horquilla

miércoles, 24 agosto 2016. Primero parece que hago autoestop en un camino de tierra con eucaliptos. Después parece que intentan secuestrarme. En el coche van unas cuantas personas más. El coche no arranca y soy la única que sabe andar entre zanjas de barro. Me mandan comprar una horquilla. No sólo hay zanjas, también vallas de alambre. Una calle que parece Marruecos, con muchas tiendas pequeñas y ninguna ferretería. Un chico que también busca algo. Recorremos la calle juntos, pero no encontramos nada. Todo el tiempo llevo la horquilla rota en la mano y la mano en alto para que nadie la roce o no se me pierda. En ningún momento pienso en escapar, sólo en comprar otra horquilla.