a destiempo

viernes, 8 septiembre 2017. Llego con prisa, como si legara tarde. Me recibe Eduardo. Su casa está en penumbra, con las persianas bajadas, como si también él acabase de llegar. Hay cajas por todas partes. Mira a su alrededor y se encoje de hombros. Sonríe. Entiendo que acaba de mudarse. La casa tiene varios pasillos en L. Los recorremos tocando las paredes. Noto con los dedos que están empapeladas. ¿Será la definitiva? Vuelve a encogerse de hombros. Sonríe.
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Estoy en la terraza de un hotel, en una hamaca a la sombra. El resto de turistas están al sol, pero empiezan a rodearme. Un hombre fuma muy cerca, me molesta el humo pero no le digo nada. Otro hombre muy gordo y peludo, con un bañador negro pequeñísimo, me pregunta si una colilla sin apagar el mía. Nunca he fumado, le digo. El hombre me suelta todo un discurso sobre el mundo actual. En segundo plano, veo que empieza a entrar gente al hotel. Se supone que habrá una lectura de poemas y puestos con libros. Distingo a lo lejos a Simón Partal. Lleva la cabeza llena de trenzas afro. Me ve, se acerca, me abraza. Vas a tener que raparte la cabeza, le digo. Me pregunta qué he hecho todo este año. No sé muy bien qué decirle. Un poeta muy mayor se me acerca con un montón de sobres. Te he traído tu libro porque me lo han devuelto, dice. Veo que en el sobre ha escrito la dirección de Madrid donde vivía allá por el 89.