el blanco es el color de la risa


sábado, 2 junio 2012. Estoy durmiendo sobre un cartón en la acera.  Llega un grupo con pinta de haber pasado toda la noche de bares (entre ellos Carlos, Susi, Blanco y Camilo). Susi pone canciones de los Kinks en un pequeño equipo de música que hay junto al cartón. Nadie dice nada, parecen muy cansados. Al momento deciden marcharse. Quiero ir con ellos, pero tengo que llevar un paquete a casa de mi abuela. Corro por la calle, avanzo muy rápido. Con las prisas he salido en pijama. Pienso que si tuviera los pechos más pequeños correría aún más rápido. Los pechos se me hacen más pequeños al instante. Dejo el paquete en la ventana que da al jardín. Es tan temprano que temo asustar a mis tías. Soy yo, no pasa nada, digo al dejarlo entre las macetas. Corro de nuevo para unirme al grupo, los veo sentados en una grada, todos van de negro menos Camilo. Le hago señas, me saluda con la mano, hace señas para que me acerque. Menos mal que tu camiseta es amarilla, le grito.
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En la acera, delante de la casa de mi abuela hay una madre muy joven jugando con su hijo. Cuando paso, ella le dice al niño que mire mi falda. Llevo una falda blanca de tutú con mucho vuelo, parece un merengue. El niño la toca El blanco es el color de la risa, dice. Le digo a la madre que he visto jugar a su hijo muchas veces y pienso que es un verdadero artista. Sí, hace cosas bonitas con arena. Intento convencerla de que no pueden estar todo el día jugando en la calle, que el niño debería estudiar, que no debería desperdiciar tanto talento. De repente pienso que es Juano de niño. Caminamos, llegamos a un túnel donde ella, dice, tiene que entregar un trabajo. El niño y esperamos fuera. ¿Qué son?, me pregunta señalando unas tumbas viejas. Son tumbas, ¿sabes lo que son? Ah, sí, es querer levantarse a comprar más césped y no poder.