sobre todo a mí. Me acurruco en unos cojines y pienso que ya se cansará. Cuando se cansa, entro en un servicio muy pequeño, sólo hay toallas de papel, no puedo secarme. Un bombero de verdad me enfoca con una manguera de la que sale aire caliente a toda presión. Temo ahogarme. ¡No me ayudes, no me ayudes!, le grito.

de regreso

jueves, 15 diciembre 2011. Voy con un grupo por la calle. Me dicen que los guíe hacia el hotel donde nos alojamos porque hay una lectura de poemas. Alguien me dice que yo leo esa noche, que me dé prisa. No sé de qué me habla, pero intento encontrar el camino de vuelta. La calle se ha llenado de gente de repente y entorpecen el camino. Unos niños hacen carreras con un globo sobre sus cabezas, en las aceras la gente se arremolina alrededor de unas momias de monjas. Dicen que si las tocas te curas. Todo me parece de locos. Llego a un faro junto a un río seco. Le pregunto a un tipo si estoy en Tenerife. Se ríe. Le digo a alguien del grupo que no puedo más, que estoy muy cansada, que no pienso seguir.

feria

martes, 13 diciembre 2011. Intento hacer una foto desde una ventana. Intento que en primer plano salga una virgen de plástico que hay en una peana, casi en el techo, y de fondo una noria iluminada en movimiento. Una chica se asoma y me pregunta si no voy a montarme en las atracciones. Le digo que prefiero quedarme con Alberto. Yo sé cómo puedo cuidarlo mientras tanto, dice guiñándome un ojo. En una de las habitaciones, de esa casa que no conozco, está Alberto metido en la cama a punto de dormir. He encontrado tu pírcin del labio, dice. ¿Dónde estaba? Entre las mantas.

zanahorias

lunes, 12, diciembre 2011. Pablo y yo estamos tumbados sobre un colchón que hay en el suelo en la habitación que daba al jardín, de la casa de mi abuela. La ventana está abierta y entra el aire fresco y los sonidos de la siesta. Todo es muy agradable, la luz, la temperatura. Miramos al techo, decimos algo y nos reímos. Pasamos así un buen rato sin hacer ni decir anda importante. Todo es muy ligero. De vez en cuando, por la ventana, vemos pasar a un tipo refunfuñando de un lado a otro con un manojo de zanahorias en la mano, agarradas por los tallos.

lentejas vs tryptizol

domingo, 11 diciembre 2011. Me descuelgo de la fachada de un edificio agarrándome a los salientes de las ventanas. Me duelen mucho las manos. En una de las ventanas está mi prima Elisa. En el alféizar hay un tupperware lleno de pastillas amarillas. Pienso que es Tryptizol. Al ir a coger una mi prima las tira hacia abajo. Las veo esparcidas por la acera. Sigo bajando por la fachada. En la acera encuentro a mis padres, mis tías y mi hermana sentados en sillas de playa, como si esperaran ver un espectáculo. Pienso que tengo que recuperar el Tryptizol antes de que empieza a pasar gente. Me pongo de rodillas en la acera y busco, pero sólo hay lentejas de varios tamaños. Miro a mi familia, esperando que alguien me ayude, pero sólo miran.

hormigas

sábado, 10 diciembre 2011. Estoy en un pasillo muy estrecho clasificando ropa usada. Algunas prendas están rotas y las descarto. A cada rato vuelcan más. La ropa me llega hasta la cintura, pero clasifico con una rapidez asombrosa. También separo bolsos y sombreros. A veces me pongo alguno para hacer reír a la mujer que me trae más cajas con ropa. Al poco tiempo todo está ordenado y la mujer me dice que puedo irme a casa. Entonces me doy cuenta de que he perdido los pantalones. La mujer señala un perchero en la pared. Me los pongo aunque no sé si son los míos. Se abre una puerta y entran varios niños que parecen autómatas. Una niña muy pequeña se acerca a cualquier montón de ropa y le pregunta si es su padre. Siento una tristeza inmensa. La mujer le dice algo y la niña se hace una bola que cada vez es más pequeña hasta alcanzar el tamaño de una hormiga. La mujer la pisa y después me mira y sonríe.

dos lunas

viernes, 9 diciembre 2011. Subo la cuesta que lleva desde la casa de mis padres a Económicas. Pienso en cuánto ha cambiado. Ahora está asfaltada. Hay señales de tráfico muy raras con dibujos de hamburguesas y perritos calientes. Cuando llego a la explanada donde se hacían las fiestas, encuentro a un grupo de antiguas alumnas, pero del colegio, no de la facultad. Van con vestidos de brillo hasta los pies, como si fuera nochevieja. No entiendo nada, no sé de qué hablar con ellas ni qué pinto yo allí. Por hablar de algo, les pregunto si ellas también ven dos lunas. No, dicen. Y ya no sé qué más decir. Me quedo callada mirando el cielo. Lucen dos enormes lunas llenas.

anillos

jueves, 8 diciembre 2011. Al parecer tengo que darme prisa porque unos tipos van a hacer las fotos del calendario Pirelli en el jardín de la casa de mi abuela. Mi madre dice que me ponga algo bonito y me da un trozo de tela rústica color hueso. Me la enredo en el cuerpo y, para que parezca un diseño único, le saco hilos horizontales de modo que la parte de abajo quede como si fuera una falda de flecos. En esas estoy cuando mi madre, de nuevo a través de la puerta, me dice que tengo que elegir entre dos anillos. Hay dos anillos sobre la cama, uno es la esmeralda que ella misma me regaló y el otro tiene una piedra transparente en cabujón. Me los pruebo varias veces, no soy capaz de decidirme.

encuesta de insatisfacción y lacasitos

miércoles, 7 diciembre, 2011. Llego a un hotel. Por todo equipaje llevo una bolsa de supermercado y un balón de reglamento. La chica de recepción me entrega varias hojas donde debo responder a un buen montón de preguntas. Las preguntas van acompañadas de espacios vacíos donde debo pegar fotos de mi infancia. Le pregunto si hay mucha gente que viaje con ellas encima. La chica no responde y me dice que termine cuanto antes. Le digo que me parece una tontería muy grande y no pienso hacerlo. La chica me señala una especie de piscina llena de Lacasitos. No sé si se trata de un castigo o si se refiere a que tengo que dormir sobre ellos.

cuentas comestibles

martes, 6 diciembre 2011. Sobre el sofá hay una bandeja con seis compartimentos, y en cada uno hay cuentas muy pequeñas de cristal de distintos colores. Las junto todas y hundo las manos. Mi madre dice que deje de jugar con la comida. Cuando vuelvo a mirar las cuentas, las naranjas se han convertido en melocotones diminutos y las rojas en tomates cherry. Las azules han desaparecido. Levanto los cojines del sofá para buscarlas, pero no doy con ellas.

peras beltrán

lunes, 5 diciembre 2011. En el suelo hay hierba, aunque no estoy al aire libre. Sobre la hierba hay dos peras de color rosa que se hinchan como globos hasta volverse transparentes. Pienso que si las lanzo al aire y me agarro bien a ellas podría volar. Lo intento varias veces, pero no lo consigo. En cada pera hay una etiqueta "Beltrán, Logroño". Me fijo en que tengo en la mano izquierda una costura, un pespunte de hilo desde la muñeca al dedo índice. Intento quitármelo, pero me duele mucho. En la otra mano tengo un parche, también cosido a máquina, una especie de codera o rodillera ovalada. Me duelen mucho las manos, pienso que si consigo hacer volar las peras, tendrán que irse sin mí porque las manos no soportarían el dolor del viaje.

dioramas

viernes, 2 diciembre 2011. Varias personas construyen dioramas de tamaño gigante, cada uno el suyo. Uno de ellos corta piedras con sus propias manos, como lo haría un karateka. Me fijo en uno de ellos, ha puesto una ventana por donde cae lluvia artificial, un buen chaparrón. ¡Lluvia fuera-dentro de la casa, qué gran idea!, exclamo. Los demás lo miran e intentan imitarlo poniendo cascadas y chorros de agua a los suyos. Pienso que si estuviera dentro de un sueño podría intentar volar. En ese momento aparece Camilo, dice que lo intente, que él me sostendrá las piernas. Pongo las manos en el suelo y él me agarra de los pies, como si yo fuera una carretilla. Levanto los brazos e intento dar brazadas, como si nadara. Sólo consigo avanzar unos pasos.